El pasatiempo de insignificar la violencia

OBSERVATORIO
    En el ámbito estatal que nadie festeje el supuesto abandono de Culiacán del ranking criminal que lo mantenía dentro de la clasificación del medio centenar de urbes con el warning internacional por inseguridad. Sí se trata de un dato alentador, sin duda, pero analizadas las proporciones llega en tiempo inoportuno después de la redundante acción de delincuencia organizada que el 5 de enero vivió el solar de los tres ríos, evento de anarquía que no entra en el periodo evaluado para determinar dicha pacificación culiacanense.

    alexsicairos@hotmail.com

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    Frente a hechos como la declaración de culpabilidad que la Corte de Brooklyn, Estados Unidos, hizo contra Genaro García Luna; la salida de Culiacán de la lista de las 50 ciudades más peligrosas del mundo por la violencia, y la secuencia de vehículos incendiados en diferentes puntos de la capital de Sinaloa, deben cuidarse los aspectos narrativo y declarativo respecto a coyunturas de seguridad pública con tal de evitar que la palabra y la perspectiva se reviertan en efecto búmeran contra las instituciones y quienes las presiden.

    Es de elemental custodia la correlación entre discurso y realidad tratándose de un tema que implica gobernabilidad, víctimas, células criminales, registro estadístico y esencialmente ciudadanos que observan, miden y padecen hechos de delincuencia común u organizada sin que necesiten de la mentira para experimentar mayor vulnerabilidad. Lo que se expresa desde el lado gubernativo, según como se diga, induce confianza o desánimo.

    Por ejemplo, en el ámbito estatal que nadie festeje el supuesto abandono de Culiacán del ranking criminal que lo mantenía dentro de la clasificación del medio centenar de urbes con el warning internacional por inseguridad. Sí se trata de un dato alentador, sin duda, pero analizadas las proporciones llega en tiempo inoportuno después de la redundante acción de delincuencia organizada que el 5 de enero vivió el solar de los tres ríos, evento de anarquía que no entra en el periodo evaluado para determinar dicha pacificación culiacanense.

    Lo otro: persiste algún segmento del narcotráfico que es tenaz en mantener encendida la flama del miedo tal vez para que sea la chispa de nuevos episodios de violencia exacerbada. Durante esta semana son reportados casos de vehículos incendiados de manera dispersa e intermitente en Culiacán que, ante la imposibilidad del aparato de seguridad pública de esclarecerlos, clavan en la percepción colectiva la aguja de la zozobra.

    En lo que se refiere al veredicto del jurado de la Corte Federal del Distrito Este de Nueva York, que encontró culpable de varios delitos a Genaro García Luna, ex Secretario de Seguridad Pública del gobierno de Felipe Calderón, llama la atención el desbordamiento de expresiones que dan por abatida la impunidad en México y le otorgan el sesgo de triunfo político a lo que es la victoria jurídica del sistema estadounidense de justicia.

    Se incurre en el absurdo de descartar el cotejo de circunstancias, las de ayer y las de ahora, para determinar los equilibrios indispensables que hagan notar que durante la guerra que el ex Presidente Calderón le declaró al narcotráfico en diciembre de 2006, que ocasionó 121 mil 613 muertes violentas, el número de víctimas fue menor a las reportadas en los cuatro años transcurridos del régimen autonombrado Cuarta Transformación, con 137 mil homicidios dolosos al 1 de diciembre de 2022. Y que por lo tanto al exigir justicia para los inocentes caídos en el calderonismo también clamamos que la ley alcance a los asesinos de gente pacífica en el amloísmo presente.

    El problema es que, a pesar de tratarse de la misma violencia e igual pérdida de vidas humanas como secuela de la barbarización, hablamos del fenómeno cruel con similar trivialidad que abordaríamos asuntos como el clima, la ropa que viste el vecino o el estado del tránsito vial. Metemos nuestros temores, la flaqueza popular y la apatía del Estado a cuidarnos, dentro del small talk colectivo que al ser inducido desde el Gobierno nos vuelve socialmente más frágiles.

    En el caso de Sinaloa, por fortuna los gobernantes fueron prudentes en lo referente a que el Consejo Ciudadano para la Seguridad y la Justicia Penal sacó a Culiacán del grupo de las 50 ciudades más violentas del mundo tras la evaluación de homicidios dolosos registrados en 2021. “Es un avance, pero no da para cantar victoria”, resumió el Gobernador Rubén Rocha Moya y el Alcalde Juan de Dios Gámez Mendívil lo tradujo en el exhorto a redoblar esfuerzos porque la seguridad pública aun no llega a buen puerto.

    Como estrategia para la paz tendría que uniformarse la actitud a presentar cuando el fenómeno delictivo adquiere preponderancia en la conversación pública y ello conlleva a la trampa de trivializar el debate. El apremio consiste en impedir en lo posible que a la acción del crimen los puntos de vista irresponsables añadan la alevosía de la voz infundada. Por ponerse de moda la práctica política de escupir hacia arriba la sociedad entra en confusión y resulta inmovilizada en su rol de primera generadora de soluciones.

    En concreto, mucho cuidado cuando en la comentocracia mexicana que invade todos los espacios, y en la banalización de los podios políticos, ocurra la verborrea oportunista que expele versiones sobre la violencia sin más filtro que el de la habladuría. La autenticidad queda derrotada por verdades a medias y mentiras completas fraguadas en el desespero por colgarse medallas manchadas con sangre, o bien imponer la razón personalísima por encima inclusive de la veracidad de los hechos. Así es como adquieren forma hipótesis engañosas que son la ambrosía de fake news y de autenticidades manipuladas desde la función pública.

    Reverso

    Nunca faltó el charlatán,

    Que nos ofreciera la paz;

    Lo hicieron el PRI y PAN,

    Y hoy el Morena locuaz.

    Rastros del ‘Culiacanazo 2.0’

    La organización ciudadana Construyendo Espacios para la Paz presentó el informe mensual en materia de seguridad pública que en enero refleja el impacto del “Culiacanazo 2.0” con efecto contagioso en incidencia delictiva. Por ejemplo, en Sinaloa los homicidios dolosos aumentaron a 64 casos contra 53 denunciado el mismo mes de 2022; el robo de vehículos casi se triplicó pues de 323 sucedidos en enero de 2022 crecieron a 853 para enero de 2023, y en robo a local comercial se duplicaron los hechos con 86 en el primer mes de 2022 y 160 en 2023.

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