El empoderamiento de las niñas es central para desmontar la estructura patriarcal que sostiene ese modelo, que por años invisibilizó a las mujeres o las puso en un segundo plano con relación a los hombres.

    Las vulnerabilidades emocionales y de seguridad de las niñas se colocaron en el último año en un sitio preponderante de la atención ciudadana, de organismos e instituciones.

    Hace 10 años, la ONU declaró el 11 de octubre como el Día Internacional de la Niña, con la intención de empoderarlas para un futuro en el que las condiciones de desarrollo no hagan distinciones de género ni edades.

    Las niñas de entonces son las jóvenes de ahora que ayudan en la construcción de entornos libres de violencia, con plenitud al respeto de sus derechos y en igualdad.

    Visibilizar sus necesidades ha sido fundamental para conocer las situaciones que las aquejan y trabajar, como comunidad, en conformar esquemas para enfrentarlas y superarlas.

    El empoderamiento de las niñas es central para desmontar la estructura patriarcal que sostiene ese modelo, que por años invisibilizó a las mujeres o las puso en un segundo plano con relación a los hombres.

    En 2019, la Jefa de Gobierno de la capital de la nación, Claudia Sheinbaum, dio un paso representativo en el empoderamiento de las niñas, al determinar que en las escuelas públicas de nivel preescolar, primaria y secundaria ellas elijan si quieren llevar falda o pantalón.

    Ahora, datos del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México revelan un avance sustancial en la solicitud de apoyo ante situaciones que lastiman la integridad física o emocional de las menores de edad.

    Esa apertura se refleja en un incremento del 88 por ciento en las solicitudes de orientación psicológica o jurídica a septiembre de este año, en comparación con todo el año pasado. En 2020, por el Chat de Confianza o la Línea de Seguridad (55 5533 5533) se atendió a cuatro mil 978; este 2021 suman nueve mil 370.

    El 60 por ciento de las atenciones solicitadas proceden de los estados, principalmente del Estado de México, Jalisco, Veracruz, Puebla, Guanajuato y Nuevo León, mientras que el 38 por ciento son de la CDMX y el resto del extranjero, de países como Colombia, Argentina, Perú y Estados Unidos.

    La pandemia cambió patrones de conducta. Puso a las y los niños a convivir en una realidad virtual con escasas, débiles o nulas medidas de seguridad. Los delincuentes, en particular los depredadores sexuales, concentraron su actuación en lo digital.

    El trabajo del triángulo virtuoso: ciudadanía-organismos-autoridades representa la posibilidad de construir entornos seguros, donde personas encargadas de la crianza cierren las ventanas virtuales a los ciberdelincuentes.

    Desde las organizaciones es indispensable impulsar la prevención por medio de campañas compartidas. Esfuerzos conjuntos, como los de Save The Children y el Consejo Ciudadano pueden aportar al empoderamiento de las y los menores de edad en este proceso.

    Autoridades como la Guardia Nacional y los programas permanentes que tiene para detectar y perseguir la pornografía infantil ayudan a cerrar las posibilidades a los delincuentes cibernéticos.

    Si reciben apoyo efectivo, las niñas tienen el potencial de cambiar el mundo, como niñas empoderadas.

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