Fentanilo, un síntoma más de un sistema descompuesto

    Los cárteles mexicanos han estado al tanto de la evolución del consumo de Estados Unidos. La propia acusación contra “Los Chapitos” del juzgado de distrito en Nueva York afirma que aproximadamente desde el 2013 el cártel de Sinaloa estaba incursionando en la producción de fentanilo. Y, a medida que la crisis de dependencia y sobredosis a opioides se fue agravando en Estados Unidos, la producción de los cárteles se fue profesionalizando. Incluso la pandemia fue un parteaguas, pues el cierre de puertos y aduanas favoreció a la industria del narcotráfico mexicano.

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    Animal Politico / @Pajaropolitico

    El fentanilo, “50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina”, es la sustancia que ha acaparado la discusión sobre drogas durante los últimos meses. El nuevo enemigo de la mal llamada “guerra contra las drogas” logró que el narcotráfico y el consumo de sustancias evolucionaran; sin embargo, la estrategia para mitigar el peligro del fentanilo sigue operando bajo el mismo dogma del prohibicionismo. Mientras se invierten millones de dólares en esfuerzos para detener el tráfico, el mercado opera con normalidad, las sustancias llegan al punto de venta y las sobredosis siguen creciendo. La estrategia de combate contra el fentanilo se ha convertido en un síntoma más de un sistema podrido.

    ¿Cómo llegamos hasta aquí? Actualmente, Estados Unidos atraviesa una de las peores crisis sanitarias desde la llegada del VIH. Tan solo el año pasado más de 107,000 personas murieron por sobredosis, de las cuales 66 por ciento estuvieron relacionadas con opioides sintéticos como el fentanilo. De esa crisis podemos señalar a varios culpables. Uno de ellos, la empresa farmacéutica “Purdue Pharma”, que durante las últimas décadas se encargó de presionar, financiar y moldear las regulaciones sobre opioides en el sistema de salud estadounidense para beneficio propio. Sus campañas resultaron en la mayor crisis de dependencia y sobredosis relacionadas a opioides en la historia del país. Tan solo de 1997 al 2007 los gramos vendidos de Oxicodona, el infame analgésico del cual obtenían ganancias, se incrementaron en 866 por ciento. El impacto de su cabildeo fue tan grande que cambiaron la tendencia de consumo problemático de opioides.

    Ahora, ¿qué tiene que ver esto con México? Frente al crecimiento exponencial de la demanda por opioides en Estados Unidos, el crimen organizado en México ha tomado cartas en el asunto. Si bien, hasta hace unos años la heroína era el opiáceo estrella traficado hacia el norte, las circunstancias del mercado han cambiado. En primer lugar, el opioide de abuso en Estados Unidos cambió de ser la heroína a los fármacos analgésicos como la oxicodona. (1)

    Pero, ¿cómo se relacionan los fármacos analgésicos con el tráfico de fentanilo? La oxicodona, como el fentanilo, es un opioide y genera un efecto sedativo. Cuando una persona comienza un consumo problemático con sustancias de estas características, lo más probable es que inicialmente se le haya recetado de manera legal. Sin embargo, las recetas médicas tienen caducidad y los medicamentos son caros. Aunado a esto, la proliferación de negocios como los “pill mills” y la influencia de las farmacéuticas en el mercado generaron una demanda cautiva que muchas veces se veía imposibilitada de adquirir medicamentos lícitos. Lo que llevó al mercado negro a satisfacer a una demanda creciente por medicamentos apócrifos.

    Los cárteles mexicanos han estado al tanto de la evolución del consumo de Estados Unidos. La propia acusación contra “Los Chapitos” del juzgado de distrito en Nueva York afirma que aproximadamente desde el 2013 el cártel de Sinaloa estaba incursionando en la producción de fentanilo. Y, a medida que la crisis de dependencia y sobredosis a opioides se fue agravando en Estados Unidos, la producción de los cárteles se fue profesionalizando. Incluso la pandemia fue un parteaguas, pues el cierre de puertos y aduanas favoreció a la industria del narcotráfico mexicano.

    Además, el fentanilo es muy rentable para el narcotráfico. Es potente, barato para producir, barato para comercializar y lo más importante, muy fácil de traficar. La ley de hierro de la prohibición establece que, a mayor restricción de tráfico, mayor potencia en el producto. El mejor ejemplo para entender este postulado es lo que ocurrió con la cerveza durante la prohibición del alcohol en Estados Unidos: a partir de la restricción, traficar grandes cantidades resultaba muy complicado, lo que hizo que su precio se disparara hasta 700 por ciento, mientras que licores más fuertes se traficaban más fácil por representar menor volumen y más dosis, por lo que su precio se elevó considerablemente menos (200 por ciento). (2)

    Según la acusación realizada por el juzgado de distrito Nueva York contra Los Chapitos, 1 kilogramo de precursor cuesta alrededor de 800 dólares, y de ese kilogramo se pueden producir 415,000 pastillas que se venden a los distribuidores por 50 centavos, dejando un margen de ganancia de 200 a 800 veces lo invertido por precursores.

    Por esta razón es casi imposible que la reforma para el control de precursores químicos que acaba de entrar en vigor sirva de algo en el combate al tráfico de fentanilo. Si el problema se sigue construyendo a partir del dogma de la mal llamada “guerra contra las drogas”, el gobierno seguirá topando con pared en sus esfuerzos millonarios por detener el flujo de sustancias en cualquier modalidad. Durante años, los gobiernos se han enfocado en combatir la oferta de drogas, concentrando la estrategia en erradicar o incautar las sustancias antes de que lleguen a su punto de venta. A pesar de todos los esfuerzos, la demanda siempre se ve satisfecha, incluso si la reducción en la oferta significa un aumento de precio. En el caso del fentanilo esto resulta mucho más relevante: debido a la alta dependencia que genera la sustancia, la demanda no es elástica, es decir, no depende de la oferta para que se modifique. Así, llueva, tiemble o relampaguee, la sustancia será comprada.

    En México no existe crisis comparable a la de Estados Unidos, sin embargo, no hay que bajar la guardia. El fentanilo es una sustancia sumamente potente y dañina, además abunda en el inventario de los cárteles. En Baja California, estado donde el consumo de opioides y sustancias inyectables ha sido una constante, el fentanilo sí es un problema grave de salud pública; no obstante, se suele minimizar por la situación de vulnerabilidad que viven las personas consumidoras. En el estado, las muertes por sobredosis han aumentado un 405 por ciento del 2017 al 2022. Además, a nivel nacional los fármacos opioides están escaseando, los analgésicos no están llegando a quienes lo necesitan y los tratamientos de rehabilitación con metadona se ven truncados. Lo que hace que las personas en procesos de rehabilitación vuelvan al consumo de drogas de mayor impacto, volviéndose susceptibles a encontrarse con fentanilo en el mercado ilegal.

    A pesar de estas cifras, no hay respuesta alguna por parte de las autoridades. Incluso desde una conferencia matutina el subsecretario de salud, Hugo López Gatell desestimó la liberación de la venta de la naloxona, el antídoto para revertir sobredosis provocadas por opioides. Acusó que optar por esta vía era “querer tapar el sol con un dedo”, y no atender las causas profundas del problema. Sin embargo, parece que la moral nubló su empatía.

    El fentanilo es ahora el tema de moda por razones que no resultan preocupantes, al menos a nivel nacional. Sin embargo, este caso es sintomático de la manera en la que se tratan los temas de drogas. Por ejemplo, el consumo problemático de metanfetamina representa actualmente uno de los retos más grandes de salud pública en materia de uso de drogas. Pero como con el fentanilo, las autoridades prefieren atender una estrategia estéril para combatir la oferta y desestimar el intelecto de la población usuaria, promoviendo campañas de abstención para reducir y prevenir el consumo de sustancias.

    * El autor es Diego Arturo Jiménez Padilla (@eldiegojim), Gestor Público por el ITESO y asistente de investigación en @ElementaDDHH.

    1 Cicero, T. J., Ellis, M. S., Surratt, H. L., & Kurtz, S. P. (2014). The Changing Face of Heroin Use in the United States. JAMA Psychiatry, 71(7), 821. doi:10.1001/jamapsychiatry.2014.366

    2 Beletsky, L., & Davis, C. S. (2017). Today’s fentanyl crisis: Prohibition’s Iron Law, revisited. International Journal of Drug Policy, 46, 156–159. doi:10.1016/j.drugpo.2017.05.050

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