Desde que fuimos concebidos enfrentamos a la muerte en desigual combate, porque sabemos que seremos naturalmente derrotados por ella (al margen de nuestras convicciones religiosas que aseguran la resurrección, vida eterna y final victoria). En esta lucha, podemos combatir agresivos y de frente, o guardar una estrategia más conservadora. Cada quien sabe cómo enfrenta a la mortal enemiga (¿o será nuestra amiga?).
La lápida de la tumba de Jorge Luis Borges es muy aleccionadora respecto a la idea de enfrentar valerosamente la muerte. El escritor falleció en Ginebra, Suiza, el 14 de junio de 1986, y está sepultado en el cementerio Plainpalais. En su lápida se encuentran tallados siete guerreros blandiendo sus armas; debajo de ellos hay una frase extraída de un poema que habla de la batalla de Maldon, ocurrida el 11 de agosto del año 991, en Inglaterra, donde los sajones, aunque se sabían ya vencidos, arremetieron contra los vikingos para encontrar la muerte. La frase dice: “And ne Forthedon na”, lo cual quiere decir: “Y que no temieran”.
Sabemos que todos, algún día, vamos a enfrentar la muerte. Sin embargo, quienes sobrellevan una enfermedad terminal, sienten que su batalla de Maldon está cada vez más cerca, por lo que se preparan a entregar la vida de manera valiente y gallarda.
Empero, no todos blanden y agitan la espada para encontrar la muerte; otros, adoptan una estrategia diferente y se recluyen en un silencio y soledad casi mística. No es burda cobardía, porque para sufrir tan estoicamente se necesita una gran dosis de energía y valor.
Paty Servín se enlistó en el ejército de estas últimas guerreras. No buscó provocar lástima o conmiseración, pero tampoco consideró necesario mostrarse, escuchar preguntas sin respuesta, ni escudriñar posibles causas o brindar explicación.
¿Enfrento valientemente la muerte?
