En matrimonio igualitario: festejo y boicot. El PRI le sacó; rudeza de más de Morena

OBSERVATORIO
    Ahí la llevan, señores diputados en la mascarada donde se meten en todo y a la vez ni arriesgan ni se la juegan por nada.

    Hay reprimendas públicas que el Partido Revolucionario Institucional sigue sin entender en Sinaloa y una de ellas es que la aprobación ayer del matrimonio igualitario en el Congreso del Estado es cuestión de derechos humanos y ya no de poses políticas moralistas. La ausencia de siete de los integrantes de la bancada priista, con el propósito de tronar la sesión, falló en el objetivo buscado, aunque sí logró hundir más en el atraso a un PRI en franca labor de pique.

    Las reformas a los artículos 40 y 165 del Código Familiar de Sinaloa iban a aprobarse por orden de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quisieran o no los diputados morenistas, priistas, panistas o los demás. Más allá de los golpes de pecho de los grupos opositores, o de la fiesta gay que el Movimiento Regeneración Nacional convirtió en comparsa, la Máxima Corte acude a restablecer en Sinaloa las garantías constitucionales para una comunidad que tiene los mismos derechos que todos. Y ya.

    Sin embargo, importa analizar las posturas de los diferentes grupos parlamentarios, desde el mayoritario de Morena al unipersonal del Partido Sinaloense. Ahí están los rasgos que permiten identificar oportunismos, traiciones, hipocresías y cobardías como máscaras que cada legislador quiso ponerse, según sus gustos. Pobrecitos porque tras los disfraces de ocasión dejaron en evidencia los temores y traumas que en pleno tercer milenio no tienen razón de ser.

    Claro que la fracción legislativa de Morena quiso colgarse ayer la medalla que en junio de 2019 no le parecía tan apetecible porque algunos de sus integrantes decidieron desmarcarse de la circunstancia complicada y dañaron, por omisión o porque así convenía al partido en aquel momento, la mayoría que desde entonces poseían para sacar adelante los matrimonios indistintamente del sexo de los contrayentes.

    El matrimonio igualitario es estandarte de Morena en México, pero hace dos años sus diputados sinaloenses valoraron que venía un proceso electoral, el del reciente 6 de junio, y resolvieron que darles la contra a los grupos Pro Vida podría significarles la pérdida de algunos votos. Y como este 15 de junio dicho riesgo ya no existe, salía sobrando la larga justificación dada en el Pleno con todo y el alarde exagerado a favor de los grupos favorecidos por la reforma legal.

    Pasaron por alto los diputados de la llamada Cuarta Transformación que legislan para todos e inclusive para los segmentos sociales que se manifestaron en contra de la unión legal de parejas del mismo sexo. Rudeza innecesaria, el hecho de que adornaran las curules con banderas del movimiento LGTB+ los muestra en la toma de bando cuando se deben a la sociedad, toda, al margen de las preferencias de cada asambleísta.

    En lo que respecta a los diputados panistas ya se sabe que están en contra, y que es imposible convencerlos de que razonen con base a la inclusión. Son caso perdido. En ese ambiente festivo-burlesco resalta la ecuanimidad de la legisladora pasista Angélica Díaz al puntualizar que no se trataba de querer aprobar o no, sino de reparar la omisión legislativa por orden de tribunales superiores. Y sí: el acto en sí constituye la obligatoriedad de legislar a favor del respeto del orden constitucional y de las instituciones.

    El PRI, en tanto, se quedó atorado en un viejo y labioso debate de si es ético, si es moral, o si le conviene a las familias que las personas se unan sin ser dicho enlace entre hombre y mujer. El problema de las siglas tricolor es que durante décadas legitimaron grandes abominaciones políticas de la historia y hoy se asustan por un sistema marital que en varios países e inclusive en estados mexicanos es tan normal como el amanecer o la lluvia.

    Extraña que el PRI no vea más allá de sus infamias. Apenas recibió la tunda electoral y se aferra a fingimientos que son los que le causan esa pérdida de confianza que lo desplaza cada día más de los puestos del servicio público. Claro que hay una masa inconforme por los matrimonios igualitarios, pero esa base popular, votante y actuante, tiene que entender que se trata de acciones sentadas en el constitucionalismo para que nadie sea discriminado por razón alguna.

    Nadie se asuste. Tampoco nadie festeje. Cada actor, cada parte, tiene un guión y una escenografía asignada en el show donde los derechos humanos se problematizan para cada quien llevar agua a sus molinos. Morena blande el estandarte de la lucha gay, que no le corresponde; el PAN tarde o temprano saldrá del closet de moralismo a ultranza y el PRI está ocupado en hundir más su barco de la esperanza, como si el sufragio le hubiera dicho que eso es lo correcto.

    Ahí la llevan, señores diputados en la mascarada donde se meten en todo y a la vez ni arriesgan ni se la juegan por nada.

    Reverso

    Morenistas poco finos,

    En ese desespero sectario,

    pelean por ser padrinos,

    Del matrimonio igualitario.

    El ruido del silencio

    El que no complicó la relación con la Iglesia Católica en los últimos meses como Gobernador de Sinaloa fue Quirino Ordaz Coppel, quien dejó que los diputados morenistas se echaran encima toda la responsabilidad de atender el mandato del Segundo Tribunal Colegiado con sede en Culiacán para aprobar los matrimonios gays. “No quiero yo entrar en ruidos. Yo seré respetuoso de lo que se disponga y eso habrá que atender”, dijo sin quedar mal con Dios ni echarle porras al diablo.

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