El velo de Verónica

ÉTHOS
05/05/2025 04:00
    ¿Llevo plasmado el rostro de Jesús? ¿Soy ícono de Dios?

    En la sexta estación del Vía Crucis se medita la escena donde una mujer llamada Verónica enjuga o limpia el rostro ensangrentado de Jesús, y se queda la imagen del rostro grabada en el lienzo.

    Este relato no forma parte de los evangelios y ha sido incorporado por la piedad popular, como escribió José Luis Martín Descalzo, en su libro Vida y misterio de Jesús de Nazaret: “Una antigua tradición coloca aquí a la Verónica, un personaje del que nada nos dicen los evangelistas y que, con toda probabilidad, es un invento de la piedad y ternura cristianas”.

    Añadió: “Durante muchos siglos se experimentó entre los creyentes el deseo, la necesidad, de poseer la verdadera imagen, el auténtico rostro de Jesús. Y de este deseo surgió la piadosa leyenda de una mujer que en el camino del Calvario habría limpiado, conmovida, el rostro de Jesús, rostro que habría quedado impreso en el blando lienzo. Este verdadero rostro, este “vero ícono” se habría transmutado en el nombre de la mujer: Verónica, la más bella leyenda de la cristiandad joven. Ninguna otra, en efecto, refleja mejor la ternura de la Iglesia, el afán de la esposa de Cristo por limpiar este rostro dolorido y ensangrentado”.

    Este afán de mirar el rostro de Dios lo ejemplificó Ignacio Larrañaga con el título de uno de sus más famosos libros: “Muéstrame tu rostro”. Por eso, el Papa escribió: “Tu rostro, que quisiera imprimir y conservar, nos cambia el corazón. Tú te entregas a nosotros, día tras día, en el rostro de cada ser humano, memoria viva de tu encarnación. Cada vez que nos acercamos al más pequeño, en efecto, nos interesamos por tus miembros y tú permaneces con nosotros”.

    ¿Llevo plasmado el rostro de Jesús? ¿Soy ícono de Dios?