Es inconcebible cómo se ha reprimido a los trabajadores migrantes mexicanos en California. Por orden del Presidente Donald Trump, la Guardia Nacional ha tratado con una saña inaudita, en el país del norte, a nuestros connacionales. Hay que recordarle a Donald Trump que nuestros paisanos no son delincuentes, son trabajadores que contribuyen de manera responsable con su trabajo al progreso de esa nación.
El gobierno del Presidente Trump está mostrando su lado regresivo, volviendo el reloj de los Estados Unidos a sus periodos más oscuros, a su época de segregación racial o a la cacería de brujas de la intolerante época de McCarthy. Lo lamentable es que no se está reconociendo la contribución que los migrantes con su trabajo prestan en ese país, en sectores claves de la economía como son la industria, la agricultura y los servicios. Son los migrantes los que mantienen a flote buena parte de la economía del país vecino.
En lugar de plantear, como quería el Presidente demócrata John F. Kennedy, que se regularizara la situación laboral de los trabajadores hispanos, que se les otorgara visa de trabajo y reconociera sus derechos laborales en Estados Unidos, abriéndoles un camino claro a la ciudadanía americana para quienes quisieran quedarse a residir en ese país, construido por migrantes de todo el mundo, lo que tenemos ahora, en esta Era Trump, es no sólo un borrón de un tratamiento serio, progresista, del asunto migratorio, sino una verdadera regresión.
Las trasnochadas ideas conservadoras y el racismo del que hace gala Donald Trump afloran en el trato que se está dando a los migrantes, cuyas justas protestas pacíficas se reprimen con saña inaudita. El propio Gobernador demócrata de California, Gevin Newson, y la Alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, han protestado por la presencia en las calles de la Guardia Nacional, considerando ilegal su actuación persiguiendo y reprimiendo migrantes. Han iniciado un litigio contra las arbitrarias órdenes de un Presidente ensoberbecido de poder.
Un repaso de la historia sería aleccionador para los actuales gobernantes de Estados Unidos, que necesitan comprender lo arraigado que están los mexicanos en buena parte de los Estados Unidos. Los mexicanos ya habían fundado y engrandecido California mucho antes de que, en 1620, en el Mayflower, desembarcara el primer centenar de colonos europeos en las costas de Massachusetts.
California y México -sin hablar de Texas, Arizona, Nuevo México, La Florida...- tienen una larga historia en común, fundacional, con la nación mexicana, que ningún decreto temporal o medida arbitraria puede borrar.
Lo más paradójico es que el abuelo del Presidente Donald Trump es de origen alemán, lo que hace que la familia del actual Presidente norteamericano sea también de migrantes, como miles de familias anglosajonas que también forman parte de la nación americana. Esa ha sido, además, la mayor fortaleza cultural de Estados Unidos, ser una tierra pródiga, de libertades para los emigrados de todo el mundo, que han convertido a la nación americana en lo que es actualmente: un crisol de razas, culturas y lenguas de lo más diverso, que tienen en común su amor a la libertad y a la democracia. Por eso pensamos que el pueblo norteamericano, más temprano que tarde reaccionará y frenará la política racista, de fobia anti-hispana, que se quiere imponer a base de militarizar las otrora ciudades libres de la Unión Americana.
La errática política interna, de redadas y persecución a los migrantes hispanos, tiene una alineación con una política exterior que, sin considerar los grandes reacomodos que se están dando en el mundo y que pone en crisis el hegemonismo unipolar de Estados Unidos (no obstante, aún una potencia mundial), persiste en su añeja pretensión de imponer su hegemonía en el mundo. Cumplir ese designio cada vez será más difícil, ya que existen otras potencias con intereses hegemónicos en muchos puntos del planeta.
Ante la escalada bélica que el gobierno sionista de Israel está desatando en el Medio Oriente -con respaldo de Estados Unidos-, causando un genocidio sobre la población civil de Gaza y, recientemente, bombardeando Irán, se impone más que nunca la lucha de los pueblos por la paz. La ONU debe desempeñar un papel más protagónico para evitar que los intereses hegemonistas sigan conduciendo al estallido de guerras o al martirio de pueblos enteros como en Gaza.
Se puede decir que los pueblos del mundo aman la paz y detestan la guerra, eso es indiscutible