Feminismo para principiantes

    A todas las mujeres de mi vida
    Gracias a lo dicho por Nuria Varela, sin temor a equivocarme, o traicionar el sentido de sus palabras, puedo afirmar que los feminismos son una revolución de las conciencias que resignifica y hace justicia al papel que juega, y le corresponde por justicia, la mujer en el mundo.

    A lo largo de los años me he tomado la libertad de hacer ciertas recomendaciones bibliográficas cuando, como dice Espido Freire, se trata de libros necesarios. Por necesarios debe entenderse aquéllos que ayudan a completar los anteriores, revelando verdades ocultas que permitan “hacer pedazos el silencio”.

    “Feminismo para principiantes”, de Nuria Varela, es un texto que además de cumplir sobradamente con dichas exigencias, resulta clarificador para los no iniciados, los descreídos, prejuiciados y los que piensan que hay poco que decir sobre el tema.

    Esto último no es cosa menor. Como dice la misma Freire -prologuista del libro- a estas alturas de nuestro siglo, “Quien defienda, sea cual sea su motivación, que la igualdad de géneros es un hecho, se equivoca por completo. Ni en términos de poder, ni de visibilidad, ni de remuneración económica, ni en lo que respecta a la seguridad, la salud, al grado e intensidad de trabajo se ha conseguido el sueño de la equidad, un sueño que comenzó a esbozarse hace ya tres siglos”.

    Teniendo en cuenta parte de lo que se vivirá la próxima semana en espacios públicos y privados, con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, conviene recordar el origen de las reivindicaciones feministas y las distintas formas en que esta forma de ver, entender y habitar el mundo cobran vida. Tomaré como eje las primeras ideas contenidas en “Feminismo para principiantes”, para hablar del asunto con más pertinencia, pero, sobretodo, para animarle a que le hinque el diente a este texto necesario.

    En principio habría que decir que el feminismo es un impertinente que, por fin, dejó el anonimato. Impertinente por muchas razones. Basta evocarlo para que algunos de los interlocutores dejen ver la incomodidad que les genera un tema que, de entrada, cuestiona el orden establecido, habitualmente, por el hombre.

    Nacido a regañadientes en tiempos de la Ilustración, podría decirse que el feminismo es:

    Un discurso político sobre la justicia. Por discurso político no debe entenderse el que muchos y muchas impresentables lanzan desde el podio o su curul, sino esa forma de discurso que, como refiere Nuria Varela, encarna “una teoría y práctica política articulada por mujeres que, tras analizar la realidad en la que viven, toman conciencia de las discriminaciones que sufren por la única razón de ser mujeres y deciden organizarse para acabar con ellas, para cambiar la sociedad”.

    Una filosofía política. A partir de esa realidad discriminatoria, el feminismo “se manifiesta como filosofía política y, al mismo tiempo, como movimiento social. Con tres siglos de historia a sus espaldas, ha habido épocas en las que ha sido más teoría política y otras, como el sufragismo, donde el énfasis estuvo puesto en el movimiento social”.

    Un movimiento no dirigido. En su afán de reivindicar derechos históricamente negados, sus promotoras han centrado su energía en levantar el andamiaje del feminismo, pero sin preocuparse demasiado por definirlo en todos sus detalles. Este hecho explica la dificultad –por no decir imposibilidad– de encontrar una definición que dé cuenta de las muchas maneras en que se expresa el feminismo. Este hecho, más que un descuido o una debilidad teórica, es un acto consciente que trata de alejarse de cualquier forma de hegemonía o resabio patriarcal, porque “el feminismo es un movimiento no dirigido y escasamente, por decir, nada, jerarquizado”.

    El entramado de muchos feminismos. Como dice Varela, “a estas alturas de la historia lo que parece incorrecto es hablar de feminismo y no de feminismos en plural, no para señalar diferencias, sino para hacer hincapié en las diferentes corrientes que surgen en todo el mundo y han hecho del feminismo actual un movimiento global. De hecho, podemos hablar de sufragismo y feminismo de la igualdad o de la diferencia, pero también de ecofeminismo, feminismo institucional, ciberfeminismo... y podríamos detenernos en el feminismo en América Latina como en el africano, en el asiático o en el afroamericano...”.

    Una ética y forma de estar en el mundo. En la medida que las mujeres han venido tomando conciencia de las múltiples formas de opresión de las que son objeto -veladas o no-, la mirada y la vida de quien se acerca al feminismo cambia, porque, como señala Viviana Erazo, el movimiento feminista “ha sido una conmoción intransferible desde la propia biografía y circunstancias, y para la humanidad la más grande contribución colectiva de las mujeres. Removió conciencias, replanteó individualidades y revolucionó, sobre todo en ellas, una manera de estar en el mundo”.

    Este cambio de mirada ha posibilitado a muchas mujeres reconocer y ser conscientes de: a) las muchas maneras en que funcionan y les afectan los micromachismos -es decir, las maniobras normalizadas con las cuales los hombres tratamos de mantener nuestro poder sobre las mujeres-; b) la infrarrepresentación que tienen en la esfera política, económica, cultural; c) la falta de un poder real en la toma de decisiones de las instituciones en que ahora participan; d) las formas en que la publicidad les cosifica; e) los robos de derechos de los cuales han sido objeto, y la urgencia que existe por recuperarlos; y, f) el rol y el peso que tiene el género, por mencionar solo algunas.

    Una linterna y motor de cambio. Como bien señala Varela, el feminismo es una linterna que “muestra las sombras de todas las grandes ideas gestadas y desarrolladas sin las mujeres y en ocasiones a costa de ellas: democracia, desarrollo económico, bienestar, justicia, familia, religión...”.

    Esta lámpara, que sirve para que todas las mujeres no tropiecen entre los tantos caminos diseñados -mañosamente por nosotros- los hombres, posee una capacidad emancipadora al transformar de manera radical las relaciones entre hombres y mujeres. De ahí que afirme Varela, el feminismo “no sea una teoría más, sino una conciencia crítica que resalta las tensiones y contradicciones que encierran esos discursos” que confunden lo masculino con lo universal.

    Gracias a lo dicho por Nuria Varela, sin temor a equivocarme, o traicionar el sentido de sus palabras, puedo afirmar que los feminismos son una revolución de las conciencias que resignifica y hace justicia al papel que juega, y le corresponde por justicia, la mujer en el mundo.

    Sobre las maneras en que dicha revolución ha venido dándose en forma de olas, trata el resto del libro, el cual, como dije líneas arriba, es un libro necesario que no tiene desperdicio.

    Y por no dejar, van unas cuantas preguntas al margen: Además de lo que implica en términos de la negación de dos derechos humanos fundamentales –la alimentación y la educación– para las niñas y niños que dejarán de acudir a las aulas que operaban bajo el Programa de Escuelas de Tiempo Completo, ¿ya se dimensionó el golpe al empoderamiento de la mujer que tal cierre trae consigo? ¿Qué sustituirá dicho programa? ¿La SEP seguirá la misma estrategia empleada con las estancias infantiles? ¿Qué no habíamos quedado que “por el bien de todos, primero los pobres”?

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