El tema de conexión y comunicación está íntimamente relacionado con la escucha empática. Si nos lamentamos del deterioro y olvido en que yace la buena comunicación, con mayor razón podemos decir que hoy se extraña enormemente la escucha empática.
La empatía es más profunda que la simpatía. El término se acuñó para significar la participación de un individuo en los sentimientos, ideas, actitudes y posturas de otro. Se diferencia de la simpatía, en que ésta última es una puesta en común con el otro, pero de manera espontánea; es decir, se trata de una afinidad natural. En cambio, la empatía es una actitud o presencia objetiva, reflexiva y hasta crítica. En otras palabras, es la capacidad de una persona para enfundarse en el traje de otro, de manera que se identifique plenamente, comparta sus sentimientos y se ponga en su situación emocional.
Por otra parte, la escucha no se agota en el vocablo oír, sino que es más profunda y abismal. Escuchar es inclinar el oído para percibir lo que acontece en el pecho de la otra persona. Es un término que proviene del latín “auscultare”, que significa aplicar la oreja (auris). Por eso, se dice que el médico ausculta al paciente para escuchar su corazón.
De ahí que, escuchar en forma empática equivale a acompañar a la otra persona en su situación existencial, tanto en sus penas, problemas y agobios, como en sus alegrías, gozos, expectativas y esperanzas, pero cuidando siempre de que ella elija y dirija el camino.
Lo importante es comunicar a la otra persona que estamos presentes y la acompañamos, pero que ella tomará la decisión. Lo que más debe valorar la otra persona es nuestro tiempo, porque en esta era tan acelerada es un bien precioso que regateamos demasiado.
¿Escucho empáticamente?