Todos quieren la gloria del descubrimiento y pocos la responsabilidad del genocidio. La frase de los peninsulares es “crímenes son del tiempo y no de España”.
Aquí en México se celebra más que nada el “Aniversario de la resistencia de los pueblos indígenas” con fuertes manifestaciones frente a donde hasta hace poco estuvo el monumento a Colón y al de Cuauhtémoc, bastante cercanos en el Paseo de la Reforma.
Si usted le reclama a un español con la frase de que “sus antepasados nos esclavizaron” él responderá con un discurso que ya tiene listo: “No señor, mis antepasados se quedaron en España y por eso nací allá. Los de USTED son los que esclavizaron a su pueblo”.
Está comprobado que a Colón la Corona le mandó poner cadenas cuando intentó esclavizar a los indígenas sin permiso, ya que, ante la falta de hallazgos de oro en los primeros tiempos del descubrimiento, intentó compensarlo con mano de obra barata.
Podemos afirmar que a los indígenas de América les fue mejor que a los africanos o a los hindúes, pero eso de ver a Colón un hombre santo no se vale. Otros afirman que descubrió América por accidente buscando otra cosa.
La historia comparada es una fascinante variación de la literatura y la sociología que se ha convertido en una hija desquiciada de estas dos ramas del saber.
Consiste en estudiar la manera en que, alguna mínima alteración en el pasado, pudo o podría afectar en gran o pequeña medida los actos del futuro.
Es muy vieja la frase sobre la influencia de la nariz de Cleopatra, pero los historiadores que mencioné desentierran temas más sesudos. Discuten sobre qué tanto habría perdido Napoleón si la carga de caballería del Mariscal Ney, en el fatídico campo de Waterloo, hubiese atacado un flanco distinto en el momento preciso.
Pero no todo es fantasía. Acuden a estadísticas y análisis sesudos para concluir con propuestas lo más apegadas a la realidad. La mayoría sostiene que, por ejemplo, aunque Bonaparte venciera a la coalición enemiga, de todos modos habría perdido el poder semanas después, dada la cantidad de deudas contraídas y el bloqueo naval de los británicos. Su suerte estaba echada y la derrota sólo aceleró su caída.
Esta disciplina de las Ciencias Sociales aborda todos los temas. Por ejemplo, si el sur hubiese vencido al norte en la Guerra Civil, quizás la única diferencia visible sería que nuestros vecinos se llamarían “Estados Confederados”, en vez de Estados Unidos.
Las condiciones de los afroamericanos solo cambiaron radicalmente hasta el Siglo XX y el proceso de reconciliación siguió un camino natural.
Algo similar pasa con la gran incógnita sobre cuál hubiese sido nuestro futuro de habernos conquistado los ingleses. ¿Como sería el destino de México ante una brújula descompuesta en las manos de Colón?
Se habla de que América Latina sería una potencia industrial, con una cultura del trabajo y una rigurosa ética protestante en cuestiones políticas y ciudadanas.
Las metrópolis funcionarían con la eficacia de un reloj inglés y seríamos vencedores de todas las guerras.
Los historiadores afirman que las variantes no serían como las imaginamos. Olvidamos que los territorios de Norteamérica, en aquel tiempo, no ofrecían grandes recursos naturales como hoy.
La minería fue inexistente por siglos en lo que hoy es Canadá y Estados Unidos. El territorio sólo ofrecía bosques y cacería, un recurso no digno de exportación. (El petróleo de Texas y el oro de California aparecieron hasta el Siglo XIX.)
España no habría fundado grandes ciudades en esos páramos. Y si los ingleses nos hubiesen colonizado, su comportamiento tendría semejanzas a la voracidad de los primeros adelantados y capitanes que nos dominaron a golpe de arcabuz.
A lo mejor, el destino en manos de los británicos fuera menos deseable, dados sus ejemplos en otras culturas.
Criticamos a España, pero olvidamos que fue una nación que construyó colegios, hospicios y universidades con el propósito claro de la evangelización y el educativo, a la manera franciscana.
A pesar de sus errores el saldo es beneficioso en comparación con otras etnias. Permitieron la mezcla de razas y no exterminaron a los naturales como en el norte.
Inglaterra no estableció nada similar sus colonias: ni en África, Oriente o América trataron de educar a los nativos. Huyeron del trato con los locales como una plaga. Delaware, Massachussets y Alabama son nombres de tribus totalmente desaparecidas.
Olvidamos que Pensilvania, Filadelfia, e incluso Nueva York, eran bastante pequeñas, por no decir provincianas. Nunca tuvieron la población, la riqueza arquitectónica y cultural de lugares tan distantes como la Ciudad de México, Santiago de Cuba o Santiago de Chile.
Más que tiempo de comparar la historia, estamos en el momento de la reconciliación, fruto maduro del conocimiento. Este día es bueno para reflexionarlo.