Karoshi: la tendencia en México

    El cuerpo humano no está diseñado para las prácticas laborales contemporáneas. Retirarse de las personas, actividades, y ambiente con el cual un individuo asocia el estrés y la ansiedad no solamente es necesario para tener sanidad mental, sino también para dedicarle tiempo a la recreación y convivencia con nuestros semejantes.

    Karoshi es una palabra japonesa que se traduce como “muerte por trabajo excesivo”. Las causas más comunes de karoshi son ansiedad, depresión, e infartos cardiacos y derrames cerebrales secundarios al estrés.

    De acuerdo con un estudio de la OMS publicado en la revista científica Environment International, el exceso de trabajo ocasiona la muerte prematura de alrededor de 745,000 personas al año. Trabajar más de 55 horas a la semana incrementa un 35 por ciento el riesgo de infarto y un 17 por ciento el riesgo de morir de una enfermedad cardiaca (https://doi.org/10.1016/j.envint.2021.106595). Los datos también revelaron que entre el 2000 y 2016, las muertes por enfermedad cardiaca secundarias a largas jornadas laborales incrementaron un 42 por ciento.

    El artículo 123 de la Constitución Mexicana de 1917 estableció las 8 horas de trabajo; sin embargo, de acuerdo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el mexicano promedio trabaja 2,255 horas al año (43 horas a la semana), casi el doble que un alemán (1,363 horas al año), y 492 horas más que el promedio mundial (1,763 horas al año).

    En otras palabras, la jornada laboral mexicana no ha evolucionado mucho desde la revolución industrial.

    La corriente de “40 horas a la semana” fue un movimiento social que inició en Inglaterra en 1917 y estaba enfocado a regular la duración de las horas de trabajo y disminuir la jornada laboral a 8 horas diarias por 5 días a la semana (lo usual era trabajar 10-16 horas, 6 días a la semana). La explotación infantil también solía ser la norma.

    Hoy en día, trabajar 40 horas a la semana es considerado un esquema laboral ineficiente derivado de una costumbre que llegó con la Revolución Industrial para maximizar la producción (fijando horarios a los trabajadores).

    Alrededor del mundo, muchos gobiernos y empresas están conscientes de que las “horas nalga” no equivalen a un trabajo eficiente y bien hecho, y que resulta más redituable tener trabajadores descansados, relajados, y felices.

    En México, el temor al desempleo, las anticuadas leyes laborales, los trabajos de tiempo parcial, y los jefes inescrupulosos, permiten que una semana laboral máxima de 40 horas rara vez se cumpla.

    Aún si tenemos la fortuna de ir 8 horas al día al trabajo, el internet nos mantiene conectados en horas no laborales. Cuando nuestros teléfonos celulares y computadoras tintinean al son de un nuevo correo electrónico, nos resulta muy difícil resistir la tentación de revisar nuestra bandeja de entrada y responderlo sin importar la hora del día.

    En México, 6 días de vacaciones al año es el mínimo que un empleador debe otorgar después de un año de servicio. Se añaden dos días más por cada año de servicio subsecuente (hasta un máximo de 12 días). Después del cuarto año de trabajo, el periodo vacacional incrementa dos días por cada cinco años de trabajo.

    Este no es el caso de Brasil, Suecia, o Finlandia, donde la gente goza de al menos 40 días de vacaciones pagadas.

    El cuerpo humano no está diseñado para las prácticas laborales contemporáneas. Retirarse de las personas, actividades, y ambiente con el cual un individuo asocia el estrés y la ansiedad no solamente es necesario para tener sanidad mental, sino también para dedicarle tiempo a la recreación y convivencia con nuestros semejantes.

    La falta de tiempo libre enajena a los individuos de su comunidad y es una de las causas del descontento social.

    Debemos situar nuestras necesidades recreativas como prioridad sanitaria. Los días de descanso son esenciales para la salud física y mental de cualquier persona, y necesarias para regresar al trabajo más efectivos y productivos.

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