En México, la remuneración de los académicos es modesta, en comparación con sus pares internacionales. Desde 1984, el gobierno mexicano ha ofrecido incentivos salariales para estimular la investigación científica y, de manera estratégica, incrementar el número de científicos en el país. Estos incentivos no solo buscan mejorar los ingresos sino también otorgar reconocimiento académico, haciendo del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) un objetivo codiciado dentro de la comunidad científica mexicana. No obstante, el sistema, basado en la acumulación de productos académicos, podría ser vulnerable a prácticas indebidas. Existen precedentes que han expuesto estas fragilidades.
Reconociendo el prestigio y la aspiración que representa el SNI en el panorama académico de México, es imperativo abordar las preocupaciones emergentes con un espíritu constructivo. Si bien no podemos afirmar que el sistema esté inherentemente corrompido, es nuestra responsabilidad como colectivo científico reconocer y prevenir cualquier desviación que amenace su integridad. El SNI ha establecido un estándar de excelencia que nos impulsa a indagar: ¿Cómo podemos salvaguardar su reputación y eficacia frente a los riesgos potenciales de malas prácticas?
Los criterios para ingresar y permanecer en el SNI varían. En términos generales, se podría resumir en la máxima ‘publicar o perecer’ (publish or perish en ingles), indicando que la producción de artículos en revistas indexadas y arbitradas es fundamental. La formación de capital humano es relevante, pero la publicación de los resultados de investigación prevalece como el indicador principal del desempeño académico.
El sistema es perfectible y susceptible a manipulaciones. Vamos a centrarnos en algunas de las infracciones más evidentes que facilitan el acceso y la permanencia sin un esfuerzo significativo. Un ejemplo claro es la inclusión de personas ajenas a la investigación en grupos académicos productivos, los cuales incluyen sus nombres de forma nominal en las publicaciones científicas del grupo sin una contribución real. Este ‘invitado’ no participa de manera activa pero se beneficia de los resultados.
Además, otra forma común de potencial corrupción en el sistema se manifiesta a través de lo que podríamos llamar una ‘maquila’ del trabajo científico. Podemos observar que algunos investigadores utilizan su posición para crear mecanismos de producción masiva de productos científicos, reduciendo la investigación a una operación casi industrial. Después de crear equipos de trabajo, estos funcionan como engranajes de una maquinaria que produce capital humano y publicaciones en serie, donde el nombre del líder del grupo figura como coautor por inercia, independientemente de su contribución real. Esta práctica subvierte la esencia de la investigación auténtica y socava la calidad del conocimiento que nos esforzamos por generar.
Reconocemos las reformas para atenuar las malas prácticas en el SNI, incluyendo evaluaciones por expertos y protocolos estrictos de coautoría, pero persisten retos en la detección de abusos. Proponemos auditorías aleatorias, mayor transparencia en comités y priorizar la calidad más que la cantidad de los productos de investigación. Es vital promover una cultura de integridad académica donde la auto-regulación y responsabilidad individual complementen las regulaciones.
Aquellos investigadores que día a día nos dedicamos a la investigación, redactando artículos científicos, promoviendo la divulgación, colaborando con colegas de otras entidades y formando la próxima generación de científicos a través de la docencia y la dirección de tesis, debemos mantenernos alertas. Resulta esencial que nuestras colaboraciones se orienten hacia el refuerzo y la mejora del sistema, evitando cualquier acción que pueda debilitarlo. Además de nuestra labor de investigación, es crucial reconocer nuestro rol en la educación y dirección de estudiantes, los cuales son fundamentales para la sostenibilidad y el progreso de la ciencia. Es nuestra responsabilidad colectiva como científicos preservar la integridad de un sistema diseñado no solo para elevar la calidad de nuestra investigación, sino también para garantizar una formación sólida y ética de los futuros profesionales. Todo esto con el fin último de enriquecer la calidad de vida de la sociedad.
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