El visitante que dejó callado al Capitán

    No estoy muy seguro, pero creo que escuché un ruido. Me desperté por eso. Todo todo oscuro. Sé que estoy en el cuarto solo porque me chocó como un guantazo en la cara el olor a tabaco de las decenas de colillas que tengo arremolinadas en un plato que tengo encima de la silla que me sirve como buró, junto a la cama.

    Si el ruido hubiera sido de una persona, El Capitán ya hubiera ladrado.

    Me reconforta mucho tener ahí al Capitán, porque es culero. A veces me desconoce a mí, que yo le doy comida. Lo que me lleva a pensar que ya casi se le acaban las croquetas, que tengo que conseguir dinero para traerle o darle uno o dos huevos con tortilla para cortarle el hambre de mañana.

    ¿Qué hora serán?

    Para variar mi celular está descargado, el pinche cargador ese es un pedo para embonar y que se mantenga la carga corriendo y tengo una resaca que me da flojera pensar en cómo solucionar ese problema.

    Prendería la tele si sirviera la pinche antena. La última vez que la puse el fierrito que mete la imagen desde la antena con orejas de conejo ya se le metió al cable. Tengo que pelar con cuidado, quitarle los pelitos que tiene de fierritos que cubren el silicón donde está el cablecito que da la imagen.

    Eso se puede hacer con un cuchillo. Sí, el cebollero ese que tengo aquí por un lado también, junto al pato con colillas.

    ¿Todavía habrá cigarros? Ando bien erizo, pero también tengo hambre.

    ¿Qué hora serán?

    El cuchillo ese me lo hallé en un taller donde vivía hace varios meses. Nadie lo reclamó. No tenía cachas, pero yo le parapeté unas de madera que le acomodé.

    Oi. Esa madre, me pareció como si alguien hubiera brincado y caído dentro del patio.

    Pero pinche Capitán, no ladró.

    El Capitán es culero, es un perro grande, peludo como labrador, pero café oscuro. Es muy poco juguetón, lo hace conmigo porque le doy comida, pero de pronto me desconoce.

    ¿Por qué no ladró? ¿Estará bien? ¿Lo habrán envenenado? Ya lo habría escuchado, algún otro ruido. ¿No sería lo que escuché antes?

    Quiero levantarme de la cama, pero todo me pesa. Odio sentir que la sábana descobijó el colchón y sentirlo directamente a mi piel, pero es más la flojera que tengo, que no parece normal. Bueno, no debe ser normal, después de las decenas de botes de cerveza que me he tomado en los últimos días y lo que me gusta para acompañarlos.

    Siento el cuerpo que se me pega la cama. Como si fuera un chicle que a alguien se le cayó en la plaza de armas de la escuela o que el sol ya le pegó unos minutos. Que lo quieres recoger y se pega en los dedos y la mayoría se queda en el suelo.

    Oi. Esa madre ya es la puerta. Sonó como que alguien jaló el pasador y entró. El pinche Capitán no ladra.

    ¿Me vendrán a buscar a mí? ¿Quién será? ¿Qué querrá?

    No me acuerdo haber dejado la luz prendida de la cocina, pero el Capitán sigue sin ladrar.

    Creo que ya no puedo estar esperando. Alguien está en la cocina.

    No mames, no puede ser. Me acabo de voltear, sigo en la cama, pero desde esta posición, puedo ver que hay una sombra en la pared del pasillo que da a la cocina.

    Bestia, el corazón se me va a salir. ¿Qué es esa chingadera?

    “¿Qué traes, loco?, ¿qué quieres en mi casa?”, le grité.

    No hay respuesta. Acabo de agarrar el cuchillo.

    Esa madre va cruzando la cocina, lo veo en la sombra y escucho el paso que da para no hacer ruido. Me quiere agarrar desprevenido.

    “Hey, hijo de tu chingadamadre, qué quieres?, ¿por qué te metes a mi casa?”, no dice nada.

    No mames, la sombra se va completando en la pared.

    ¿Esas son orejas o son cuernos?, loco, no mames. ¿Cómo es posible?

    Me quieren asustar, se me hace que me quieren asustar.

    “Te voy a chingar, loco, aquí trago un cuchillo. Vale más que te vayas”, le grité.

    La sombra sigue ahí. Ahora está fija, viéndome, como esperando que me vuelva a acostar, que me venza el sueño.

    Ahora me dieron ganas de ir al baño. Híjole.

    Tengo que atravesar el pasillo, pero sería asomarme a la cocina.

    No sé si pueda mantenerme de pie. Me siento bien mal, pero tengo mucho miedo.

    Y el pinche Capitán que no ladra. ¿Estará bien?, ¿esa madre le habrá hecho algo al Capitán?

    Pero ¿qué será?, se me figura como un vampiro, parece Nosferatu, como pelón, orejón, o ¿será un demonio?, con cuernos, con garras largas.

    Pero ¿qué está haciendo en mi casa?

    “Te voy a contar hasta 10, loco, para que te vayas de mi casa. Ya vete, le voy a llamar a la Policía”, le advertí y no se mueve. Pero la imagen está clarita, esa madre no es humana.

    Le tomaría una foto para mandársela a mi hermano que le gustan esas cosas, pero y ¿si me quiere hacer daño?

    Ya no aguanto, tengo que ir al baño.

    Voy a cerrar los ojos.

    Alcancé el interruptor y prendí la luz. Ya no hay sombra.

    No duré ni dos minutos en el baño, y voy a la cocina a ver si queda algo.

    No hay nada, no mames. Pero aquí hay una pisada y parece que aquí hay otra.

    Alguien estaba aquí, yo lo vi, aquí estaba. La puerta está abierta, o sea, sí la abrieron... ¿o la dejé yo abierta desde ayer o antier?

    ¿Capitán? Pinche perro, ¿por qué no ladras? Yo muerto de miedo y tú aquí, echo bola.

    Ya no falta mucho para que se haga de día.

    ¿Qué horas serán?

    ¿Habré soñado? Pero la puerta estaba abierta, hay huellas, y yo traigo el cuchillo en la mano.

    ¿Sería un demonio?

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