Hospitales General e Infantil, ¿ahora sí?
Inicio corrupto y larga espera en el HGC

OBSERVATORIO
    Tal vez por ese contraste de obras que se hacen pensando en cómo engordarles las cuentas bancarias a los gobernantes, y las que se ajustan a políticas de ahorro y necesidades populares, es que el hospital de Culiacán ha visto pasar el tiempo sin inmutarse con la esperanza de algún día serle útil a los sinaloenses como lo fue durante la pandemia de coronavirus que bajo el control de militares funcionó al ser habilitado como centro de atención a contagiados. Ahora que se le ofrece cambiarle la narrativa de ociosa a beneficiosa otro compás de esperanza inicia con la expectativa de que esta vez la palabra sí valga.

    Haya sido como haya sido, dirán los que exigen servicios médicos de calidad, pero el hecho de ponerles fechas, mayo y julio, al funcionamiento óptimo de los hospitales Pediátrico de Sinaloa y General de Culiacán son buenas noticias que serán mejores si esta vez el Gobierno federal cumple su palabra. En el caso del nosocomio de la capital del estado, por estar cuatro años hueco nomás adornando el paisaje, empezaba a ser considerado otro elefante blanco hibernando en la campiña de los tres ríos.

    Si en verdad son puestos en operación, el General y el Pediátrico serán por fin pilares de la salud pública estatal y a la vez monumento a la resistencia frente a burocratismos que no cedían pese a las gestiones persistentes del Gobernador Rubén Rocha Moya para que acabaran los plazos de tramitologías obstaculizadoras. Y sí hay un responsable: Juan Ferrer Aguilar, que mientras estuvo a cargo del Instituto de Salud para el Bienestar trabó el inicio de operaciones del HGC.

    El desagravio por tantas postergaciones tiene que significar que la atención médica de alto nivel les lave a los dos hospitales el rostro demacrado debido a interminables esperas. Es decir, con equipamiento tecnológico de última generación, personal capacitado, áreas de especialidades competentes, atención de buena calidad y calidez, y disponibilidad de medicamentos, los beneficiarios dejarían de verle el semblante al HGC de paquidermo albo, sin provecho alguno.

    Casi se le termina el sexenio al Presidente Andrés Manuel López Obrador y después de varias visitas del Mandatario al Hospital General de Culiacán por fin se anunció por parte del director del IMSS Bienestar, Zoé Robledo, en La Semanera del 9 de abril, que en los tres próximos meses empezarán a recibir pacientes ambos centros clínicos, cuyas obras iniciaron en 2018 en el gobierno de Quirino Ordaz Coppel.

    Más allá de lo festivo que puedan ser las aperturas de los hospitales una y otra vez postergadas, cabe hacer el recuento del origen del HGC con aquella intentona por ponerle cimientos de corrupción que la sociedad sinaloense le frustró al entonces Gobernador Mario López Valdez, quien pretendió mediante el esquema de asociación público privada hipotecar a Sinaloa con la deuda de 14 mil millones de pesos pagaderos durante 25 años y comprometiendo en ese cuarto de siglo las aportaciones al estado del Fondo de Aportaciones para el Fortalecimiento de Entidades Federativas.

    En esos tratos leoninos que finalmente no se concretaron, Malova pretendió cerrar su administración beneficiando a las empresas Prodemex, propiedad el magnate Olegario Vázquez Raña, con la construcción del Hospital General de Culiacán, así como a GIA+A, que dirigía Hipólito Gerard Rivero, cuñado del ex Presidente Carlos Salinas de Gortari, con la obra del nosocomio en Mazatlán. Ambas compañías que fueron de las más beneficiadas en el sexenio de Enrique Peña Nieto recibieron aquí el rechazo de la sociedad civil que se movilizó hasta lograr que el Congreso del Estado se negara a aprobar dichos convenios.

    Sólo por mencionar un botón de muestra del tamaño de las codicias, Gerard Rivero llegó a Sinaloa en 2015 con toda la seguridad de que obtendría la enorme tajada del mencionado fondo federal, igual que en 2014 Peña Nieto le allanó el camino para que ganara sin problemas las licitaciones para participar en las obras carreteras Jala-Puerto Vallarta, por 730 millones de pesos; Ixtlahuaca -Jilotepec, por un monto de 156 millones de pesos, y el libramiento Campeche y del Ramal Aeropuerto, entronque Chiná, por 304 millones de pesos. Así vino por la edificación del HG de Mazatlán, pero el negocio se le cayó.

    Con ese antecedente, el Hospital General de Culiacán constituye la antítesis de la corrupción pues Quirino Ordaz Coppel logró que los dos nosocomios fueran construidos con más pocos recursos públicos (475 millones de pesos el de Mazatlán y mil 230 millones de pesos el de Culiacán) cifra contrastante con los 14 mil millones de pesos que le hubieran costado a Sinaloa si López Valdez los lograba hacer por el esquema app y con la marca del tráfico de influencias.

    Tal vez por ese contraste de obras que se hacen pensando en cómo engordarles las cuentas bancarias a los gobernantes, y las que se ajustan a políticas de ahorro y necesidades populares, es que el hospital de Culiacán ha visto pasar el tiempo sin inmutarse con la esperanza de algún día serle útil a los sinaloenses como lo fue durante la pandemia de coronavirus que bajo el control de militares funcionó al ser habilitado como centro de atención a contagiados. Ahora que se le ofrece cambiarle la narrativa de ociosa a beneficiosa otro compás de esperanza inicia con la expectativa de que esta vez la palabra sí valga.

    De todo esto que tendría que estar presente en la memoria de los sinaloenses deriva la larga lucha para que Culiacán tenga su nuevo Hospital General. Casi por nada la ciudadanía aguarda a que se escriba una historia diferente, de eficiencia y transparencia, que repare daños, abandonos y desidias.

    Reverso

    Desde el origen hubo la señal,

    De cómo sería el futuro,

    Que todavía luce oscuro,

    Para el nuevo Hospital General.

    Preguntándole al viento

    ¿Cuándo la Dirección de Vialidad y Transportes del Gobierno de Sinaloa tomará medidas severas para supervisar las condiciones en que opera el transporte de pasajeros en Sinaloa? ¿Cuántas víctimas letales más necesita la dependencia aparte de los 22 que murieron calcinadas el 30 de enero al chocar un autobús contra tráiler en la maxipista Culiacán-Mazatlán, y las cuatro que perdieron la vida ayer al incendiarse otro camión cerca de la caseta de peaje de Alhuey, Angostura? ¿Por qué no se realiza el diagnóstico que lleve a anticipar este tipo de tragedias?

    -

    sicairos6204@gmail.com

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!