La atroz acogida a priistas en Morena. Agrio bocado de Sinaloa a Sheinbaum

OBSERVATORIO
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    El arte de ganar elecciones, para desgracia de la democracia mexicana, consiste en reclutar a los habilidosos, sumar hojas negras del servicio público, adherir a aquellos huérfanos de partidos que con pequeños grupos de seguidores hacen juntos apetecibles carnadas políticas, y mantener a la orden a los poderes de facto por si acaso se ofrecen sus servicios como el último reducto de los que jamás aceptarían las derrotas.

    Estamos regresando a los tiempos en los que un partido pretende alzarse con la victoria electoral mucho antes de que los ciudadanos decidan a quién le dan el voto, por ello el tremendo montaje del sábado en Culiacán y el trato a Claudia Sheinbaum Pardo como si ya fuese Presidenta electa. Detrás de eso que en el análisis simplista es cosa de satanes y santos, rebaños y pastores, impolutos y espurios, están precisamente los usos y costumbres de un pueblo que al ser relegado en la toma de las grandes decisiones transita velozmente de las apoteosis a los desalientos.

    Qué contrasentido histórico registra el hecho de presenciar a la grey morenista exaltada porque le contaminan el corral con liderazgos priistas que decidieron la conversión ideológica y para ello tienen que pagar la penitencia de recibir escupitajos de los irreprochables. Lo que sucedió en el salón de eventos Figlostase, transformado en el posmoderno circo romano aclamando que los tricolores sean lanzados a los leones para deleite de la muchedumbre guinda, es la misma película priista repetida durante más de medio siglo.

    Y no hubo tal inmolación arengada por la turba. Claudia Sheinbaum, el Gobernador Rubén Rocha Mocha y el dirigente del Movimiento Regeneración Nacional, Mario Moreno Delgado, lograron el rescate de los conversos con plena conciencia de que las elecciones se ganan con astucia política al ras de la confabulación, sin sensibilizarse ante los lloriqueos de masas que ven a los recién llegados como buitres que vienen a comerse las entrañas reservadas para el placer de quienes se asumen como doctrinariamente puros.

    Si la oposición a Morena y al Presidente Andrés Manuel López Obrador capitaliza la fuga de cuadros para criticarla como acto de traiciones y prostitución política, en ese punto los hallará el futuro, igual de derrotados que la narrativa misma. El desplazamiento de un partido para que gobierne otro ha sido, desde que en 2000 Vicente Fox cortó de tajo la larga dictadura priista, asunto de alianzas que hoy sirven y al día siguiente de la votación se van al depósito de la basura.

    El arte de ganar elecciones, para desgracia de la democracia mexicana, consiste en reclutar a los habilidosos, sumar hojas negras del servicio público, adherir a aquellos huérfanos de partidos que con pequeños grupos de seguidores hacen juntos apetecibles carnadas políticas, y mantener a la orden a los poderes de facto por si acaso se ofrecen sus servicios como el último reducto de los que jamás aceptarían las derrotas.

    En Sinaloa, el 23 de septiembre (curiosamente la fecha que trae a la memoria aquella guerrilla mexicana que postulaba la liberación del proletariado y la destrucción de la burguesía), la candidata presidencial de Morena recicló ese esquema de poder a través de la escenografía ruidosa de morenistas que la aclamaron y ex priistas, ex panistas y ex emecistas que se acogieron a su regazo redentor y amoroso. Enésima puesta en escena de ángeles negros que entran al cielo de la Cuarta Transformación pese a la resistencia de impecables serafines.

    Es que el nuevo modelo de la política en México, el que utilizan todos los partidos y modos de dominio, resulta incomprendido en las bases de la pirámide del poder que se sostienen en el romanticismo de discursos, programas de gobierno y adoración de pretensos. Claro que en las cúpulas se piensa, planea y actúa diferente: hoy recluta a los pérfidos y deshonrosos; luego el problema será cómo te deshaces de ellos.

    La cuestión entonces está en el error de proponer llevar a la pira donde arden los execrables a los ex priistas Feliciano Valle, Ricardo Madrid, Cinthia Valenzuela, Concepción Zazueta, Gloria Himelda Félix Niebla, Fernando Pucheta, Tony Castañeda, Jesús Valdés y Faustino Hernández; al ex panista Adolfo Beltrán; la ex emecista Celia Jáuregui Ibarra y el ex panista y ex emecista Martín Heredia. Los equivocados están del otro lado, cuidando parcelas que creen suyas y que en realidad han sido siempre ajenas, antes del PRI y PAN y actualmente de Morena.

    Todo, rechiflas, gritos, calor ambiental, llamaradas políticas, crueles bienvenidas, guindas desposeídos y desertores de partidos aferrándose a la balsa de la 4T en un acto que decreta que la esperanza los une. ¡Entiendan por favor los inconformes que así es la política de los nuevos tiempos! Es el resurgido Prometeo azteca que al otrora adversario le limpia la cola y lo mete a la boleta electoral, les guste o no a los sufragantes.

    Y, víctimas colaterales de quienes meten el agua y el aceite a la misma reunión, los perfiles de sinaloenses ejemplares sumados a la campaña de Sheinbaum resultaron opacados, atestiguando el aquelarre que de pronto pareció manada en estampida, blancas y negras ovejas en el mismo cerco, rostros desencajados en los forasteros y gritos irascibles de los anfitriones. ¿Por qué reclutar en el mismo evento a los expulsados y desertores de partidos y las trayectorias sí honorables de Élmer Mendoza, Julio César Chávez, Benjamín González Sauceda, Karen Lizárraga Ramos, Aarón Francisco Ibarra Osuna, Tania Rentería, Carlos Escobar y Arturo Santamaría?

    Reverso

    Al menos fue divertida,

    La forma cruel de Morena,

    Al darles la bienvenida,

    con tal aptitud obscena.

    Paola no llora, actúa

    Mientras tanto, en el PRI la dirigente estatal Paola Gárate se puso a buscar quién ocupe las vacantes que dejaron los desertores e inició una agresiva campaña de refrendo de militancia y afiliación en los municipios de Salvador Alvarado, Mazatlán, Mocorito, Angostura, San Ignacio, Sinaloa, Elota y Guasave. Es una lideresa luchona, sin duda, aunque muchos esperarían que destine los días a llorar por las pérdidas asestadas. ¿Mil nuevos priistas por cada uno que se fue? Claro que se puede eso y más.

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