Se dice que alguien es vulgar cuando resulta común y falto de originalidad, pero también cuando es corriente o le falta educación.
Es muy criticado endosar vestimentas vulgares que no realzan la categoría de la persona, como también recurrir a un lenguaje soez e irrespetuoso.
Para escapar de la vulgaridad suele elegirse ropa que sea original, que luzca y refuerce la autoestima. Igualmente, es importante respetar normas, protocolos y cánones de comportamiento. Todavía a mediados del siglo pasado era usual observar y referirse a un famoso manual de urbanidad, costumbres y buenas maneras.
La distinción no la brindan los atuendos externos, sino la educación. “Busquemos lo que se hizo bien, y no lo que está más usado; lo que nos coloque en la posesión de eterna felicidad, y no lo que califica el vulgo, errado investigador de la verdad. Y llamo vulgo no sólo a los que visten ropas vulgares, sino también a los que las traen preciosas, porque yo no miro los colores de que se cubren los cuerpos, ni para juzgar del hombre doy crédito a los ojos; otra luz tengo mejor y más segura con que discernir lo falso de lo verdadero”, expresó Séneca.
Mario Vargas Llosa lamentó que los medios de información fomenten la vulgaridad. “La televisión ha sido un extraordinario invento, ya lo sabemos, pero ha sido también un formidable desperdicio, pues en lugar de contribuir a elevar la cultura y la sensibilidad del todo el mundo ha banalizado, frivolizado y aumentado el nivel de imbecilidad en un gran número de seres humanos, a quienes las imágenes de los programas más exitosos de la pequeña pantalla, dechados de vulgaridad, chismografía y amarillismo, exoneran de preocupaciones, inquietudes espirituales e intelectuales y hasta la incomodidad de pensar”.
¿Huyo de la vulgaridad?
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