Es hora de decirlo: la psiquiatría no es una ciencia real

    Es hora de cambiar la forma en que vemos y tratamos la salud mental. Es mejor prevenir y atender los problemas mentales con terapia, que dopar a los pacientes con medicamentos que obnubilan la mente.

    El 18 de mayo de 2013 fue publicada la última versión (5ta versión) del Manual Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-V). El propósito de este manual es clasificar los diagnósticos psiquiátricos y los criterios requeridos para cumplir con ellos.

    El origen de este manual se remonta al año de 1952. En el Siglo 20, las especialidades médicas se orientaban al diagnóstico de enfermedades mediante la identificación de las alteraciones bioquímicas que las ocasionaban.

    Por ejemplo, en el caso de la endocrinología, la diabetes tipo 1 se debe a que las células beta del páncreas producen poca o nula insulina. Sin la insulina suficiente, la glucosa se acumula en la sangre en lugar de ingresar a las células. Esta acumulación de glucosa en la sangre se denomina “hiperglucemia”. El cuerpo es incapaz de usar esta glucosa para obtener energía.

    Por otro lado, la psiquiatría es incapaz de establecer una relación causal con una enfermedad. En el Siglo 20, la psiquiatría estaba en riesgo de ser desacreditada. Desde 1886, los psiquiatras más prominentes temían ser exilados de la comunidad médica.

    Sin embargo, por razones inciertas, el gobierno estadounidense recurrió a la Asociación Americana Médico-Psicológica (posteriormente llamada Asociación Americana de Psiquiatría, APA en inglés) para que les informaran sobre las personas con trastornos mentales que se encontraban en la sociedad. La APA utilizó esta oportunidad para establecer su credibilidad.

    El DSM evolucionó a lo largo de nuestra historia moderna para convertirse en una guía médica autocrática para todos aquellos que sufren mentalmente. La credibilidad de la psiquiatría está ligada a su nosología (parte de la medicina que tiene por objeto describir, diferenciar, y clasificar las enfermedades). El DSM fue desarrollándose con el tiempo, particularmente el número de diagnósticos, y más importante, el método con el cual se establecían las categorías diagnósticas.

    El problema de todo esto se reduce a que nadie, absolutamente nadie, puede definir lo que es una “enfermedad mental”.

    La diferencia entre una enfermedad y un trastorno es un intento de la psiquiatría de evadir el problema. Una enfermedad es un tipo de sufrimiento ocasionado por una patología bioquímica.

    En muchos de los casos, nuestro sufrimiento (mental) no puede ser diagnosticado bajo esa premisa. El problema radica en que las “enfermedades mentales” no pueden ser clasificadas como enfermedades. La psiquiatría es incapaz de determinar cual es el problema bioquímico que ocasiona el sufrimiento mental. Cabe mencionar que algunos psiquiatras argumentan falta o exceso de neurotransmisores en el cerebro, pero nunca hacen estudios diagnósticos para determinarlo (por que no se puede).

    Por estos motivos, crearon la categoría “trastorno”. Es como decir “esto es parecido a una enfermedad, pero no le llamaremos así por que las otras especialidades médicas nos refutarán”.

    La razón por la cual no ha habido hallazgos genéticos o moleculares ligados a las categorías del DSM es por que no existe una correlación, por ende, las categorías de los trastornos mentales del DSM no son reales. Es como utilizar un mapa de la CDMX para ubicarte en Tokio.

    Existen muchos estudios que desacreditan a la psiquiatría como área de la medicina. Uno de ellos publicado en 2019 en el journal “Psychiatry Research” concluyó que los diagnósticos psiquiátricos son científicamente inservibles como herramientas para identificar trastornos mentales (DOI: 10.1016/j.psychres.2019.07.005).

    Los manuales diagnósticos como el DSM fueron creados para proveer un lenguaje común diagnóstico para los profesionales de la salud mental y para proveer una lista definitiva de los problemas de salud mental, incluidos sus síntomas.

    El estudio realizado en la Universidad de Liverpool analizó los cinco capítulos principales del DSM: esquizofrenia, trastorno bipolar, trastornos depresivos, trastornos de ansiedad, y trastornos relacionados con traumas.

    Los principales hallazgos del estudio británico fueron que existe una gran superposición entre los síntomas de los trastornos psiquiátricos (es decir, se parecen mucho unos y otros) y que los diagnósticos utilizados nos dicen muy poco sobre el paciente a nivel individual y sobre el tratamiento que requieren.

    Los autores concluyen que el diagnóstico del DSM representa un “sistema categórico falso”.

    Para no hacer el cuento más largo, la psiquiatría es un híbrido del misticismo previo a la ciencia y la medicina moderna. La mayoría de los psiquiatras diagnostican utilizando su criterio (con el sesgo propio de un humano) y basándose en un manual sin fundamentos científicos (DSM), y siguen utilizando medicamentos arcaicos (como las benzodiacepinas) para controlar (no curar) los padecimientos mentales de sus pacientes.

    Es hora de cambiar la forma en que vemos y tratamos la salud mental. Es mejor prevenir y atender los problemas mentales con terapia, que dopar a los pacientes con medicamentos que obnubilan la mente.

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