A medida que se aproxima el 14 de febrero, es perceptible la proliferación de publicidad, corazones, flores y promociones que se ofertan para celebrar el Día del Amor y la Amistad. Sin embargo, se trata de una conmemoración del amor comercial y superficial, pues son pocas las personas que reflexionan seriamente en lo que implica amar.
En ocasiones, se piensa que amar es lo más placentero que existe; empero, es un placer que implica esfuerzo, entrega, paciencia, dolor, sacrificio y, en ocasiones, hasta duelo. En efecto, duelo porque la otra persona ha fallecido, o porque abandonó el nido para emprender otro vuelo, como en la famosa canción francesa Plaisir d’amour:
“El placer del amor solo dura un momento, la pena de amor dura toda la vida. Me dejaste por la bella Sylvia, ella te deja por otro amante. Mientras esta agua corra suavemente hacia el arroyo que bordea la pradera yo te amaré, te repetía Sylvia; el agua sigue corriendo, pero ella ha cambiado”.
Los poetas y filósofos también cantan la excelsitud del amor, como Platón, quien señaló: “Al contacto del amor todo mundo se vuelve poeta”. Sí, pero la verdadera poesía no surge de la pluma de cualquier escritor, porque no requiere solamente inspiración, sino mucha preparación y dedicación.
Los antiguos griegos utilizaban distintas palabras para explicar los diferentes tipos de amor: eros (pasional), philía (amistad y faternidad), storge (familiar) y ágape (más sublime e incondicional).
En su libro El arte de amar, Erich Fromm señaló que amar es todo un arte y exige disciplina, porque se debe practicar todos los días; concentración, porque no se puede divagar al ejecutar un arte; paciencia, porque se requiere tiempo en esa maduración, y preocupación, porque hay que empeñarse para dominar ese arte.
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