Un poema del peruano Federico Barreto, titulado Último ruego, sirvió de base a Rafael Otero para componer la famosa canción Ódiame, que popularizó el ecuatoriano Julio Jaramillo:
“Ódiame por piedad, yo te lo pido. Ódiame sin medida ni clemencia. Odio quiero más que indiferencia, porque el rencor hiere menos que el olvido”, señala la letra, y añade: “ten presente, de acuerdo a la experiencia, que tan sólo se odia lo querido”.
En efecto, no hay nada más hiriente y lastimoso que la indiferencia. Si alguna persona nos odia, estamos por lo menos seguros de que no le somos indiferentes. La indiferencia mostrada hacia una persona indica que no se siente hacia ella ni atracción ni repulsión, por eso se le ignora con el más absoluto anonimato.
Elie Wiesel fue llevado a Auschwitz cuando tenía 15 años, donde quisieron hacerle olvidar su nombre y le tatuaron el número A-7713 en el brazo izquierdo. Fue enviado, también, a los campos de concentración de Monowitz y Buchenwald. Pero, Wisel no olvidó nada del sufrimiento de su familia y de sus demás compañeros, sino que siguió abogando por la concordia y defensa de los derechos humanos, razón por la que le fue concedido el Premio Nobel de la Paz. en 1986.
Wisel escribió: “Lo contrario del amor no es odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la fe no es herejía, es la indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia entre la vida y la muerte”.
Asimismo, señaló: “He intentado mantener viva la memoria. He intentado luchar contra aquellos que olvidarán. Porque si olvidamos, somos culpables, somos cómplices... En aquellos días y noches la Humanidad perdió su rostro”.
¿Muestro indiferencia?
-
rfonseca@noroeste.com
rodifo54@hotmail.com