"En Mazatlán llevamos 16 años contando cuentos"
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13/02/2019 22:44
María Isabel Ramírez Ochoa
Centro de Investigación e Innovación Educativa de Sistema Valladolid
En el marco de la Estrategia Nacional de Lectura, anunciada el pasado 27 de enero en Mocorito, Sinaloa, nuevamente la lectura y su comprensión aparecen como protagonistas fundamentales de cualquier sociedad. Y sin olvidar que somos el lugar número 107 de 108 países de la UNESCO; la estrategia nacional pretende articular diferentes instancias gubernamentales para que en conjunto lo que se hace desde el gobierno camine por tres ejes centrales: Disponibilidad de libros para leer, fomento de la delicia que se puede sentir en la lectura y formación de la competencia lectora y hábito desde primaria y secundaria.
El tercer eje, el educativo, involucra diversas dependencias de la Secretaría de Educación Pública y se suma a los objetivos de la política educativa para que la lectura sea una práctica común y placentera en los niños y jóvenes mexicanos. La lectura por goce que abre enormes posibilidades de conocimiento, de imaginación, de aprender de otras experiencias, de otros sentimientos, nos enseña a comparar y discernir. Nos crea empatía, compresión, libertad; la lectura nos extirpa de nuestra zona de confort, nos confronta con lo imaginable y lo inimaginable. La lectura es descubrimiento, es solidaridad, es humanidad. Es el proceso constructor de pensamiento crítico, nos enseña a creer en lo imposible, a desconfiar de lo evidente y a cumplir con nuestras obligaciones como habitantes del universo.
Y con tantas bondades, ¿por qué entonces es tan difícil formar lectores? Gobierno tras gobierno, la lectura vuelve hacer un tema estratégico sin solución; gobierno tras gobierno, los encargados se centran en buscar la respuesta fuera de las fronteras mexicanas, importando trajes a la medida de otros países o confeccionando planes desde el piso más alto de la torre de gobierno en el centro de la Ciudad de México. Cuando sabemos que el amor - en este caso el amor por los libros – no se encuentra en otros o en la cabeza de una persona; el amor se encuentra en el espíritu, en el alma, en la esencia de nuestros actos inspiradores.
Entonces habría pues, antes de buscar afuera o en la intelectualidad, indagar qué estamos haciendo los mexicanos para formar lectores, cuáles son nuestros propios ejemplos para seguir, los que han funcionado y perdurado pese al caos social y el paso de diferentes gobiernos. Y enalteciendo estos ejemplos, podemos celebrar que en el sur de Sinaloa llevamos 16 años consecutivos formando pequeños lectores y escritores. Durante este tiempo han sido convocados a leer y escribir cuentos a 21,000 niños al año; es decir a un total de 336,000 con sus correspondientes padres y maestros. Son 100 escuelas primarias principalmente de Mazatlán, dos de Villa Unión, dos del Municipio de Rosario y tres de Escuinapa las que participan cada año.
Este movimiento se inició gracias a la visión compartida de un maestro de primaria, el profesor Víctor Manuel Sandoval Ceja, con el Club Rotario de Mazatlán - una agrupación social que sirve antes de servirse-. En su principio el entonces coordinador del Club José Sandoval, ahora integrante gobernador, el profesor Víctor y el profesor José Antonio Sarabia López presentaron a la comunidad Rotario y al Sector Educativo VI el proyecto denominado “Concurso de Cuentacuentos”.
Y más allá de lo superficialmente visible, el concurso no pretende ser el escaparate de la nominación de un primer lugar, tampoco una didáctica escolar, en realidad es el pretexto para que niños, padres y maestros convivan alrededor de un proyecto comunicativo, que establezca lazos positivos inquebrantables en torno a un valor. Y bajo esta provocación los padres se acercan a los hijos, los niños a los maestros, los maestros a los padres, y como en efecto mariposa; los niños se alejan de la televisión y las tabletas, los padres platican en casa de literatura y valores, los niños dejan de ser educados por los antivalores inmersos en los medios de comunicación masiva y pasan a ser educados por los padres, y mágicamente los infantes tornan su interés en los libros, en la escuela y el maestro. Los profesores contagiados por la emoción buscan las mejores estrategias didácticas para fomentar el placer por la lectura y la escritura en sus alumnos; crean inusuales estrategias para narrar escénicamente la creación literaria de la autoría escolar. La efervescencia del concurso se contagia y la madurez que esta ha alcanzado es avasalladora; en el principio del concurso, el plagio de cuentos clásicos cargados de tragedia era evidente, ahora los pequeños narradores y sus cuentos nos llevan al mundo de la fantasía, a lo imposible que sólo puede ser posible en los libros y el pensamiento de los niños, con producciones literarias más auténticas. Así cada año se suman nuevos patrocinadores enamorados de la energía que este movimiento sacude. Y otros estados como Guanajuato han querido emular el proyecto.
Todos los 21,000 niños convocados participan, porque el concurso sucede en tres fases. La primera ocurre en cada escuela, la segunda es por zona escolar y la tercera es a nivel sectorial. Cada escuela apoya a sus representantes, de la misma manera cada sector apoya a los suyos. “Cuentacuentos” no es una competencia fragmentadora social, es un festival, un festejo de lo que en comunidad podemos llegar a hacer por los niños, su lectura y escritura.
Entonces, a todos los encargados de cristalizar estrategias de lectura en las escuelas mexicanas, por favor antes de mirar al cielo por inspiración, dirija su vista a Mazatlán con sus 16 años de cuentacuentos.