Epidemia de notoriedad

    @oscardelaborbol / SinEmbargo.MX

    Si uno busca algún distintivo de nuestro tiempo, el común denominador que subyace a muchas de las prácticas que nos caracterizan hoy, quizá no halle mejor respuesta que el generalizado afán de notoriedad que se halla en todas partes: a la gente le gusta contar con muchos likes, ser popular, convocar las miradas sobre sus personas y no importa si los medios empleados sean vestirse de una manera estrafalaria, tatuarse el cuerpo con los más inopinados motivos o presumir descaradamente algún aspecto de sus vidas. Ningún medio resulta desdeñable con tal de figurar, de convertirse en el centro de la atención del mayor número posible de personas.

    Este afán por destacarse no guarda relación con el deseo de ser mejor o de poseer los méritos que lo vuelvan a uno valioso o importante, sino simple y llanamente se trata de conseguir estar en la boca de todos. De ahí que no se busque tanto el aventajarse, el ser realmente digno de atención, sino el mero estruendo que hace voltear hacia uno las miradas: la simple “celebridad” provocada por el “escándalo”.

    El significado etimológico de los términos “escándalo” y “celebridad” puede ayudarnos a comprender lo que ocurre actualmente, pues, en griego, skándalon (de donde proviene nuestra palabra “escándalo”) significaba “piedra con la que uno tropieza”, estorbo. No es difícil entender lo imperioso que es fijar la vista sobre el skándalon para no tropezar; es a lo que hay que prestar atención. Y otro tanto ocurre con el término latino celebrare (de donde vienen nuestros palabras: “célebre” y “celebración”) que significaba: “concurrido”, “frecuentado”, “numeroso”. En la práctica, hemos resucitado los significados antiguos, pues, ser célebre actualmente no significa más que tener muchos seguidores, fans o likes. Y los distintos medios empleados para catapultarse y volverse famoso no son sino diferentes maneras de poner piedras en el camino con las que las personas tropiezan y no les queda más remedio que reparar en los estorbos.

    Así, uno de los rasgos más propios de estos tiempos: la epidemia de notoriedad, explica lo mismo la conducta de los políticos que de los artistas de la farándula, de los quinceañeros y de las quinceañeras, de los plomeros y de pintores, así como también la vestimenta y la moda, el colorido de las expresiones verbales y el colorido de los automóviles... todo se reduce a escándalo y celebridad en sus sentidos etimológicos.

    Cómo desearía que surgiera una ola contraria a este estruendoso entronizarse de los egos: un sentimiento que revalorara la discreción y volviera deseable la recatada ocultación... un poco de silencio que permitiera que se asentara tanto polvo de enceguecedor oropel.

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