¿Cuál será el futuro del ser humano? Muchas veces nos hemos planteado esa pregunta desde el atril de la literatura, del teatro, de la ciencia, de la religión o del cine. Así, han surgido narraciones de todo género y tipo: epopeyas, leyendas, anécdotas, historias, utopías y distopías.
Sin embargo, la interrogación sobre el futuro de los hombres no podemos desvincularla del cuestionamiento de cuáles serán los hombres del futuro. Sí, porque si no podemos separar el futuro del abono que hagan los hombres actuales, tampoco podemos escindirlo de la aportación de las generaciones venideras.
El dramaturgo y poeta alemán, Bertolt Brecht, quien nació en 1898 y falleció en 1956, escribió una poesía titulada: A los hombres futuros, donde señaló que nació en una época de tiempos difíciles, pero que aún se vivían tiempos sombríos por culpa del desgano y egoísmo de los hombres de su generación:
“Vosotros, que surgiréis del marasmo en el que nosotros nos hemos hundido, cuando habléis de vuestras debilidades, pensad también en los tiempos sombríos de los que os habéis escapado”.
Recordó que, en esos tiempos aciagos, se experimentaba una inestabilidad proverbial: “Cambiábamos de país como de zapatos a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella”.
No obstante, precisó que tampoco el odio, el egoísmo o el rencor son la solución para cambiar las cosas: “Y, sin embargo, sabíamos que también el odio contra la bajeza desfigura la cara. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros, que queríamos preparar el camino para la amabilidad no pudimos ser amables. Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos en que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia”.
¿Preparo con esmero el futuro?