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"COLUMNA"

"Golpes al aire"

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24/05/2017

    Joel Díaz Fonseca

    Para mejorar su técnica y su resistencia, los boxeadores durante su entrenamiento hacen rounds de sombra. Se asumen como si estuvieran arriba del ring y lanzan golpes a un adversario ficticio, de quien también eluden golpes imaginarios.

     

    En realidad no es un pleito, porque como advierte un popular adagio, para que haya pleito se necesitan dos.

     

    Me vino esto a la memoria al leer las declaraciones de Rex Tillerson y John Kelly, secretarios de Estado y de Seguridad Nacional de Estados Unidos, respectivamente, reconociendo que la gran demanda de estupefacientes que hay en su país ha alimentado la violencia en México.

     

    Si no existiera esa demanda de estupefacientes en Estados Unidos y en muchos otros países, no existirían seguramente los niveles de criminalidad y violencia que padecemos en México.

     

    Para que les sea rentable a los cárteles el trasiego de drogas necesitan que éstas tengan una demanda considerable, y es lo que reconocen los dos funcionarios de más alto nivel del gobierno de Donald Trump.

     

    “Los estadounidenses necesitamos asumir este problema. Es nuestro”, dijo Tillerson, urgiendo a que en su país se despliegue una intensa campaña contra la drogadicción.

     

    Lamentablemente nada han dicho y nada dijeron ahora del otro problema que también incide directamente en las altas tasas de criminalidad en México: el tráfico de armas.

     

    Según un estudio del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, citado por el periódico Excelsior en su edición del 28 de diciembre pasado, “todos los días llegan ilegalmente a México unas dos mil armas procedentes de Estados Unidos, lo que se convierte en un generador de violencia e inseguridad”.

     

    Basta recordar que el gobierno estadounidense operó un programa denominado “Rápido y Furioso”, de 2006 a 2011, que consistió en proporcionar armas a los cárteles para supuestamente poder rastrearlos y parar el flujo de armas.

     

    Lamentablemente fracasó por falta de una supervisión adecuada por la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego y por la Fiscalía en Phoenix, según un reporte de la Oficina del Inspector General del Departamento de Justicia.

     

    Con el supuesto propósito de desarticular al Cártel de Sinaloa, se permitió el trasiego ilegal “supervisado” de más de dos mil armas de Estados Unidos a México, pero no hubo tal “supervisión” y la inmensa mayoría de las armas suministradas mediante el programa “Rápido y furioso” quedaron en poder de los cárteles de las drogas, con las gravísimas consecuencias que hoy padecemos.

     

    Pero nada se ha dicho sobre el ingreso de armas de Estados Unidos a México. Mientras no se emprendan acciones de manera conjunta para parar el flujo de armas a través de la frontera común, no podrá pararse la ola de criminalidad en nuestro País.

     

    El Presidente Donald Trump ha insistido en la urgencia de construir un muro en la frontera, pero no lo quiere para impedir el paso de armas de allá hacia acá. Lo que le preocupa, y es en lo que ha puesto énfasis, es detener la inmigración ilegal.

     

    Ha insistido en que México no envía a Estados Unidos a sus mejores personas, sino a sus ‘bad persons’, y arrasa por parejo con los indocumentados, calificándolos como criminales y violadores.

     

    ¿Por qué ha sido omiso en señalar el tráfico de armas de Estados Unidos a México como una de las principales causas del incremento de la violencia en nuestro País?

     

    Para poner fin a este grave problema no necesita levantar ese ignominioso muro, basta con que ordene a su personal de aduanas que se aplique a conciencia en la revisión de cualquier embarque que tenga como destino a nuestro País y confisquen cuanta arma se pretenda internar en nuestro territorio.

     

    Lo mismo deben hacer los agentes aduanales mexicanos, deben ya dejar de hacerse de la vista gorda. Junto con sus homólogos estadounidenses son corresponsables de la criminalidad y de la alta tasa de homicidios en México.

     

    Así como han reconocido Tillerson y Kelly que la gran demanda de estupefacientes que hay en su país ha alimentado la violencia en México, también deben reconocer el flujo de armas como otra de las causales de la comisión de tantísimos crímenes, y aplicarse igualmente a resolverlo.

     

    En ninguno de los dos casos vale que de ambos lados de la frontera se hagan “rounds de sombra”, y se tiren golpes al aire haciendo como que golpean, cuando en realidad no le tiran a nadie.

     

    Para que haya pleito, que en este caso sería un combate frontal al trasiego de armas y drogas, se necesitan dos. El problema es común.

     

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