El miedo

ALDEA 21

    Se dice que el miedo es la reacción ante un peligro inminente y que se genera por una variedad de estímulos que surgen de la emoción de las personas, que su origen pueden ser de tipo cultural, aprendido o condicionado. Es cultural por ejemplo, el miedo a las serpientes en nuestra civilización cristiana, pues se asocia comúnmente con lo malo, lo perverso, lo peligroso, en cambio entre los mayas la serpiente era un signo calendárico de buena fortuna. Igual el miedo se vive por el referente de un suceso, la persona no necesita estar en contacto directo con la experiencia para sentir miedo, basta con tener la referencia. Y se dice que es condicionado porque puede ser inducido hasta generar en la persona cierto condicionamiento sobre algunas cosas o situaciones.

    El miedo es un tema muy complejo que puede estar fuera de nuestra comprensión. Sin embargo, aunque no esté a nuestro alcance entender del todo esta emoción, eso no evita que vivamos con miedo o sin él y mucho menos que lo sintamos de una forma en particular.

    Para la escritora mexicana, Guadalupe Nettel, le tememos a la muerte, a la violencia, a la tortura, al abuso, a la pérdida de nuestros seres queridos. Tenemos miedo de la enfermedad, de la decrepitud, de la pérdida de la memoria y de nuestros recursos; miedo a los otros, a los extraños y a lo que podrían hacernos; al ridículo; a dejar de ser quienes somos; miedo a perder el control de nuestra vida. Sin embargo, el miedo puede ser también una reacción de supervivencia con la que el cuerpo nos incita a salvar el pellejo, aunque si se prolonga demasiado tiempo causa depresión y parálisis. No por nada los tiranos de todas las épocas lo han utilizado como principal estrategia de coerción.

    El miedo, siempre presente en la historia de la humanidad, nos acompaña en todas las formas posibles de nuestra imaginación y emociones. Pero el miedo a la muerte es el que más nos aflige, en tanto que lamentamos su condición de inevitable. Así nos preguntamos, como el poeta Jaime Sabines, ¿quién me untó la muerte en la planta de los pies el día de mi nacimiento?

    Pero lo cierto es que el miedo es como una sustancia que nos circula por el cuerpo y en la mente buscando siempre refugio, una forma muy extraña de orfandad y angustia, como si tratara de encontrar puerto en un mar donde no hay horizonte. Así el miedo ha sido preocupación y ocupación de los humanos.

    En la actualidad el miedo es una condición prácticamente cotidiana en la vida de las personas, se acumula y crece en tanto se involucra cada vez más en actividades de la sociedad. En pleno Siglo 21, el miedo está prácticamente en todos lados y su presencia se multiplica constantemente, por ejemplo, hoy día se teme a los alimentos y sus consecuencias en la salud, miedo a la violencia en las calles, miedo a la soledad, a fracasar, a la edad, a no ser reconocido, a perder el estatus social, la salud o el empleo, y a una larga lista de temores que mantiene a la personas alertas de lo que pudiera suceder, un miedo ante la tentativa de la vida. Una vida que se vive a partir del miedo y la búsqueda de la certeza, de estar seguro, siempre en vigilia. De ahí que hemos justificado al miedo como nuestra principal garantía para sobrevivir.

    También están los miedos como instrumento de control, consumo y comportamiento social. En México tenemos el ejemplo de la violencia y la impunidad de la delincuencia organizada. Por más de 20 años hemos padecido los horrores de las guerras contra y entre el narcotráfico. Un miedo que se instaura ante la falta de un Estado de Derecho que garantice condiciones de seguridad.

    Otra versión de miedo a gran escala es la pandemia del Covid-19, un miedo que se convierte en amenaza real al no contar con instituciones públicas que garanticen la salud ante los contagios, como tampoco se confía en las vacunas para evitar la enfermedad.

    Estos dos ejemplos de miedo colectivo, son referente de cómo una sociedad puede verse limitada o paralizada. Para el filósofo y político italiano, Nicolás Maquiavelo, “Los hombres se conducen principalmente por dos impulsos: o por amor o por miedo”. Considerando esta idea, podríamos pensar que lo que mueve a esta civilización es el miedo y no el amor.

    Por su parte, Aldous Huxley explica que “el amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”.

    Es por eso que quizá sea momento de pensar cómo afecta el miedo a nuestra sociedad y reconocer que es el miedo y no el amor lo que mueva nuestras vidas.

    Hace ya algunos años, charlando con mi amigo, el señor Sergio Navarro Calderón, un hombre profundamente religioso con el que conversaba distintos temas de la vida, me dijo: “te voy a escribir en un papel algo que hace muchos un hombre mayor me entregó de la misma manera, lo escribiré y lo pondré en la bolsa de tu camisa, y después, cuando estés a solas la lees y la reflexionas, a mí me ayudó a entender muchas cosas en mi vida”. Así lo hice y cuando al día siguiente recordé estando en el cuarto de mi casa, tomé aquel pequeño papel, lo desdoble para ver lo escrito y encontré lo siguiente: “El miedo es el diablo”....

    Hasta aquí mis reflexiones, los espero en este espacio el próximo martes.

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