Filosofía del jardín

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    El jardín no significa solamente un lugar agradable y bonito, sino un paraje donde uno toma distancia de la vida cotidiana e incita a pasear con un ritmo diferente, relajarse, conversar y reflexionar. Lógicamente, este lugar ideal se convirtió en el preferido para pensar y divagar sobre el arte, el amor, la belleza, el sentido mismo de la vida. Y no solamente el pensamiento filosófico está ligado al jardín, sino también el teológico...

    El pensamiento filosófico siempre ha estado ligado con el jardín, pues se concibe como un lugar propicio para ejemplificar la felicidad, vida saludable y un ideal armónico de sociedad. Incluso, uno de los antiguos filósofos, Epicuro, denominó “El Jardín” a su escuela fundada a las afueras de la ciudad de Atenas, que estaba vecina a la Academia de Platón; además, Aristóteles enseñaba caminando en los jardines del Liceo.

    El jardín no significa solamente un lugar agradable y bonito, sino un paraje donde uno toma distancia de la vida cotidiana e incita a pasear con un ritmo diferente, relajarse, conversar y reflexionar. Lógicamente, este lugar ideal se convirtió en el preferido para pensar y divagar sobre el arte, el amor, la belleza, el sentido mismo de la vida.

    Y no solamente el pensamiento filosófico está ligado al jardín, sino también el teológico, como recuerda el relato bíblico del jardín del Edén o paraíso. Shakespeare, en el plano literario, se refería al jardín como un “locus amoenus”, un lugar agradable e idílico (lo contrario de un locus eremus y horribilis, desértico y horrible). Es comprensible, también, que los grandes palacios o villas medievales y renacentistas contaran con grandes jardines.

    En su obra, “Jardinosofia. Una historia filosófica de los jardines”, el antropólogo y filósofo español Santiago Beruete escribió como epígrafe un proverbio árabe: “Un libro es como un jardín que se lleva en el bolsillo”. Asimismo, expresó: “En los jardines se respira la utopía. Es la forma que tenemos de visualizar algo intangible, que es la felicidad; una metáfora visible”.

    Explicó que, tal vez, el desinterés que se tiene por el estudio de los jardines provenga de algunas “escuelas filosóficas que ensalzaron el valor del entendimiento frente al de los sentidos como fuente de conocimiento”.

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