El porno y el género urbano

    La verdad nunca quedó del todo claro si el Gobernador entregó la presea a Maluma por ser un ejemplo de superación personal, por haberse ganado todos los premios que un cantautor de su género podía ganar o, como dijo, por retar a pensar y “desacomodar la imaginación” de la juventud.

    Hace cosa de dos años que se pronunció en contra de algunas decisiones tomadas por los organizadores del Grammy Latino. En aquella ocasión exigía más visibilidad al género urbano. Este año, el colombiano J. Balvin en un tweet volvió a alzar la voz: “Los Grammys no nos valoran, pero nos necesitan. Es mi opinión y nada en contra de otros géneros porque se merecen todo el respeto. Pero ya el truco está aburrido. Les damos Rating, pero no nos dan el respeto. (Pd. Estoy nominado, para que no vengan con que estoy dolido). José”.

    Weekend, el cantante que protagonizó el medio tiempo del superbowl pasado, seguramente le dará la razón. Estuvo casi todo un año en los primeros sitios de las listas de popularidad, y no fue nominado al premio. Este 2021, el parcero compite en dos categorías: mejor canción del año y mejor canción urbana. La nominación la tiene, que gane es otra cosa.

    Un par de veces he dicho que no soy seguidor del género musical urbano. En 2017, en este mismo espacio, publiqué “La cátedra Maluma” donde expliqué que me parecía un despropósito que el gobernador de Antioquia le entregara a este cantante la condecoración Escudo de Oro, por “ser un ícono de la nueva generación de jóvenes y referente del género urbano latino”. Maluma, dijo el Gobernador durante la ceremonia, “reta a la juventud a pensar, fluir, desacomodar la imaginación y a mostrar el poder de la superación”.

    La verdad nunca quedó del todo claro si el Gobernador entregó la presea a Maluma por ser un ejemplo de superación personal, por haberse ganado todos los premios que un cantautor de su género podía ganar o, como dijo, por retar a pensar y “desacomodar la imaginación” de la juventud. Creo que el Gobernador midió con la misma vara cosas que son enteramente distintas. Una cosa es el valor inspiracional que tiene una “historia personal de éxito” (y su influencia en el género urbano), y otra muy distinta el valor que tiene dicha influencia en la construcción de patrones culturales que mejoran a la humanidad, en este caso a la juventud.

    Señalo esto porque, como dice un buen amigo, Maluma y J. Balvin, son “poteiro-potato”, es decir, lo mismo. Talentosos y riesgosos, si de generación y consumo de contenidos culturales se trata. Me explico.

    En un artículo publicado el pasado domingo en The Guardian, Julie Bindel hace un breve recorrido por la manera en que el consumo de pornografía entre los jóvenes va moldeando algunas prácticas relacionadas con la sexualidad. El 90 por ciento de los videos porno que se producen y distribuyen en distintas plataformas promueven violencia hacia la mujer, la cual es llevada al plano personal, es decir, aplicada a la pareja. El caso de Gail Dines, la mujer que murió asfixiada por el “sexo rudo” de su novio, como refiere Bindel, es una muestra clara de la manera en que el consumo de cierta pornografía va distorsionando el sentido del ejercicio de la sexualidad, y muy particularmente el rol que en ella juega la mujer.

    Así pues, continúa Bindel, el porno que circula en las redes sociales y las plataformas pagadas, se ha convertido en “un script cultural donde se explota a la mujer y al mismo tiempo limita su libre expresión sexual y placer”.

    Para comprobar esto último, usted no necesita meterse a una página “hardcore”, basta con que vea el video “Perra” de J. Balvin, para que se dé una idea sobre la manera en que culturalmente, de manera consciente o inconsciente, la mujer ha sido cosificada y vista como un mero objeto sexual. Si no tiene estómago o tiempo para ello, le comparto algunas líneas de la canción, las cuales no tienen desperdicio:

    “Yo soy una perra en calor”

    ‘Toy buscando un perro pa’ quedarno’ pega’o

    Ey, eres una perra en calor (ajá)

    Y estás buscando un perro pa’ quedarte pega’;

    Yo soy una perra en calor

    ‘Toy buscando un perro pa’ quedarno’ pega’o

    Ey, eres una perra en calor (ajá)

    Y estás buscando un perro pa’ quedarte pega’ (ja, ey, ey).

    Vamo’ a encantarno’ como perro’ viralata

    Soy perra callejera con la popola de raza

    Te come’ este Purina, vamos pa’ la perrera

    Quedémono’ engancha’o en medio de la carretera

    ‘Toy en celo, ‘toy en calor

    Yo me abro en cuatro pata’, métanme un ventilador

    Vamo’ Colombia, capea blone’ de sabore’

    Pa’ cuando te arrebate’ la leche salga en colore’”.

    No es mi interés moralizar, ni satanizar las producciones del género urbano. El reggaetón, rap y el hip hop, me guste o no, seguirá escuchándose en la radio, eventos escolares, fiestas, antros y entregas de Grammys, los Óscar y lo que haga falta. El género surgió reivindicando causas que en su momento tuvieron y siguen teniendo sentido. No todas las canciones de J. Balvin o Maluma invitan a la orgía, el consumo de alcohol y la ostentación de la riqueza; algunas de sus canciones también hablan del amor, el disfrute de la amistad y la convivencia fraterna en barrios marginados. Más aún, exponentes como Calle 13 reivindican cuestiones que tienen que ver con la justicia social, la violación de los derechos humanos, los excesos en contra de grupos vulnerables, la violencia en las calles y, en particular, la que ejerce la policía contra ciertos grupos sociales.

    El punto es que la mayoría de las producciones de los Balvins, Farrukos, Bad Bunnys, Farinas y Malumas expone y normaliza una serie de prácticas sociales donde la mujer se cosifica y denigra sexualmente de una manera indigna y aberrante.

    Habrá quien diga que las mujeres que salen en los videos porno y de estos cantantes reciben una paga por ello, de ahí que nadie debe rasgarse las vestiduras. Sin considerar a las mujeres esclavizadas por la industria del porno (porque ese sería otro tema), enfocándonos solo en “el perreo”, queda por resolver el problema referido por Julie Bindel en The Guardian: la normalización de la violencia sexual que circula en las redes, tarde que temprano, llega a casa. Habría que ver cuánta de ésta se la debemos a los intérpretes del género urbano.

    Y por no dejar, van unas cuantas preguntas al margen: ¿Qué hay con la investigación de Emilio Lozoya? ¿Debemos acostumbrarnos a verle disfrutar paseando por calles y restaurantes? ¿El trato que se le da es parte del plan que la Fiscalía tiene para desmadejar las tramas de corrupción de alto nivel?

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