El belén y el árbol

ÉTHOS
24/12/2025 04:00
    De hecho, en la pobreza del establo de Belén, contemplamos un misterio de humildad y amor

    Hoy es Nochebuena y mañana es Navidad. Fecha especial para pedir la paz y de comprometernos por su instauración. La paz no se alcanza solamente con oraciones, apapachos y buenos deseos, sino con una entrega radical, generosa y firme.

    En la presentación del Belén (nacimiento) y el Árbol de Navidad en la Plaza de San Pedro, en El Vaticano, el Papa León XIV, dijo: “A los peregrinos procedentes de todas partes del mundo que acudirán a la Plaza de San Pedro, el belén les recordará que Dios se acerca a la humanidad, se hace uno de nosotros, entrando en nuestra historia con la pequeñez de un niño. De hecho, en la pobreza del establo de Belén, contemplamos un misterio de humildad y amor. Ante cada belén, incluso los que hacemos en nuestras casas, revivimos ese acontecimiento y redescubrimos la necesidad de buscar momentos de silencio y oración en nuestra vida, para hallarnos a nosotros mismos y entrar en comunión con Dios”.

    Después de colocar a María como ejemplo del silencio adorador, porque guardó todo en su corazón, a diferencia de los pastores que pregonaron lo que vieron y oyeron, León XIV especificó el simbolismo del árbol:

    “El árbol, con sus ramas siempre verdes, es signo de vida y evoca la esperanza que no se apaga ni siquiera en el frío del invierno. Las luces que lo adornan simbolizan a Cristo, luz del mundo, que ha venido a disipar las tinieblas del pecado e iluminar nuestro camino”.

    Aunque el Papa no aludió al profeta Oseas (14,9), podemos recordar su simbolismo del árbol: “Efraín, ¿qué tiene ya que ver con los ídolos? Yo lo escucho y lo protejo. Soy como un ciprés siempre verde; gracias a mí se hallará fruto en ti”.

    ¿Vivo este simbolismo?