El tiempo le dio la razón al INE

    Todo esto quedaría en una mera anécdota interpartidista, si no fuera porque Morena tiene todo listo para impulsar, durante el próximo periodo de sesiones ordinarias, la reforma política del Presidente López Obrador. La iniciativa pretende, entre otras cosas: reducir el financiamiento público a los partidos y permitir las aportaciones privadas; elegir a consejeros electorales mediante el voto popular; eliminar la elección directa de legisladores para que la ciudadanía vote por una lista de representantes propuesta por cada partido; así como desaparecer los órganos y tribunales electorales a nivel local para centralizar sus funciones en un solo instituto nacional.

    Las irregularidades en las votaciones para renovar a los congresistas nacionales de Morena dejaron como precedente, por si habíamos olvidado la historia, lo que ocurre en un ejercicio electoral que carece de un órgano encargado de vigilar que el procedimiento se realice apegado a los principios de legalidad, certeza e imparcialidad.

    Las votaciones internas de Morena estuvieron llenas de anomalías. Se percibió lo más rancio de las pasiones políticas, desde la manipulación de la lista de candidatos, la caída del sistema por un supuesto ataque cibernético, la intromisión de funcionarios públicos y agentes externos a la institución, el acarreo masivo de ciudadanos hacia las urnas, la compra de votos, la posibilidad de afiliarse múltiples veces al partido y sufragar en más de una ocasión en el mismo momento de las votaciones.

    Algunos morenistas sinaloenses, particularmente aquellos que dejaron en prebenda su capacidad crítica en el departamento de recursos humanos de alguna dependencia de gobierno, han buscado minimizar los señalamientos de quienes atestiguaron todo el repertorio de mañas. Explican que las redes sociales son mera percepción, y que el mejor diagnóstico está en la calle. Siendo así, me parece oportuno transcribir lo que señala en su cuenta de Facebook uno de los fundadores del partido en Sinaloa, Jaime Palacios, tras su experiencia en las votaciones del pasado fin de semana:

    “Procedí a asistir, primero, a la urna instalada en el Jardín Botánico y me encontré con una larga filas de camiones urbanos estacionados donde estaba instalada la urna, y una gran cantidad de personas haciendo una larga fila para emitir su sufragio, gran cantidad de personas en grupo recibiendo instrucciones para por quién votar, unos reclamaban a que horas les daban la cantidad de dinero prometido, otros preguntando a qué horas los llevarían a sus colonias, uno preguntándole a otro cuántos había traído de su colonia, uno más pidiendo que tomaran fotografía a la boleta para que pudieran recibir el dinero”

    En medio de todo este lodazal, quienes supieron aprovechar muy bien las fisuras del evento fueron, como siempre, los del Partido Sinaloense. Y es que al final de la jornada los resultados arrojaron que al menos 10 por ciento de los delegados electos están vinculados al PAS. ¿Cómo fue eso posible? Los lopezobradoristas se quejan de que Cuén envió como caballo de Troya a su gente, para que se afiliaran a Morena, y desde ahí votaran por los candidatos que previamente habían colado. Los más puros lo ven como una intromisión, y piden al gobernador tomar cartas en el asunto. Pecan de inocentes. ¿A poco creen que Rocha no palomeó la lista de candidatos desde un inicio?

    Pero la responsabilidad de todo recae en el dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, y en todos los funcionarios que a nivel local se prestaron al juego sucio. Lo tienen bien ensayado con sus consultas y plebiscitos proselitistas. En esta ocasión su lógica fue llevar a cabo un ejercicio que pareciera una renovación de la estructura partidista, pero que en realidad funcionará como un mecanismo para acrecentar el poder del comité central del partido de cara al 2024, y de paso ir perfilando los cuadros que representarán a Morena en las próximas elecciones.

    Solo así se explica que hayan sido electos personajes ya encumbrados como el dirigente estatal del partido, Manuel Guerrero; el presidente municipal de Mazatlán, Luis Guillermo Benítez; la Alcaldesa de Cosalá, Carla Corrales; las diputadas federales Merary Villegas y Ana Ayala; el hermano del Presidente de Ahome, Alfredo Vargas Landeros; los legisladores locales Almendra Negrete y Pedro Villegas Lobo; así como otros funcionarios menores, que con su poder e influencia corrompieron una contienda que supuestamente tenía como propósito incorporar a las bases.

    Todo esto quedaría en una mera anécdota interpartidista, si no fuera porque Morena tiene todo listo para impulsar, durante el próximo periodo de sesiones ordinarias, la reforma política del Presidente López Obrador. La iniciativa pretende, entre otras cosas: reducir el financiamiento público a los partidos y permitir las aportaciones privadas; elegir a consejeros electorales mediante el voto popular; eliminar la elección directa de legisladores para que la ciudadanía vote por una lista de representantes propuesta por cada partido; así como desaparecer los órganos y tribunales electorales a nivel local para centralizar sus funciones en un solo instituto nacional.

    Habría que ser muy cuidadosos con estas modificaciones, de concretarse se estaría poniendo en riesgo, no solamente la autonomía del INE o cualquiera que fuera su nuevo nombre, sino que estaría de por medio todo el sistema de representación mexicano. Las aportaciones privadas, por ejemplo, pudieran permitir una mayor injerencia del crimen organizado y de los grandes capitales, tal vez se crearía un duopolio de partidos y lo más grave es que quizás se cerrarían las puertas a cualquier movimiento social pequeño o de intereses minoritarios que busque formalizar por la vía partidista su incidencia política, como en su tiempo lo hicieron los partidos de izquierda.

    Esta reforma también puede llevar a reducir la capacidad técnica y objetiva del órgano electoral, cuya única función es hacer valer la ley. Esto debido a que los consejeros se volverían juez y parte de las contiendas, pues para ser electos tendrían que hacer campañas en las que tuvieran que aludir a una ideología política particular, filiación que los volvería actores parciales y en cuyas decisiones la ciudadanía no podría fiarse.

    La votación por medio de listas incrementaría exponencialmente la capacidad de los partidos para subordinar a sus afiliados, pasando por alto el derecho de las personas a ser votadas de manera directa. Bajo este nuevo método, las listas serían un instrumento de control y represión en contra de las voces disidentes al interior de las organizaciones políticas. Además, que se limitaría la responsabilidad que tienen los legisladores de rendir cuentas a la población, pues ahora serían más unos representantes del partido que portavoces de la ciudadanía.

    En resumen, las internas de Morena dejaron al descubierto los peores vicios de la cultura política en México, que no han podido ser erradicados porque desafortunadamente la política sigue siendo, junto a la delincuencia organizada, el camino más directo para el acopio de poder y riqueza personal. También dejaron un sano recordatorio de que las trampas, el abuso y la corrupción solo pueden llegar a contenerse y a corregirse mediante instituciones sólidas. Al final, el tiempo le dio la razón al INE.

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