El ‘fracaso’ de Cristo con su muerte

01/04/2021 04:05
    Jesús el desconocido, Jesús el incógnito, Jesús el repudiado en su tiempo, el crucificado por sacerdotes y dirigentes judíos y por el imperio romano, prevaleció y trascendió más allá, mucho más allá que sus verdugos y difamantes.

    Mucho se ha escrito sobre la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, hijo del carpintero José y su esposa María; a pesar de la importancia histórica que adquirió Jesucristo como fuente y fundador de una nueva religión universal muy diferente, pues proclama el amor, el perdón y la misericordia, la figura de Jesucristo está perdida en la historia, no hay antecedentes claros y evidentes de su existencia y de su actuación histórica. Todo lo que se tiene son los escritos de sus seguidores, los apóstoles, en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles, casi todos ellos escritos años después de la vida y muerte de Jesús.

    Sin embargo, es asombroso el resultado de su vida y actuación. Fue un líder humilde, con pocos seguidores, pero con un discurso nuevo, diferente, impactante; era la voz del amor y del perdón en los tiempos de “ojo por ojo y diente por diente”. No se entendía ni se aceptaba eso de “perdonar setenta veces siete a quien nos ofendía”. Pero eso que no se entendía fue precisamente la base de la aceptación y difusión universal en los siglos posteriores.

    Jesús el desconocido, Jesús el incógnito, Jesús el repudiado en su tiempo, el crucificado por sacerdotes y dirigentes judíos y por el imperio romano, prevaleció y trascendió más allá, mucho más allá que sus verdugos y difamantes.

    Cristo muere crucificado, muerte que, como expone el Padre José Luis Martín Descalzo en su obra monumental “Vida y Misterio de Jesús de Nazaret”, fue exigida por los sacerdotes y dirigentes de su pueblo a Pilatos, como constancia de que era un revolucionario contra el imperio, es decir, era un reo político, no religioso; aunque los gobernantes judíos podían ordenar dar muerte a los herejes como lo hicieron con Esteban, a quien dieron muerte por lapidación por orden del Sanedrín, querían que Jesús muriera en la ignominia de la cruz para desanimar a sus seguidores, pero Jesús triunfó cuando fue “levantado” en la cruz.

    El itinerario de Jesús, aunque no pareciera claro, pues lo mismo iba al sur que al norte, a la rivera de los lagos o a las montañas, lo cierto es que se fue acercando a Jerusalén, a pesar de los temores de sus apóstoles. En el orden de su actuación, Jesús convierte primero el agua en vino, durante la boda de Canaán, después convierte el vino en el milagro de su sangre en la última cena y finalmente convierte su sangre en el milagro de redención y vida para la humanidad.

    En su itinerario, Jesús pasó de ser prácticamente un desconocido en Jerusalén a tener una entrada gloriosa y triunfante el domingo de Ramos y montado en un burrito, sin repartir volantes ni hacer espavientos, simplemente llegó y triunfó.

    Pero después, el Viernes Santo descendió a la oscuridad del abandono de todos, de los que lo vitoreaban y hasta de sus más cercanos seguidores, llegando así al “teatro” de su juicio y de su condena, en su soledad y hasta en una especie de trueque, frente a un bandido y revoltoso, Barrabás, ante el cual Jesús “perdió” en la comparación. Jesús el profeta del amor, del perdón, el que curó a enfermos y resucitó muertos, el hijo de Dios, comparado con un bandolero al que prefirieron que viviera y que Jesús muriera; y Jesús fue cargado con la cruz, crucificado y muerto; pero esa muerte fue el triunfo de Cristo hombre y finalmente, el Domingo se da el triunfo de Cristo Dios con el gran milagro de la resurrección.

    Cristo en la cruz y en su muerte, es cuando se nos muestra plenamente hombre, pero también plenamente divino pues todo lo predicado se cumplió con creces. La divinidad de Jesús se mostró y demostró con su resurrección para que muchos creyeran.

    ¿Por qué parece que se venera más la cruz que la resurrección? Es que se reconoce que Jesús sufrió la muerte de cruz para acompañar a hombres y mujeres en su propio sufrimiento y muerte. La cruz quedó como símbolo de que la humanidad doliente y sufriente, como Jesús, también resucitará en el Señor.

    Cristo estuvo tan atento y preocupado por la salvación de todos, que muy poco antes de morir, casi como un testamento, nos dejó a María, su madre, en los cuidados de Juan y a María cuidándonos a todos en un acto póstumo sublime de amor.

    Cristo, el primogénito de toda la creación, “por el que se hizo todo y nada llegó a ser sin Él”, como nos enseña el Papa Francisco en su carta Encíclica “Alabado Seas”, vive y muere casi como un desconocido, pero fue “la piedra angular”, la que rechazaron los constructores y que llegó a ser el “antes y después” en la historia con su mensaje de paz, amor y perdón.