Esa amistad

ALDEA 21
15/02/2022 04:01
    En la actualidad la amistad suele tener una gran variedad de significados, objetivos y tipos; la amistad puede incluso ser nombrada en vano, es decir, donde no la hay, por el simple hecho de sentirse parte de una amistad o de no carecer de la necesidad social de ‘tener amigos’. Por ello la experiencia de la amistad varía con los años, porque esa misma necesidad, casi vital de los amigos, nos obliga a adaptar el concepto de amistad, de acuerdo a lo que hay o de las condiciones con las que se establece una ‘relación amistosa’. De esta manera es como los amigos pueden serlo para ciertas cosas, o serlo algunas veces y otras no. De ahí que el significado de amistad se haya convertido en una definición un tanto ‘genérica’.

    Ayer se festejó el Día del Amor y la Amistad. El movimiento de gente en las calles, comercios, plazas y restaurantes lo confirmaron. Una fecha especial, muy parecida a la Navidad, por ser motivo de celebración, intercambio de regalos, convivencia y acercamiento con los seres queridos. Su semejanza con la Navidad radica en el predominio de los actos de consumo y no en la reflexión sobre el amor y la amistad.

    Lo mismo pasa con el Día de las Madres, del padre, de la niñez, los cumpleaños o cualquiera otra fecha con estas características. Eventos sociales que condicionaron las manifestaciones de aprecio a través de lo material y el gasto superficial, muchas veces como parámetros no sólo de medición de tales sentimientos, sino también como referentes de estatus o exclusión social. Es decir, que a mayor capacidad para gastar, mayor capacidad para amar y ser amigo.

    Pero en esta ocasión me interesa más compartir algunas reflexiones sobre la amistad en lo particular, no porque el amor sea menos importante o valioso, sino porque creo que el amor está, o debería estarlo, en todas las fechas que motivan la celebración de algo o de alguien, y porque de alguna manera estas celebraciones son motivadas por el amor a la vida a través de lo que nos es importante y de lo que apreciamos en nuestros semejantes y todo lo demás.

    Y aunque sobre la amistad se ha escrito bastante y se tiene, desde muy temprana edad, un significado de ella, con los años esta relación de afecto, simpatía y confianza entre personas que no son familia, se modifica y trasciende de formas diversas. Hace más de 2 mil 300 años, el filósofo griego Aristóteles definía a la amistad como aquella “virtud fundamental que se expresa en la benevolencia recíproca consciente entre dos seres humanos” y que posee un genuino carácter moral sostenido por condiciones de amor mutuo, respeto, apertura y confianza incondicional.

    Sin embargo, en la actualidad la amistad suele tener una gran variedad de significados, objetivos y tipos; la amistad puede incluso ser nombrada en vano, es decir, donde no la hay, por el simple hecho de sentirse parte de una amistad o de no carecer de la necesidad social de “tener amigos”. Por ello la experiencia de la amistad varía con los años, porque esa misma necesidad, casi vital de los amigos, nos obliga a adaptar el concepto de amistad, de acuerdo a lo que hay o de las condiciones con las que se establece una “relación amistosa”. De esta manera es como los amigos pueden serlo para ciertas cosas, o serlo algunas veces y otras no. De ahí que el significado de amistad se haya convertido en una definición un tanto “genérica”.

    El escritor y poeta argentino, Jorge Luis Borges, nos dice en su texto, “El árbol de los amigos”, que existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino. Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, más otras apenas vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.

    Aristóteles escribió sobre tres tipos de amistad: la “amistad accidental”, como aquella que nace en la juventud, en gran medida por el placer de compartir gustos y discurrir la vida hasta que cambian los intereses personales; la “amistad de utilidad”, que emprende objetivos en común, se ayudan y obtienen algún beneficio; y la “amistad de lo bueno” como la que encarna el concepto de amistad verdadera, que se fundamenta en una visión de lo bueno de la vida y de la virtud, sin esperar nada a cambio que no sea el vínculo de reciprocidad.

    Por su parte el filósofo francés Voltaire, la considera un contrato tácito entre dos personas sensibles y virtuosas, porque los malvados sólo tienen cómplices; los lascivos, compañeros de libertinaje; los interesados, socios; los políticos reúnen partidarios, la mayoría de los hombres ociosos tienen relaciones, los príncipes tienen cortesanos; sólo las personas virtuosas tienen amigos”.

    En la actualidad encontramos otros tipos de amistad que se han adaptado: los “amigos con derechos”, aquellos que comparten una relación sexual esporádica; “amigo íntimo”, como el mejor amigo en comparación de otros; “amigo virtual”, que se relacionan a través del internet y redes sociales; y los “amigos falsos”, llamados “tóxicos” porque persiguen un interés mezquino.

    En lo personal me quedo con la definición de Aristóteles, aunque el valor de la benevolencia es uno de los que prácticamente ha desaparecido. En mi experiencia todavía no encuentro una persona a la que le haya preguntado el significado de benevolencia y que lo sepa o no lo confunda con otro valor. Lo cual es algo que creo debería de preocuparnos.

    Quizá es por eso que ya no se confía tanto en los amigos y que la amistad se devalúa fácilmente. Tal vez porque ahora son más los que creen que, en vez de una amistad, lo que necesitan son relaciones para escalar socialmente, sacar provecho, manipular, competir, cobrar frustraciones o manifestar complejos. Tal vez por eso se dice que ya no hay amigos, y es probable que tengan razón, porque para tener amigos hay que primero saber serlo.

    Benevolencia: tener buena voluntad hacia las personas. El sincero deseo de que le vaya bien al otro.

    Hasta aquí mis reflexiones, los espero en este espacio el próximo martes.