Infierno
en el Pacífico

BUHEDERA
    Infierno en el Pacífico es una película con una historia lenta, pero convertida hoy en un clásico bélico y digna de verse por la reflexión implícita sobre la intrincada naturaleza humana que se sobrepone a las vicisitudes de la guerra

    Vi esta película en su momento. Me pareció un fascinante duelo actoral, con problemas de idioma y de recursos. Entonces, y durante varios años, como el lobo solitario que era, contrario a lo muy extravertido (el prefijo ‘extro’ no existe en castellano) que me volví después, yo prefería ir solo al cine, y me sentaba en primera fila, en la butaca central (supuestamente yo tengo, y sobre todo tenía, una leve forma de Asperger, que es a su vez una forma de autismo de muy diversos grados).

    Infierno en el Pacífico (Hell in the Pacific) basada en un relato de Reuben Bercovitch, es una película del director John Boorman que tiene como únicos protagonistas a Lee Marvin y Toshirō Mifune. Se rodó en 1968 y contiene una banda sonora de Lalo Schifrin.

    Sinopsis

    Un soldado japonés (Toshirō Mifune) que ha naufragado en una isla desierta del Pacífico contempla un día cómo llega a la misma otro náufrago, esta vez un oficial de la USAF (Lee Marvin). Tras descubrirse mutuamente, ambos hombres inician un arduo enfrentamiento personal tratando de robarse los recursos de sobrevivencia, para luego caer prisionero (de forma alternada y sucesiva) del adversario y sufrir la esclavitud y el maltrato de éste. Sin embargo, la soledad de la isla acaba imponiendo una relación de colaboración simbiótica entre ambos, con el fin de construir una balsa que les permita volver a la civilización. A partir de ese momento, el antagonismo de los dos hombres se irá convirtiendo en camaradería, y finalmente en amistad, hasta que llegan a una isla que fue recientemente ocupada y abandonada.

    El director John Boorman abordó con Infierno en el Pacífico un arriesgado proyecto. Pese a ello, se destaca que la película transcurre a ratos en episodios de drama y suspense, y en otros son rayanos en lo jocoso, y consigue mantener el sentido de lucha de dos personalidades absolutamente contrapuestas, apoyada en las sólidas interpretaciones de dos grandes actores, Toshirō Mifune y Lee Marvin (dos clásicos de las películas bélicas), así como por la plasticidad de la excelente fotografía y los escenarios naturales de la isla.

    También resulta acertado cómo la película va mostrando el proceso del progresivo acercamiento entre un estructurado militar japonés y el estereotipo marcial duro estadounidense representado por Marvin, que hace que la historia, pese a su poca viveza narrativa, no caiga en el tedio y combine alternadamente el suspense con trazas de drama y humor (se evidencia el toque de humor oriental de Mifune), lo cual se logra teniendo en cuenta las limitaciones argumentales de la misma, pero es magnificada por las sólidas interpretaciones de cada uno los actores.

    Infierno en el Pacífico es una película con una historia lenta, pero convertida hoy en un clásico bélico y digna de verse por la reflexión implícita sobre la intrincada naturaleza humana que se sobrepone a las vicisitudes de la guerra.

    Ambos, son hombres de Hobbes cuando afirmaba que el hombre es el lobo del hombre, que el hombre librado a su propia voluntad es peligroso incluso para sus semejantes. Así, en conflictos o pasiones detenta un deseo de poder insaciable del ser humano; una naturaleza tan compleja, que de no ser controlada y canalizada, provocaría que el hombre desborde sus límites, por lo cual surge la necesidad de buscar a “alguien o algo” que pueda encauzar dicha naturaleza. Algo semejante al egoísmo psicológico, la teoría de la naturaleza humana que afirma que la conducta está impulsada por motivaciones auto interesadas.

    Lee Marvin y Toshiro Mifune son los únicos personajes de la película. A priori, podría parecer arriesgado. Nada más lejos. Estos dos sólidos y magníficos actores despliegan el amplio abanico de recursos interpretativos, ampliamente demostrado, en un duelo interpretativo y muy físico, a lo largo del metraje, dado el problema de incomunicación existente. Esto hace que los diálogos sean escasos en la cinta, lo que le otorga, un mayor mérito, si cabe a la narración, que tiene un buen ritmo. La naturaleza conforma el tercer personaje y ambos soldados se funden en ella.

    La contínua lucha psicológica, que no física, entre los hombres, cuales Robinsones alejados de la civilización y en territorio hostil, les servirá a ambos como una especie de rito de aprendizaje. Así, la desconfianza, recelo, temor y hostilidad inicial, ejecutada con la invasión y deseo de destrucción hacía el otro, dará lugar irremediablemente al florecimiento de la virtud de la paciencia, a esperar a que el otro cometa un error. Sentirán hambre, sed y calor y soportarán lluvias torrenciales y, aflorará en los hombres, sentimientos de frustración, odio y de resignación, mejor llevada por el japonés por su cultura y tradición, más que por el dinámico norteamericano. Para llegar a un estado de aceptación y respeto hacia el otro. Toda esta evolución personal mostrada por el director mediante un desarrollo psíquico muy interesante, no exento de desconfianza, pero esperanzador, de la condición humana.

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