Generalmente, se piensa que la filosofía es un pensamiento abstracto, engorroso y reservado a los especialistas en esa materia. Sin embargo, esta concepción es errónea, porque el estudio filosófico no está restringido al campo estrictamente cognoscitivo y conceptual, sino que incide también en el aspecto práctico, ético, estético, conductual y espiritual.
En otras palabras, la filosofía no sólo es un estudio teórico y académico, sino una forma de vida; por eso, el profesor Pierre Hadot señaló que la filosofía es un “ejercicio espiritual”, porque no se refiere solamente a cuestiones del pensamiento abstracto, sino a la totalidad psíquica del individuo.
En verdad, los antiguos filósofos griegos reflexionaron minuciosamente sobre la comprensión y cuidado de sí mismo, con el propósito de mejorar en los aspectos personales que convenía desarrollar para interactuar más adecuadamente en la transformación del mundo.
Situándose en esta perspectiva, el filósofo antiguo se despoja de su cuño iniciático y adopta el menester de sabio que brinda algo semejante al “coach ontológico” que tanto prolifera hoy.
Plotino recomendó: “haz como el escultor que debe crear una estatua hermosa: quita, cincela, pule y limpia hasta que aparece el bello rostro de la estatua. Del mismo modo tú también debes quitar todo cuanto sea superfluo y enderezar lo torcido, purificando lo siniestro para convertirlo en brillante, sin dejar de esculpir tu propia estatua hasta que brille en ti la claridad divina de la virtud”.
De igual forma, María Zambrano, hablando de Séneca, expresó: “Vemos en él a un médico... de la filosofía que... burlándose un poco del rigor del pensamiento con otra clase de rigor y otra clase de consuelo, nos trae el remedio. Un remedio menos riguroso que, más que curar, pretende aliviar; más que despertarnos, consolarnos”.
¿Me beneficio de la espiritualidad de la filosofía?