El cuartel cívico de la lucha por la paz
Crece ejército de ciudadanos pacíficos
Todos deberían saber que no son sólo vientos de guerra los que soplan en Sinaloa por el choque al interior de cártel local del narcotráfico, pues existe un cuartel de construcción de paz positiva que está enderezando acciones que junto con la sociedad civil lograrán cambiar, gradual y a largo plazo, la narrativa de violencia y miedo en la que estamos inmersos hoy. Se trata de soldados que blanden los valores esenciales como armas que hagan posible que vivamos tranquilos, apegados a la Ley y fortaleciendo nuestra tradición por la civilidad.
Ejércitos de niños, jóvenes, mujeres, estudiantes, maestros, artistas que sin mayor protagonismo unen fuerzas en el itinerario de 10 o 20 años hasta lograr proclamar victorias en los otros campos de batalla, los de la pacificación y la concordia reconquistadas. Legiones de ciudadanos que ofrecen el esfuerzo desinteresado sin más paga que las garantías de seguridad y estabilidad en lo personal, familiar y social.
Se trata de la asociación civil Construyendo Paz, que no halla tregua en las intensas y muchas jornadas donde los únicos arsenales disponibles son la esperanza, tenacidad y convicciones, sin derecho a rendirse. Librar en contextos de hostilidades persistentes las luchas también perseverantes por las paces, cruzadas que desde hace más de medio siglo debimos empezar a ganar.
Al frente de este batallón cívico por la paz se halla Othón Herrera y Cairo Yarahuán, con la misión de darle forma y factibilidad al Gran Acuerdo que no deje a ningún sector o sinaloense de bien fuera de la gran acometida contra la violencia y el efecto devastador de ésta cuando incuba en las familias y desde ahí se yergue como el monstruo de las mil cabezas que al paso de los años adquiere el matiz de irreductible. La deformidad que no es otra cosa que nuestro propio reflejo en el espejo de las inacciones.
El Gran Acuerdo es lo mismo que el pacto social por un Sinaloa para vivirlo, en el amplio significado de dicha expectativa. Pero la alianza no puede volver a ser en lo etéreo de convenios que en cuanto se firman pasan al archivo de las cosas nimias, sino primero saber cómo, cuándo y dónde hacer la paz sin confundirla con la que pretende el Gobierno a través de la fuerza pública, que es más de reacción y de contención.
Hacia esa ruta hay resultados que con corte al mes de junio reportan la instalación de 25 vallas promocionales de cultura de paz en escuelas primarias secundarias y preparatorias con alcance a 35 mil personas cada día; se revisó la condición de infraestructura escolar y entornos escolares de 35 escuelas compartiendo la información con padres de familia y tutores, y en el programa “Vamos pintando” fueron cocreados 20 mulares comunitarios en zonas escolares y vecinales de Culiacán con la participación de más de 60 vecinos, estudiantes y artista con impacto visual para más de 65 mil personas cada semana.
En alianza con comunidad Sinaí IAP se presentaron 108 funciones del sketch “Ángel Guardián” en 40 escuelas primarias, secundarias y preparatorias sensibilizando a 8 mil 912 estudiantes, madres y padres de familia sobre cómo no caer en adicciones; el taller “Abrazos de vida” del Centro de Desarrollo Humano Recreativo llegó a 28 escuelas primarias y secundarias diagnosticando áreas de oportunidad para el bienestar del alumnado y fortaleciendo las redes de apoyo emocional para 10 mil 42 estudiantes, sus familiares y profesores.
Asimismo, a través de la prueba digital Clinkin se acompaña a estudiantes en el reconocimiento de sus habilidades, intereses y áreas de oportunidad; también se efectuaron 35 cursos de inducción del Gran Acuerdo dirigidos a padres de familia y personal directivo de escuelas primarias y secundarias de Culiacán, en el entendido de que la paz no es esfuerzo de unos cuantos sino tarea colectiva de la sociedad.
Estos son algunos de los granos de arena logrados para la construcción participativa de paz. Bastantes actores y sectores involucrados, programas y creatividades conjuntadas, y la conciencia plena de que llegar a la meta no será un acto espontáneo ni pronto pero al final de cuentas los sinaloenses lograrán diseñar el Sinaloa fundado en la legalidad, seguridad y civilidad.
Esta guerra tiene la virtud,
De lograr paz para la vida,
Y nunca más la del ataúd,
Sea la paz tan prometida.
Por parte de los gobiernos federal, estatal y municipales, paz sería que desplieguen el más ambicioso programa para atacar las desigualdades y brechas sociales en materia de educación, oportunidades de empleo digno y bien remunerado, acceso equitativo a la cultura y el deporte, así como cambiar de chip respecto al placebo de los programas sociales que en vez de reducir la pobreza la normalizan. Es decir, dejar el esquema de reacción frente a narcoguerras cíclicas, y blandir la gran política pública que nos lleve a cosechar en un cuarto de siglo a lo menos la generación donde el humanismo esté por encima, siempre, de la barbarie.