Durante siglos se privilegió el desarrollo de la razón sobre el de los sentimientos. Otro tanto sucedió en el plano de la religión. Sin embargo, la sola razón deja manco al ser humano.
Por más que en el tiempo de la Ilustración el hombre haya creído escalar el Everest de su estatura, la inmensa marejada de violencia e injusticias desmiente el progreso alcanzado. La premisa no debe ser “atrévete a pensar”, sino también “atrévete a sentir” y, ¿por qué no?, “a disentir”.
El intelecto puede inflarse con sustancia, pero igualmente con paja. El ser humano puede atraer y abrazar, pero también asustar y rechazar. La relación no descansa prioritariamente en seso y sexo, sino en reflexión y amor. Sin esto último, el hombre se convierte en espantapájaros, como escribió Jalil Gibrán.
“Una vez dije a un espantapájaros: «Debes de estar cansado de permanecer inmóvil en este solitario campo». Y él dijo: «El placer de asustar es profundo y duradero; nunca me cansa». Le dije, tras un minuto de reflexión: «Es verdad; pues yo también he conocido ese placer». Y él me contestó: «Sólo quienes están rellenos de paja pueden conocerlo». Entonces, me alejé del espantapájaros, sin saber si su respuesta era un elogio o una burla. Pasó un año, durante el cual el espantapájaros se convirtió en filósofo. Y cuando volví a pasar junto a él, vi que dos cuervos habían anidado bajo su sombrero”.
Entonces sí, como señaló Oliverio Girondo: “usaremos palabras sustanciosas, auténticas; no como esos vocablos erizados de inquina que babean las hienas al instarnos al odio, ni aquellos que se asfixian en estrofas de almíbar y fustigada clara de huevo corrompido: sino palabras simples, de arroyo, de raíces, que en vez de separarnos nos acerquen un poco”.
¿Soy espantapájaros? ¿Equilibro razón y corazón?
@rodolfodiazf