Recientemente, el actual Rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa expresó públicamente (tiktok: @uasoficial) la intención de redistribuir las becas al desempeño, argumentando que los profesores de asignatura, al recibir menores ingresos, deberían obtener una mayor proporción de estos recursos en comparación con los de Tiempo Completo (TC), en especial los miembros del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII), quienes ya cuentan con un apoyo adicional debido a su actividad en investigación.
Como lo hemos mencionado antes, las becas al desempeño académico son un programa financiado por la Secretaría de Educación Pública que se otorga con base en indicadores de calidad, el número de educadores y la cantidad de estudiantes en cada institución. Se trata de un recurso etiquetado, asignado anualmente a las universidades para fortalecer la calidad educativa. En la UAS, el incentivo se distribuye según un tabulador que va del nivel 1 al 5 para docentes de TC y del 1 al 4 para Asignatura Base, dependiendo de los puntos acumulados por su rendimiento académico.
La declaración del Rector genera preocupación, pues plantea una asignación basada en criterios distintos a los establecidos en la convocatoria del programa. Si la distribución de los apoyos no responde al puntaje asignado por el sistema de evaluación, entonces cabe preguntarse cuál es el propósito real del proceso de puntuación.
Los profesores de asignatura, que suman más de 5 mil 500 en la UAS, necesitan más que sólo un moderado aumento en las becas al desempeño, pues esto representaría solo una pequeña fracción de su ingreso mensual. Su prioridad es lograr estabilidad laboral mediante la transición a plazas de TC, lo que les permitiría acceder a prestaciones y condiciones justas.
Reconocemos que los maestros de asignatura necesitan apoyos, pero también es fundamental entender que el programa de becas al desempeño académico tiene como origen el fortalecimiento de la calidad educativa de la institución. Si bien los incentivos salariales pueden contribuir a este objetivo, el programa no fue diseñado únicamente para incrementar el ingreso mensual de los trabajadores, sino para motivarlos a mejorar la producción y calidad educativa.
Los profesores de tiempo completo, que rondan los mil 500 en la institución, y de los cuales 606 (con algunos pocos de asignatura) pertenecen al SNII, no pueden ser presentados como beneficiarios artificiales de las becas. La realidad es que su desempeño académico contribuye de manera significativa a los indicadores que la universidad reporta a nivel nacional.
Los miembros del SNII representan menos del 9 por ciento (606/7,000) del total del personal académico en la UAS. Por lo tanto, una reducción en sus niveles dentro del tabulador de becas o en el monto total de estos incentivos es irrelevante en comparación con el número total de instructores. A su vez, el incremento en las becas para los profesores de asignatura es igualmente intrascendente en términos salariales.
Esta medida no solo desmotiva a los miembros del SNII, sino que también resulta insuficiente para mejorar las condiciones laborales del personal de asignatura. En lugar de generar una política que divida a la comunidad académica, se requiere una visión integradora que atienda las necesidades reales de cada grupo.
La transparencia en el manejo de estos recursos es una de las principales áreas que requiere mejora. Actualmente, los pagos presentan un retraso de más de ocho meses y, en administraciones anteriores, han llegado a desaparecer por completo durante dos años tras su aprobación. La incertidumbre generada por esta mala gestión es un problema urgente que debe abordarse de inmediato.
En comparación, los cambios en la distribución de los incentivos tienen un impacto mínimo en los docentes de asignatura y desmotivan a los investigadores sin generar una mejora real en la estructura salarial.
En este sentido, la política institucional debería centrarse en garantizar la estabilidad de los recursos, cumplir con los pagos en tiempo y forma, y fortalecer el reconocimiento del desempeño académico basado en criterios objetivos. La solución no está en enfrentar a los distintos sectores de la comunidad académica, sino en diseñar un esquema de becas que responda a las verdaderas necesidades de los docentes y que fomente una mejora real en la calidad educativa de la institución.