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"Opinión"

"Justicia (¿o injusticia?) salarial"

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18/01/2019

    Joel Díaz Fonseca

    Siempre que comentamos entre amigos la parábola que relata Mateo en el capítulo 20 de su evangelio, sobre el dueño de una parcela a punto de la cosecha, las opiniones se dividen, porque la discusión termina centrándose en el dinero y no en la demostración de bondad del propietario del terreno de labranza.
     
    Desde temprana hora, relata el evangelista, empezó el dueño de la finca a contratar peones para que levantaran la cosecha. A lo largo del día fue contratando más personal, y todavía al atardecer contrató a unos pocos más.
     
    Cuando llegó la hora de pagarles, los que comenzaron a trabajar desde antes de que saliera el sol pensaron que les pagaría más que a los que trabajaron solo unas horas, y le reclamaron al patrón cuando les pagó lo mismo que a quienes no trabajaron ni media jornada.
     
    La respuesta del dueño no deja ningún lugar a dudas. Le dijo al peón que lo increpaba: “Amigo, no te estoy haciendo ninguna injusticia. ¿Acaso no te arreglaste conmigo por el salario de un día?, pues toma tu paga y vete. Si yo quiero darle a éste, que entró a trabajar al final, lo mismo que te doy a ti, es porque tengo el derecho de hacer lo que quiera con mi dinero. ¿O es que te da envidia que yo sea bondadoso?”
     
    Esta última palabra es la clave: la bondad del patrón, que no deja ningún resquicio por donde pueda colarse la injusticia. A ninguno de los jornaleros le pagó menos de lo convenido.
     
    Ese es el sentido de la parábola. La confusión surge cuando se malinterpreta el mensaje, viéndolo desde la perspectiva de la paga, pero en las relaciones laborales se cometen injusticias al momento de la retribución del trabajo.
     
    Vi el domingo un video en el que aparece un grupo de médicos del Hospital Regional de Alta Especialidad de Veracruz, en el que se señala que estos profesionistas, que dedicaron más de siete años de su vida a prepararse para servir a la sociedad, ganan 935 pesos a la quincena, la mitad de lo que dará el Gobierno federal a los “ninis”, jóvenes que no estudian ni trabajan.
     
    “Son jóvenes aprendices, que mientras se forman van a estar recibiendo un salario de 3 mil 600 pesos mensuales”, dijo el jueves de la semana anterior el Presidente Andrés Manuel López Obrador, refiriéndose a los jóvenes a los que subsidiará.
     
    Loable sin duda la decisión del Presidente de apoyar a los jóvenes sin trabajo, pero si el Estado deja a un mundo de profesionistas al margen de una justa remuneración, algo no está bien.
     
    Y el de los médicos no es el único gremio al que el gobierno mal paga. Lo mismo ocurre en otros ámbitos, como en el sector educativo, donde el sueldo de un maestro, en cuyos hombros descansa la educación de la niñez mexicana, es de 7 mil 246 pesos al mes en Sinaloa. A nivel nacional el sueldo de un maestro es un 8 por ciento menor.
     
    Pero sucede que en la vida real hay muchos “maestros planchados”, líderes seccionales del sindicato magisterial, que perciben jugosos sueldos sin trabajar.
     
    El periódico El Financiero reportó en mayo de 2015 que “en una revisión hecha al Fondo de Aportaciones para la Nómina Educativa se detalla que 143 representantes regionales han recibido, en los primeros meses de 2015, 7 millones 77 mil pesos en sueldos como profesores por trabajar en el centro con clave 20AGS0001D, registrada como Sección 22 Sede del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en Oaxaca”.
     
    “Los representantes de la Sección 22”, abundó El Financiero, “ganan un promedio de 70 mil pesos por trabajar en escuelas que, según el Sistema de Información y Gestión Educativa de la SEP, no tienen agua, luz, salas de cómputo, bardas o áreas de recreo”.
     
    Vulgares “aviadores”, pues, solapados por la propia Secretaría de Educación Pública.
     
    ¿Hay o no hay injusticia en esta forma de retribución salarial por parte del Gobierno federal, que privilegia a recomendados de las dirigencias sindicales para ocupar plazas inexistentes y con pagas incluso superiores a la de un Alcalde o un Gobernador, en detrimento de las bases, a las que se le remunera su trabajo de manera casi simbólica?
     
    El gobierno puede argumentar que tiene el derecho, como el patrón de la parábola, de pagar a algunos privilegiados lo que le venga en gana, mientras a la generalidad de sus trabajadores no les pague menos del sueldo establecido contractualmente.
     
    Cierto, pero no tiene derecho a mantener remuneraciones salariales tan bajas, sobre todo en el caso de quienes se han quemado las pestañas durante años para prepararse y ser útiles.
     

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