Cuando un alumno universitario entrega un trabajo o ensayo en hojas de cuaderno, escrito a lápiz, sin portada y en una carpeta reciclada, causa una mala impresión. Sin embargo, si ligamos el contenido de esta columna con la anterior -sobre los límites al uso de la tecnología- encontraremos algunas razones, ventajas y beneficios.
Escribir a mano exige mayor atención y cuidado, pues requiere del trabajo conjunto de tres procesos cerebrales: el área visual, las habilidades motoras y varias capacidades cognitivas, entre las que se cuentan la lógica y la memoria.
En efecto, cuando los estudiantes utilizan papel y lápiz se concentran mejor, al mismo tiempo que evitan distracciones con los dispositivos electrónicos. Además, cuando se escribe manualmente se retiene mejor la información y se agudiza el desarrollo cognitivo, pues se fortalece la conexión y coordinación entre el cerebro, el ojo y la mano.
Al escribir a mano, el cerebro asocia a cada letra una idea diferente, mientras que la escritura mecanografiada es automática y todas las teclas son iguales, basta oprimir una después de la otra para que aparezca un trazo diferente.
Por otra parte, se favorece la agilidad mental al brindar pauta a la improvisación y la creatividad, además de estimular la concentración, análisis y comprensión lectora.
Asimismo, se evita elaborar el trabajo con base en copia de otro texto tomado directamente de internet. Las consultas a Google, Wikipedia y ChatGPT se han convertido en el pan nuestro de cada día.
Jean-Luc Velay, profesor de neurología, señaló: “La escritura a mano implica una actividad neuronal más intensa, ya que cuando alguien escribe obliga al cerebro a enfocarse en lo que desea y a crear imágenes mentales. Eso le ayuda a familiarizarse con lo que se desea y en consecuencia a lograrlo”.
¿Escribo a mano?
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