¿El INE no se toca, el INE se vende, el INE se traiciona?

    SinEmbargo.MX

    La traición que Edmundo Jacobo Molina jugó a la ciudadanía, que ingeniosamente salió a defender un INE que en su imaginario estaba amenazado, va a quedar en la historia de México registrada como el judaízo FIFI.

    Y es que, esa es la naturaleza de los que han construido su conciencia política bajo los principios conservadores del individualismo y del todo tiene un precio.

    Quienes venimos desde antes de 1968 aprendimos a lo largo de este batallar por una vida libre y democrática, que personalmente adquirimos una responsabilidad mayor con la colectividad que la que tenemos con nosotros o con nuestra familia. Que quienes nos apoyan en la lucha pública, social y política por una causa, esperan que su líder será lo suficientemente sólido para ser el último en abandonar el frente de batalla, confían totalmente en el líder, y el líder no puede escoger en los momentos más críticos por sus intereses, porque sus intereses personales por importantes que sean, siempre serán menores a los intereses de la causa que defiende.

    Conforme se fue desarrollando la lucha por el INE no se toca se fueron perfilando los liderazgos de ese movimiento, y se formó un verdadero imaginario en los seguidores de esa causa que estaban convencidos que atrás del Plan A y del Plan B, estaba verdaderamente en riesgo la democracia en México.

    Y también en su imaginario fueron formando sus dirigentes, sus líderes a los cuales confiar totalmente en la conducción de sus ideas, de sus miedos y de sus esperanzas.

    Pero los objetivos de los dirigentes están totalmente distanciados, inclusive antagónicos a los de sus seguidores.

    Ellos saben perfectamente que el INE no estaba en riesgo, que su objetivo era retomar el poder para ellos, y para eso necesitaban una causa real o ficticia.

    Ese es el tamaño del desprecio que sienten los dirigentes de la derecha por sus propios seguidores, están convencidos que ellos son la élite y los demás la masa, y que una vez tomada la dirección por ellos, podrán decir y repetir cualquier mentira, cualquier invención y expresión, tanto a sus seguidores que creen que el sector ciudadano que lo sigue se los va a creer y se los va a justificar.

    Así los vimos en las entrevistas que durante las marchas se les hicieron a ellos y a los manifestantes de pie, los dirigentes usaban puros juicios abstractos como la defensa de la democracia, como el riesgo del voto de los mexicanos, como la necesidad de un país con Estado derecho.

    Y los manifestantes decían que AMLO iba a controlar el resultado de la votación, que sus credenciales iban a perder todo el valor y ya no podrían identificarse, que desde el gobierno se iban a robar las urnas, y qué iban a poner al candidato del presidente por la fuerza.

    Como todo movimiento de masas (a la manera de los guiones cinematográficos), necesita identificar su movimiento, su esfuerzo y su riesgo, a enfrentarse a un acto represivo con la defensa de una persona o un grupo de personas qué se identifiquen con ellos, y esos individuos, representantes imaginarios ante los seguidores y activistas, no pueden definirse ni identificarse desde un principio, sino que la base va identificando y ubicando como los grandes líderes, a quienes en ciertas circunstancias que genera el mismo movimiento están en el mayor riesgo y deben ser causa de su apoyo.

    La defensa del INE se personalizó en la defensa de Lorenzo Córdova, de Murayama, y cuando se conoció el papel tan importante que jugaba en toda la estructura del INE el señor Edmundo Jacobo Molina, este se convirtió en un valladar en defensa del INE aun después de que Córdova y Murayama salieran del Instituto, ofreciendo a los manifestantes consuelo y fortaleza, de que alguien valiente, fuerte, defensor de la democracia, El Pípila del 2023, estaría para evitar que los nuevos consejeros atropellaran la democracia mexicana.

    Por eso, la lucha contra el artículo transitorio que eliminaba el puesto de Secretario Ejecutivo, se convirtió en un momento en el centro de la lucha de quien defendía la línea, defender a Jacobo Molina era defender al INE. Y en la defensa, este personaje estaba dispuesto en ayudar a cualquier extremo, inclusive a involucrar el Poder Judicial, en acuerdos y resoluciones ilegales y anticonstitucionales, y como ellos tienen el control del Poder Judicial, decidieron reinstalar a Jacobo, porque estaban convencidos de que sería el encargado de defender en el campo de batalla, junto con su ejército de asesores, la lucha práctica de los intereses de la causa.

    Por eso, la renuncia de Edmundo Jacobo Molina es una traición a sus seguidores, es una traición a los ciudadanos que salieron a la calle creyendo que sus líderes eran incorruptibles y totalmente respetables, los ciudadanos que defendían la línea no advirtieron nunca que verdaderamente estaban defendiendo los privilegios de unos cuantos, y que esos cuentos, eran capaces de cualquier acto perverso para servirse del movimiento.

    Y la ciudadanía honorable y respetable que salió a las calles y gritó el INE no se toca, que defendió su derecho a votar y elegir en el futuro a quien ellos decidieron confiar plenamente, en Edmundo Jacobo, quien una vez reinstalado se sostendría en el punto, encargado de supervisar y de enfrentar Incluso los nuevos consejeros, porque él circunstancialmente se convirtió en el líder que personalmente garantizaría la defensa del INE en cualquier circunstancia. Los tres mosqueteros defensores de INE eran Córdova Murayama y Jacobo Molina.

    Pero ahora, en un solo día, se desintegró el trío que representaba las mejores causas por la defensa de la democracia. Dos de ellos se van por efectos de la ley y no pueden volver a reelegirse, pero antes de irse han convocado a la ciudadanía para que los nuevos consejeros garanticen los intereses de la democracia que los manifestantes defendían, y la esperanza personalizada de la defensa de la democracia era Jacobo Molina, y bella traición que Jacob le jugó a los ciudadanos que creían defender la democracia defendiendo el INE anterior. En cuanto Edmundo Jacob Molina se sintió el centro de la atención y de la responsabilidad de enfrentar, cueste lo que cueste, a los nuevos consejeros, de poner en riesgo su patrimonio, su persona y a su familia, Jacobo preguntó como cualquier cobarde, cuánto me pagarán por mi liquidación y le contestaron que 10 millones de pesos. Pero, además, se quitaba de encima la responsabilidad de convertirse en el icono personalizado de la defensa de la democracia, y explica con todo cinismo que a él no le gusta ser el centro de atención, que él es técnico, y que prefiere renunciar previa recepción de una jugosa liquidación y retirarse a la vida privada.

    Vaya fiasco, vaya traición, vaya vulgaridad y responsabilidad social, oportunismo y amor por el dinero, esa es la materia prima de la cual está hecha Edmundo Jacobo Molina, y en el momento más crítico, en el momento de la transmisión, se sale por la fuerza la falsa, y deja abandonados a los que seguían creyendo que su defensa del INE era la defensa de la democracia, ahora la frase de lucha se ha transformado: EL INE NO SE TOCA, EL INE SE VENDE .

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