El inglés antiguo tenía tres géneros gramaticales y sus artículos, sustantivos y adjetivos se declinaban según su función en la oración.
Mientras que muchas palabras podían compartir la misma raíz y parecerse entre ellas, el mismo sustantivo podía ser masculino para uno pero femenino para otro. Un ejemplo moderno de este fenómeno se ve en la palabra “idioma” que en alemán es die Sprache (femenino), pero en noruego es Sproke (neutro).
Además, el ancestral nórdico -como el noruego moderno- no tiene artículo definido que precede el sustantivo. Tiene una partícula definida, un sufijo que va al final de la palabra. Todo esto afectaba la declinación de los sustantivos y los adjetivos según su función en la oración.
“Imaginémonos a Yorkshire en el Siglo 9”, propone el profesor Millar refiriéndose a una conversación entre los hablantes del anglosajón y el nórdico viviendo lado a lado.
“Tratarán de buscar un terreno en común, y como lo que es común son las palabras y no la información gramatical, lo hacen simplificando y racionalizando el sistema”.
Entonces la conversación se daría sin esos artículos definidos, “la eliminación del género gramatical nivelaba el terreno para que todos se pudieran entender”.
Para otros, sin embargo, no es cuestión de entendimiento sino de fonología.
“No nos deshacemos de cosas porque otros no entienden. Si alguien no entiende, ese es problema de ellos”, expresó a BBC Mundo Aditi Lahiri, fonóloga y profesora de lingüística de la Universidad de Oxford.
“El género gramatical se marca con sonidos especiales. La fonología nos muestra cómo los sonidos cambian en contexto y cómo desaparecen en un contexto en particular”, indicó la profesora Lahiri.
“En alemán, por ejemplo, el artículo definido tiene tres formas: der, die, das (masculino, femenino y neutro). Der se pronuncia casi como ‘dea’ y si la consonante final de das desapareciera, sería realmente difícil diferenciar entre los tres artículos”, explica la académica. “Muchos idiomas pierden la calidad distintiva de la vocal cuando está en una posición no acentuada.
“La falta de contraste sonoro, neutraliza el contraste de género. Si no hay marca fonológica que informe qué género tiene la palabra, el contraste desaparece. La única manera de conocer el género de una palabra neutralizada sería por la declinación del adjetivo, pero este también se neutralizó (en inglés)”.
Es cuestión de una erosión gradual, indica Aditi Lahiri. Si el sonido no es suficientemente contrastante se va a diluir. Las siguientes generaciones ya no van a tener esa referencia y poco a poco desaparece.
Es muy difícil establecer cuándo se establecieron estos cambios, pero el profesor Millar sospecha que el la forma hablada, los pueblos se deshicieron de ese contraste bastante rápido en los diferentes dialectos, aunque no al mismo tiempo.
Pero en el idioma escrito, la primera señal que hay del fenómeno sucede a comienzos del Siglo 5, con la glosa inglesa de los famosos Evangelios de Lindisfarne, uno de los manuscritos más importantes que sobreviven de la Inglaterra anglosajona.
“En gran parte está en lo que llamaríamos inglés antiguo clásico, pero también incluye dialecto northumbrio añadido por el glosador, un sacerdote llamado Aldred”, cuenta Millar. “Él usa un artículo definido ‘incorrectamente’, un artículo definido femenino con un sustantivo neutro”.
Ese “error” es algo que la población en el suroccidente de Inglaterra, donde se hablaba el sajón occidental, nunca haría. Pero hay una difusión gradual del uso no específico del género y aparece una ambigüedad creciente sobre cuál era la forma correcta, dice el lingüista de la Universidad de Aberdeen. Empieza en el norte, más o menos en el Siglo 9, y gradualmente se difunde hacia el sur.
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