"El sentido de la soledad"

Amyr Klink es un brasileño, hijo de padre libanés y de madre sueca, que se hizo célebre por sus innumerables viajes solitarios. Uno de sus viajes duró 642 días y pasó siete meses y medio inmóvil en una hibernación antártica. Esta experiencia radical le permitió encontrar el sentido de la soledad y apreciar mucho más el valor de la amistad.

 

“Pasados dos meses de tantas historias, empecé a pensar en el sentido de la soledad. Un estado interior que no depende de la distancia... ni del aislamiento; un vacío que invade a las personas... Y que la simple compañía o presencia humana no puede llenar. La soledad fue la única cosa que no sentía, después de que partí... nunca... en ningún momento. Estaba, sí, atacado de una voraz nostalgia. De todo y de todos, de cosas y de personas que desde hace mucho tiempo no veía. 

 

Pero la nostalgia a veces hace bien al corazón. Valoriza los sentimientos, enciende las esperanzas y apaga las distancias. Quien tiene un amigo, aunque uno solo, no importa donde se encuentre, jamás sufrirá de soledad; no estará solo”, escribió.

 

Es importante señalar que no concibe a la soledad como una carencia o un aislamiento, sino como un estado interior que se puede alcanzar a pesar de estar rodeado de otros seres.

 

Miguel de Unamuno concibió a la soledad como un elemento favorable e imprescindible para lograr el autoconocimiento, el conocimiento del prójimo y el conocimiento de Dios. La soledad, desde su perspectiva, se convierte en el pórtico de acceso al encuentro con los otros. La soledad buscada no es fría ni agria, sino dulce y cálida. “Si supieras lo que le debo a mis dulces soledades”, exclamó.

 

¿Disfruto momentos de soledad? ¿Me proporciona serenidad? ¿Le encuentro sentido?