Un dicho muy frecuente entre las personas mayores es el siguiente: “Los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano, y todavía te sobran dedos”. Con esta sentencia advierten la dificultad de cultivar una amistad leal, noble y sincera, porque hay supuestos amigos que solamente se dedican a esquilar a las ovejas.
Por eso, en el libro del Eclesiástico (6,6-12), se aconseja: “Que sean muchos tus amigos, pero uno entre mil tu consejero. Si tienes un amigo, comienza por probarlo, y no te confíes presto a él. Porque hay amigos de ocasión, que no te son fieles el día de la tribulación. Hay amigos que se vuelven enemigos, y descubrirán tus enredos para tu vergüenza.... Mientras van bien las cosas será otro tú y se mostrará afable con tus servidores; pero si eres humillado, se volverá contra ti y se esconderá de tu vista”.
Es tal la fuerza de la amistad, que es común afirmar que a los amigos se les elige, mientras que a los hermanos no: “Más vale vecino cercano que hermano distante” (Prov 27,10). “Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!” (Ecl 4,12).
La verdadera amistad supera con creces al simple compañerismo, pues el amigo sincero es como una fortaleza firme y un tesoro invaluable: “Un amigo fiel es un refugio seguro; el que lo halla ha encontrado un tesoro. ¿Qué no daría uno por un amigo fiel? ¡No tiene precio!”.
Por eso, resulta excesivo el deseo de Roberto Carlos cuando canta: “Yo quiero tener un millón de amigos”, sobre todo en esta época de seguidores sociales, más que amigos. El antropólogo Robin Dubar expresó que la cifra de amigos sólo puede llegar a 150.
¿Cultivo verdaderos amigos?
