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"ALDEA 21"

"La agenda obligada"

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ALDEA 21

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    El fenómeno sanitario del Covid 19 es ahora el principal motivo que condiciona todas las agendas y actividades diarias en el mundo. En mayor o menor medida esta pandemia precisa las decisiones de cualquier acción humana, nada de lo que actualmente se realiza en sociedad escapa del daño que causa el coronavirus. Su impresionante capacidad de contagio y letalidad definen lo que se puede y lo que no se debe hacer ante el riesgo inminente de aumentar los efectos causados por este terrible virus que amenaza la vida, tranquilidad y futuro de los pueblos y naciones en el planeta.

    Su incontrolable secuela generadora de caos social se replica y se presagia por todas las geografías en las que habita el ser humano sin que hasta ahora pueda evitarse. Su capacidad de modificar las relaciones humanas ha trascendido toda dimensión conocida, ha rebasado los pronósticos, se esperan días difíciles en todos los continentes, muy complicados para México y el resto de Latinoamérica.

    En un principio se estimaron daños inmediatos en los ámbitos de salud y la economía, sin embargo, sus efectos no han dejado de causar daño colateral en el resto de las actividades en sociedad. El ambientalista y consultor en desarrollo sustentable Mateo Castillo Vera estima al menos seis escenarios en los que se debate la irrupción de una nueva realidad que afecta las dimensiones de lo social, económico, ambiental, cultural, político y espiritual.

    Ciertamente en la dimensión de lo social, sobresalen añejos problemas que se han mantenido a lo largo de las últimas décadas a pesar de los avances de la ciencia, la tecnología y el acceso a la educación, los mayores obstáculos para el desarrollo social todavía se inscriben en la existencia de la pobreza, la desigualdad, discriminación, violencia, corrupción y desintegración de las familias.

    En las dimensiones de lo económico y ambiental, encontramos a una economía sustentada en postulados neoliberales o neocapitalistas, con una ausencia notable de sustentabilidad y armonía con la naturaleza, donde lo que prevalece como prioridad es la ganancia por encima de todas las cosas. Sin dejar de mencionar que también en la actualidad se discuten y revisan nuevas y antiguas concepciones como la economía natural en la que no existe el dinero; la bioeconomía que considera variables ambientales y sociales; la economía verde que propone mejorar el bienestar humano y la equidad social, reducir los riesgos ambientales, armonizar el desarrollo económico y el consumo de los recursos naturales; el ecosocialismo que plantea que el capitalismo es un sistema dañino tanto para la sociedad como para el medio ambiente; la economía social solidaria que propone aplicar valores universales, como la equidad, la justicia, la fraternidad económica, la solidaridad social, el compromiso con el entorno y la democracia directa; economía del bien común como medio para conseguir el bienestar común de los seres humanos y el planeta, cambiar la competencia por la colaboración e incorporar indicadores de dignidad humana, solidaridad, medioambiente y transparencia; hasta la economía del buen vivir que se define como la armonía interna de las personas, con la comunidad y entre comunidades, y la armonía con la naturaleza; equilibrio consigo mismo, con otros seres humanos y en equilibrio con la naturaleza.

    Ahora en la dimensión de lo político, sin encontrar nada nuevo se reitera una práctica marcada por la indiferencia, falta de ética, de ignorancia, pasividad, pereza mental y en muchos casos mediocridad ciudadana. Una falta de gobernabilidad segmentada, impregnada de deshonestidad, corrupción y falta de compromiso.

    En lo que concierne a la dimensión cultural, sobresale la indiferencia de una sociedad mexicana para con las 68 etnias distribuidas en las entidades del País que enfrentan desde siempre, añejos problemas para subsistir ante los embates de una feroz acción transcultural y la pérdida sumaria de una identidad propia como pueblo y como nación. Una dimensión cultural que va a allá del espectáculo y la creación artística de comunidades culturales citadinas y de élites aficionadas a estas actividades. Una concepción muy reducida de la dimensión de lo cultural.

    Y por último la dimensión espiritual, como parte de una transformación de la conciencia, atender todos esos conflictos que no nos permiten crecer espiritualmente, como la ira, la rabia, el egoísmo, la indiferencia, la envidia, la negación, la competencia que predominan en la vida diaria, considerando que desde esta dimensión se toman las decisiones más importantes y se define el principal sentido de la vida.

    Como podemos observar, en este recuento que anota Castillo Vera se suman seis dimensiones de la existencia humana que rigen nuestras relaciones sociales en todos los ámbitos, edades y circunstancias de nuestras vidas, en los que se sortea también el presente y el futuro de nuestros seres queridos.

    Este suceso histórico, único y sorprendente de la pandemia, nos ha detenido, ha suspendido nuestro tiempo, obligándonos a recapitular nuestro modo de vida y revisar las prioridades de nuestra agenda social, económica, ambiental, política, cultural y espiritual. Que este alto en nuestras vidas sirva para repensar a profundidad estos temas y que en el futuro inmediato hagamos partícipe al conjunto de los sectores sociales en Sinaloa. Concitar al diálogo, discusión y análisis para definir un nuevo rumbo. ¿Quién debe convocar?
    Hasta aquí mi opinión, lo espero en este espacio el próximo martes.

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