La segregación racial, vamos a decir, oficial, no es un hecho que esté muy alejado de los tiempos actuales; la otra, la clasista, continúa vigente en nuestro país y en las diferentes naciones de nuestro zarandeado planeta.
En los Estados Unidos, la igualdad en derechos civiles fue lograda en el año 1964, y en Sudáfrica se concretó más menos 30 años después. Sin embargo, en dichos países, al igual que en nuestro territorio, los prejuicios raciales continúan vigentes. Hace algunos días me llegó a través del “guatsap” una historia muy interesante, sobre la grandeza de un hombre negro sudafricano, cuyas virtudes y logros fueron enterrados por el polvo de la implacable segregación que solo permitía el apunte de los éxitos de la gente de raza blanca.
Corrían los últimos días del año 1967 cuando los medios de comunicación de todo el mundo dieron la noticia de que el día 3 de diciembre, a un hombre de nombre Louis Washkansky le fue trasplantado el corazón de Dénise Darvall, quien murió atropellada con apenas 25 años de edad.
La hazaña quirúrgica fue lograda por un equipo médico al mando del médico sudafricano de raza blanca Christiaan Barnard, y por supuesto, el primer trasplante de corazón vino a darle un vuelco a la cardiología, aunque el paciente solo vivió 18 días con su nuevo corazón, ya que una neumonía dio al traste con los esfuerzos de Barnard y sus colaboradores.
El cirujano Barnard y la gente que participó en el suceso médico recibieron los honores correspondientes del mundillo de la medicina, y el médico en jefe recorrió mundo dando conferencias acerca de su revolucionaria intervención quirúrgica.
Sin embargo, el rechazo racial imperante en aquella época, no permitió que los esfuerzos de un importante colaborador de Barnard no recibiera el crédito que merecía, en virtud de que era un hombre de raza negra, y que además, no contaba con estudios académicos de cirugía. Su nombre, Hamilton Naki, de oficio jardinero y ayudante general de labores de limpieza, cuya aguda capacidad de observación y habilidad manual le permitió colaborar en las cirugías experimentales de trasplante de corazón en animales.
Hamilton Naki nació en Ngcingane, una pequeña comunidad de Cabo del Este y una vez que completó sus estudios primarios, a los 14 años fue a buscar su destino y se empleó como jardinero en la Universidad de Ciudad del Cabo.
Su constancia en el trabajo y su agudeza lo llevaron a ser contratado por el profesor Robert Goetz, de la facultad de medicina de dicha universidad, para que se encargara del cuidado de los animales que se utilizaban en los laboratorios experimentales de la institución.
Ya dentro de los recintos experimentales, a Naki le confiaron labores elementales de cirugía y su habilidad innata para el bisturí le empezó a generar el reconocimiento de los académicos al grado de convertirse en supervisor de las labores que realizaban los bisoños cirujanos.
Cuando Christiaan Barnard empezó a conjuntar el equipo para realizar el primer trasplante de corazón, pidió que se integrara Hamilton Naki y obviamente hubo resistencia de las autoridades escolares, sin embargo, Barnard insistió y logró que Naki participara de manera activa en el trascendental suceso médico, después del cual, el colaborador desconocido continuó participando con estudiantes y maestros de medicina de su centro de trabajo, sin recibir el reconocimiento que merecía.
Hamilton Naki cerró su ciclo laboral en la Universidad de Ciudad del Cabo y le asignaron la pensión que le correspondía a su grado laboral, la de jardinero.
La vida de Hamilton Naki es un maravilloso ejemplo de superación y de pasión vocacional a toda prueba, tanta, que llegó a practicar la difícil tarea de la medicina sin haber pasado por las aulas, pero por otra parte, el caso de Naki también ejemplifica los alcances de la injusticia que provoca la maldad humana, para este caso, protagonizada por el racismo.
Hamilton Naki, una vida inspiradora y una brillante referencia para todos nosotros, que al menor obstáculo, desistimos de nuestros propósitos ¡Buen día!
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