El progreso tecnológico ha hecho posible el acceso a muchos libros. No es lo más recomendable leer en pantalla porque cansa mucho la vista, pero muchas veces es más fácil conseguir ejemplares electrónicos que la edición material. Hoy, es fácil contar con una biblioteca de PDFs, cuya colección es portable en una pequeña memoria, de ahí que se pueda uno convertir en biblioteca ambulante.
Sin embargo, seguimos añorando el inmenso placer de leer un libro en papel, en su edición original, para disfrutar su inconfundible olor, la textura del papel, la calidad de la edición y los concomitantes gozos de viajar con un compañero, cerrar por un momento el libro y disfrutar ensoñadoramente el contenido de las líneas que acabamos de leer.
Milan Kundera, el inolvidable escritor checo que partió recientemente a su viaje eterno, pronunció en junio de 2012 un brillante discurso en la Biblioteca Nacional Francesa, donde expresó su preocupación por el futuro de la literatura:
“Me parece que el tiempo, cuya marcha continúa, implacable, empieza a poner en peligro los libros. Debido a esta angustia, desde hace varios años he incluido en todos mis contratos una cláusula que estipula que se deben publicar en la forma tradicional de un libro, que se los lea solamente en papel y no en una pantalla”.
Lógicamente, no se le cumplió totalmente este deseo, pues, aunque sus libros se publicaron en papel, hoy existen muchas copias electrónicas. No obstante, su preocupación era real: “La gente que camina por la calle ya no tiene contacto con quienes los rodean, ni siquiera ven las casas que pasan, tienen cables colgando de las orejas. Gesticulan, no miran a nadie, nadie los mira. Me pregunto, ¿siguen leyendo libros? Es posible, pero, ¿por cuánto tiempo más?”
¿Leo libros físicamente?