El mayor bien para el mayor número de personas

25/07/2023 04:02
    “El mayor bien para el mayor número de personas”
    Las decisiones que se tomen desde lo público, desde lo político no son fácil, siempre se ponderan los costos, tenemos incluso que hacer un esfuerzo más fuerte por definir qué es el bien, quiénes son la mayoría, quiénes son la minoría, hacia dónde queremos ir y por cuánto tiempo estamos dispuestos a esperar, no hay en ninguna de sus formas, ni decisiones, ni acciones simples, y nos hacemos responsables activamente o esperamos pasivos el resultado de nuestra inacción, o más peligroso aún, de nuestra irreflexión.

    Esta fue una semana intensa en debates, desde la sesión en Implan, los grupos vecinales y hasta un panel al que fui invitado, la disertación de distintas visiones que tenemos de ciudad es cada vez más evidente. Queda más y más claro en cada ocasión aquello que he escrito por acá y es que tenemos diferencias de significado y significantes en la conversación pública. Me explico, el significante es la traducción fónica de un concepto, es decir; si hablamos español y yo digo: Quiero hacer el bien, ustedes entenderían perfecto este enunciado, sin embargo, el significado es el correlato mental del significante, dónde “quiero”, “hacer” y “bien”, tienen diferentes connotaciones respecto a lo que significan en mí y lo que significan en ti. Es allí dónde he reiterado que “una mejor ciudad” es un enunciado en el que todos sin excepción estamos de acuerdo en lo que ha significante refiere, sin embargo con profundas diferencias en cuanto al significado.

    Cuando Jeremy Bentham desarrolló su principal obra titulada “Introducción a los principios de la moral y la legislación” en 1789, le adjudicaron la famosa frase del utilitarismo: “El mayor bien para el mayor número de personas”, como un resumen conciso de los principios fundamentales de su postulado sobre la búsqueda de la mayor felicidad para la sociedad en general, desde entonces ha quedado claro cómo el utilitarismo expuesto por Bentham ha funcionado como un norte para algunos en la política moderna y sus democracias, si bien su popularidad como recurso está más que justificada ya que en su desarrollo es bastante lógico tiene también a lo largo de estos años críticas importantes, sobre todo las más recurrentes como:

    1.El riesgo que este conlleva de pisotear derechos y garantías individuales de las minorías.

    2. Dificultad para medir la felicidad y por lo tanto el éxito de la medida tomada en beneficio de la “felicidad de la mayoría”.

    3. Injusticia en la distribución del “bien” y los “bienes”.

    4. Imposibilidad de predecir todas las consecuencias.

    Y yo agregaría una, las diferencias que existen en el significado de “bien” y “felicidad” incluso para las mayorías.

    Con esto quiero decir que las decisiones que se tomen desde lo público, desde lo político no son fácil, siempre se ponderan los costos, tenemos incluso que hacer un esfuerzo más fuerte por definir qué es el bien, quiénes son la mayoría, quiénes son la minoría, hacia dónde queremos ir y por cuánto tiempo estamos dispuestos a esperar, no hay en ninguna de sus formas, ni decisiones, ni acciones simples, y nos hacemos responsables activamente o esperamos pasivos el resultado de nuestra inacción, o más peligroso aún, de nuestra irreflexión.

    Perdón si resulto reiterativo, pero durante esta semana también fue latente la necesidad de elevar el nivel del debate público, por un lado recibí incluso el discurso de que el debate resultaba innecesario, quiero pensar que se referían a las conversaciones estériles que no iban a resultar en ninguna política pública nueva, ni tampoco al desarrollo de un nuevo programa o la ejecución de acciones de gobierno, porque de otro modo ni siquiera lo entendería como sugerencia, el debate es necesario para encontrar síntesis que nos permitan avanzar y en este momento también es de alta urgencia no solo debatir las diferentes visiones de ciudad o país que tenemos, sino además, de subir el nivel del mismo y buscar fundamentar los juicios y afirmaciones que presentamos en nuestra conversación, argumentar desde la reflexión y documentación profunda y muy importante, separar las ideas de las personas.

    Todas las personas merecen respeto, las ideas no y criticar un argumento o una idea no es un falta de respeto, es darle la oportunidad de fortalecerse o en su caso eliminarse para encontrar una nueva que sustituya la anterior; esta semana también esta conversación ha desprendido en toda clase de ataques personales, desde juicios a priori hasta ataques a mi persona, al final, entiendo, la postura raspa y cuando uno se suma a la conversación pública se vuelve la personalización de ciertas ideas, las mías y las que los demás dicen que son mías (que no son lo mismo), sin embargo y aunque resultaría más cómodo observar, guardar silencio y distancia, retomo también la frase de mi compañera Raquel Zapien, cuando dijo en el mismo panel: “Sería fácil no hacer nada, pero prefiero hacer algo desde el idealismo activo a hundirme en el pesimismo y la inacción con esta realidad que nos golpea en la cara todos los días”.

    Raquel es un ejemplo y nos recuerda a todos que los ejemplos están allí afuera para que nosotros tomemos una causa y nos convirtamos en uno.

    Es cuánto.