El retorno de los psicodélicos para el tratamiento de la depresión

    La depresión se define como ‘la pérdida del interés por aspectos importantes de la vida’. Los síntomas incluyen anorexia, insomnio o hipersomnia, aislamiento, falta de energía, apatía, ira, etc. El término ‘distimia’ se aplica para depresión ligera a largo plazo (dos años o más).

    Las personas luchando contra la depresión usualmente la ocultan en su vida diaria. “La depresión no tiene cara” es una realidad, muchas celebridades, conocidos, y familiares, que aparentemente llevan una vida normal, lidian con este y muchos otros padecimientos sin que nosotros nos percatemos de ello. Lamentablemente, muchas de estas personas terminan quitándose la vida.

    Hoy en día existen múltiples tratamientos, desde la terapia hasta la farmacología, sin embargo, a pesar de que existe una gran plétora de alternativas, la prevalencia de depresión, ansiedad, y adicción siguen aumentando cada año.

    La depresión se define como “la pérdida del interés por aspectos importantes de la vida”. Los síntomas incluyen anorexia, insomnio o hipersomnia, aislamiento, falta de energía, apatía, ira, etc. El término “distimia” se aplica para depresión ligera a largo plazo (dos años o más).

    La depresión es la discapacidad número uno a nivel mundial, y la depresión unipolar es la causa número diez de muerte prematura. La correlación entre la depresión y el suicidio es muy fuerte, siendo el suicidio la segunda causa de muerte en personas de 15-29 años. A nivel mundial, dos personas toman su vida cada minuto. De acuerdo a la OMS, el 4 por ciento de la población padece depresión.

    Algunos afirman que la depresión es un lujo para habitantes de países de primer mundo. Según esta lógica, en Sinaloa, donde muchas personas viven en un constante estado de alerta por la violencia o viven en condiciones de pobreza, la depresión es un problema no latente para ellos. Si alguien te apunta con la pistola o no sabes de dónde vendrá la próxima comida, no tienes tiempo para tal introspección. No obstante, lo más probable es que se deba a que en México no contamos con la infraestructura suficiente para tener un censo adecuado sobre la depresión y consecuentemente, reconocerla como una enfermedad. Asimismo, en un país como el nuestro, todavía existe el estigma social de externar los sentimientos y somos tercos cuando se trata de pedir ayuda profesional.

    Pero en lugar de recomendar a la gente con depresión que se “pongan pilas”, ¿que alternativas respaldadas por la ciencia les podemos recomendar?

    A mediados de la década de los cincuenta, el LSD y otras drogas psicodélicas tomaron al mundo de la medicina por sorpresa, y con justa razón. Diversos estudios sugerían que los alucinógenos eran efectivos para el tratamiento de trastornos psiquiátricos de difícil manejo. En la década de los setenta, la investigación cesó abruptamente debido a la reputación que adquirió como droga recreacional y fue catalogada como “droga de abuso” sin valor médico.

    Después de cinco décadas, la investigación con psicodélicos regresó con más vigor que antes. Distintas instituciones de renombre (Harvard, Stanford, Johns Hopkins, Imperial College London) ya concluyeron distintos ensayos clínicos con diversos psicodélicos (LSD, psilocibina, MDMA, ayahuasca, DMT) para el tratamiento de múltiples trastornos psiquiátricos.

    Si estas drogas prueban ser seguras y efectivas como estos estudios lo sugieren, estamos al borde de una revolución en la salud mental.

    Este grupo de drogas actúan en el cerebro al activar los receptores de serotonina, uno de los principales neurotransmisores encargados de regular el estado de ánimo y otras funciones cognitivas superiores.

    ¿Que es lo que hace a la terapia psicodélica tan poderosa?

    Los expertos explican que estas drogas trabajan a un nivel emocional y biológico muy profundo, generando en los pacientes una transformación que evoca sentimientos de “positivismo y benevolencia”. Estos medicamentos tienen un efecto biológico directo que permite sanar psicológicamente.

    El LSD, la psilocibina, y la ayahuasca, han mostrado ser efectivas en el tratamiento de ansiedad y depresión en pacientes con cáncer terminal, así como para pacientes con depresión, adicción, y ansiedad de difícil manejo.

    El MDMA, una droga que no genera introspección como el resto de los psicodélicos, ha mostrado ser una alternativa efectiva en pacientes con estrés postraumático, permitiendo el diálogo entre terapeuta y paciente. Usualmente, cuando se le pide a un paciente revivir aquellos momentos traumáticos, muchos de ellos son abrumados por la ansiedad y desesperación; una dosis controlada de MDMA les permite hablar y navegar esta experiencia de una manera más sosegada.

    Por último, los beneficios de este grupo de fármacos van más allá del tratamiento de trastornos psiquiátricos específicos. Estas drogas confieren una “personalidad más abierta”, además de evocar una mayor apreciación por experiencias nuevas, y una imaginación y curiosidad acrecentadas. Los datos muestran un efecto que persiste por 14 meses y probablemente más.

    Dado que los psicodélicos tienen el potencial de generar abuso y alucinaciones, los ensayos clínicos siguen protocolos muy rigurosos.

    Si padeces alguno de estos trastornos o conoces a alguien que lo padezca, y los tratamientos convencionales no han funcionado, consulta a un profesional (no vayas con un dealer).

    Lo más elemental que debemos de hacer ante un problema, en cualquier contexto de la vida, es reconocerlo, aceptarlo, y pedir ayuda.

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