El juego contra la violencia

    El juego es una actividad esencial para nuestra vida en sociedad, no solo es saludable en la infancia, también lo es en la adultez. En las comunidades tradicionales -llamamos así a las sociedades que mantienen su identidad cultural- es común que exista, en diversas ocasiones, en comunión con el canto, con el baile.

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    Stuart Brown, uno de los más destacados investigadores del papel del juego en nuestro crecimiento individual y en la integración social explica qué pasa cuando el juego está ausente: “una revisión de los asesinos en serie ..., o potencialmente aquellos con un núcleo psicótico, ha demostrado, en la mayoría, que el juego saludable estaba seriamente ausente en sus vidas. Esto no es para disminuir las contribuciones de otros factores como el abuso, la humillación, la disponibilidad de armas, etc. como factores en estos crímenes atroces, pero la evidencia tal como la he revisado demuestra la ausencia de experiencias de juego saludables en los antecedentes de estos trágicos perpetradores”.

    A través del juego los niños y las niñas aprenden a encontrarse con otros y otras, aprenden a socializar, a inventar juegos, establecer reglas, hacerlas respetar, siempre en grupo. De esta manera, experimentan el establecimiento de acuerdos, se comprometen a cumplirlos y se acuerdan consecuencias para quienes no los cumplen. Y este proceso lo realizan jugando, divirtiéndose. Es una experiencia en pequeño de lo que llamamos el “contrato social” sobre el que se establece una sociedad. Jugando, divirtiéndose, se aprende a vivir en sociedad, el lugar de uno y del otro, de nosotros y de ellos. De los juegos que inventan pasan a disfrutar de los juegos que tienen reglas previamente establecidas, una experiencia básica para convivir en sociedad.

    Stuart Brown dedicó más de 45 años de trabajo a estudiar el papel del juego en el desarrollo de las personas, a través de miles de entrevistas y, gracias a la oportunidad que le ofreció la Fundación National Geographic, observó y documentó el papel que tiene el juego en el desarrollo de diversas especies animales, especialmente mamíferos. Brown cita a Jaak Panksepp en The Archaeology of the Mind, “Un enfoque científico riguroso del juego revela que todos los mamíferos poseen un sistema cerebral fundamental, JUEGO, que explica la inclinación universal a jugar. La investigación actual sugiere que el sistema JUEGO puede ser especialmente importante en el desarrollo epigenético y la maduración del neocórtex ... el reconocimiento universal de la necesidad de cada niño de jugar puede ayudar a dar forma a políticas sociales y educativas sabias en el futuro”.

    Y no solamente se reconoce el papel del juego en niños, niñas y adolescentes (NNA), se reconoce en los adultos. Y el juego nada tiene que ver con el deporte y, menos, con el deporte competitivo y el fanatismo que se deriva de él como espectáculo de masas. El juego es una experiencia personal, íntima, y en plena convivencia con los otros. Los efectos en el desarrollo personal pueden ser profundos. Stuart Brown los describía así: “La privación sostenida, moderada a severa del juego, particularmente durante los primeros 10 años de vida, parecía estar relacionada con una desregulación emocional muy variada pero prácticamente omnipresente; es decir, una mayor prevalencia de depresión, una tendencia a quedar atrapado en percepciones rígidas e inflexibles de las opciones disponibles para la adaptación, disminución del control de los impulsos, menos autorregulación, mayor predilección adictiva, disminución del manejo de la agresión y fragilidad y superficialidad de las relaciones interpersonales duraderas. La prevalencia de estas disfunciones fue marcadamente mayor en aquellos con privación moderada a severa que en aquellos cuyas historias demostraron patrones de juego saludables sostenidos a lo largo de la vida. Cuando estaban estresados, los individuos deficientes en el juego generalmente se volvían impulsados por el estado de ánimo y carecían de las alternativas experienciales derivadas del juego para aliviar su impulso emocional”.

    Susan Linn, psiquiatra y terapeuta de niños, autora del libro Consuming Kids, explica que jugar es un componente fundamental para una niñez sana y está profundamente ligado a la creatividad. La habilidad de jugar es central para desarrollar la capacidad de tomar riesgos, experimentar, pensar de forma crítica, actuar en lugar de reaccionar y, sobre todo, es el ambiente en el que se adquieren habilidades motoras, estéticas, sociales, entre otras. La creatividad, por su parte, explica Linn, se caracteriza por la originalidad, el pensamiento crítico y la capacidad tanto de reconocer la dificultad de un problema como la búsqueda de soluciones.

    Para Linn, los mejores juguetes son creativos, imaginativos, formativos, y sirven como herramientas que ayudará a los niños a explorar, comprender y adquirir dominio sobre el mundo y sus valores. Sin embargo, debido a la glorificación del consumismo, resulta más difícil proveer a los niños con un ambiente que propicie la creatividad o el pensamiento original, convirtiendo a los niños en espectadores del juguete. El juego es social, el juguete actual tiende a limitar, a aislar. El juguete actual tiende a formar parte de una mercadotecnia que vincula al juguete con marcas, personajes y toda una cadena de consumo. Puede ser un personaje en forma de juguete que pertenece a una película, se encuentra impreso en una camiseta, le da forma a una mochila para la escuela y está en la cajita feliz de McDonald’s. Es un medio para atrapar como consumidor a NNA.

    El juego es una actividad esencial para nuestra vida en sociedad, no sólo es saludable en la infancia, también lo es en la adultez. En las comunidades tradicionales -llamamos así a las sociedades que mantienen su identidad cultural- es común que exista, en diversas ocasiones, en comunión con el canto, con el baile.

    En la mercantilización de todos los aspectos de la vida las políticas educativas, culturales, de salud y sociales, en general, deben poner en el centro la creación de las condiciones para el juego como forma de cohesión comunitaria, de salud pública, e, incluso, de combate a la violencia.

    De hecho, las prácticas pedagógicas más exitosas para el desarrollo y el aprendizaje infantil tienen como premisa el juego. Así que hay que jugar y buscar las condiciones para que nuestros niños, niñas, adolescente y adultos, recuperemos y tengamos las condiciones para jugar.

    Dedico este artículo a los amigos y amigas con quienes jugaba de niño en la calle de Olivos en San Mateo, con quienes aprendimos a socializar, recuerdo a quienes aún están y a quienes se han ido más recientemente, como nuestro querido amigo “Geroben”.

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