Entró narcoguerra a cárceles de Sinaloa
Entre arsenales no hay reinserción social

OBSERVATORIO
23/05/2025 04:02
    Son muchos rastros de la descomposición del Cecjude de Culiacán y las huellas aquí y en otros penales arraigan en la sociedad nuevas incertidumbres que se agregan a las acumuladas durante más de ocho meses de confrontación en el Cártel.

    A la crisis de seguridad que evidenció rejas de chicle y muros de hule en el Centro de Readaptación Social de Aguaruto le debe corresponder la gran sacudida de la misma dimensión que la convulsión violenta que confirmó, por si alguien aún no lo sabía, el control que ejerce la delincuencia en el Penal con el propósito de operarlo como universidad del crimen. Los rifles de asalto en poder de los reclusos utilizados en la refriega intramuros recalcaron al sistema penitenciario con sus campos de batalla de la narcoguerra en ciernes.

    Apenas al narcotráfico se le pudo ocurrir ese modelo híbrido de readaptación en los mismos ambientes del que salieron las personas privadas de la libertad, especializándose para ser parte de los ejércitos de sicarios de alguna de las fracciones enfrentadas en el Cártel de Sinaloa. El objetivo de la reinserción social, he allí la evidencia, colapsa debido al terremoto que estremece a la seguridad pública.

    Tanto el armamentismo en las cárceles como las reyertas entre narcos no son nuevas y tampoco serán innovadoras las estrategias que se anuncien sin ponerlas en práctica. El diagnóstico de supervisión carcelaria que cada año publica la Comisión Nacional de Derechos Humanos lleva al menos una década considerando a los presidios la sinaloenses con focos amarillos por ser peligrosos y carecer de condiciones para la adecuada readaptación. En el informe de 2024 los califica con 6.59 puntos, destacando la situación de ingobernabilidad por deficiencias en el procedimiento para la imposición de sanciones, falta de normatividad interna, insuficiencia de personal de seguridad y custodia, y presencia de actividades ilícitas.

    Es decir, los gobiernos federal y estatal no tienen por qué darles tantas vueltas a las soluciones si el problema está tan claro. A los pomposamente llamados Centros para la Ejecución de las Consecuencias Jurídicas del Delitos (que en realidad son claustros del crimen en donde los facinerosos cursan posgrados en atrocidad e impunidad) hay que ponerlos de cabeza, agitarlos con la fuerza necesaria para que arrojen las corrupciones que esconden, y partiendo de allí rediseñarlos con un esquema de borrón y cuenta nueva o de limpia verdadera y sostenida.

    Al corroborar el miércoles en el reclusorio de Aguaruto, afortunadamente sin víctimas letales según dicen las autoridades, que el modelo reformatorio se ahogó en la enorme sentina de negligencias, componendas y fingimientos que durante décadas fueron llenando la cloaca hasta desbordarla, lo que debe resultar es la voluntad política para regresarles a los penales la función de reencarrilar a los delincuentes por las vías de las leyes y el derecho humanitario.

    Es que, para robustecer los optimismos generalizados, lo de Aguaruto es mucho más que el crujir de la rama porque lo que cayó estrepitosamente es el árbol de la correcta y digna readaptación social. En la estupefacción por el motín corroboramos que será imposible reformar a generadores de violencia entre el arsenal donde destacan cinco armas largas AK-47 y cinco tipo AR-15; 1 subametralladora P90; 14 pistolas; 94 cargadores para diferentes calibres; una granada de mano y tres artefactos explosivos improvisados.

    Son muchos rastros de la descomposición del Cecjude de Culiacán y las huellas aquí y en otros penales arraigan en la sociedad nuevas incertidumbres que se agregan a las acumuladas durante más de ocho meses de confrontación en el Cártel. No obstante que se han realizado 11 esculques desde enero de 2025 a la fecha, confiscando en cada operativo arsenales y equipo de comunicación satelital insólitos, no han logrado sellarle los accesos al equipamiento bélico ni a la corrupción.

    En conclusión, lo que pasa al interior de la cárcel de Aguaruto es un símil de lo que sucede al exterior, con la diferencia de que unos están retenidos en módulos y crujías y los otros andan libres en calles y caminos de Sinaloa dispersando plomo y miedo. El fácil acceso a las armas los hace iguales, a los cautivos y los que se mueven como Juan por su casa, y ambos de la misma manera vuelven insuficiente los resultados de las instituciones de seguridad pública porque la amenaza de los hampones es más grande que la protección ofrecida a los ciudadanos pacíficos.

    Reverso

    El negocio de la reinserción,

    Retoma corrupciones viejas,

    Que abren barrotes y rejas,

    Con la llave de la corrupción.

    Humo que hace llorar

    Dan ganas de soltar el llanto al ver que miles de hectáreas de bosques arden en la sierra de Concordia ante la vista de pobladores cuya heroica voluntad por sofocar el fuego no alcanza para contener el siniestro. Y que la Secretaria del Bienestar y Desarrollo Sustentable del Gobierno del Estado, María Inés Pérez Corral, diga en el discurso que está interviniendo con tres brigadas de la dependencia contra las flamas que devoran pinos y encinos, pero los voluntarios habitantes de la región no ven que estén realizando allá tal labor de emergencia. Los desastres se ensañan contra Sinaloa y la negligencia de instituciones y funcionarios adheridos al escritorio aumenta la intensidad de las devastaciones. No crea todo lo que le reportan sus colaboradores, Gobernador Rubén Rocha.