La basura, eterno malestar de las ciudades

    Una calle llena de basura para muchos puede interpretarse como una falla de servicio público, para otros puede significar una población inconsciente, desinteresada y totalmente dependiente de los servicios municipales

    Las ciudades pueden gozar de plena salud o padecer constantes enfermedades. Igual que cualquier ser vivo, requiere de buenos hábitos para estar en forma y vivir con la calidad de vida que todos anhelamos. Así como frecuentemente nos alarmamos por infinidad de síntomas en nuestro cuerpo y sospechamos de alguna enfermedad también las ciudades muestran constantes síntomas de enfermedades: La obesidad puede reflejarse en la expansión descontrolada de las urbes lo que provoca en muchas ocasiones inmovilidad. El exceso de colesterol corresponde al exceso de automóviles que terminan también congestionando las arterias. Las fiebres pueden significar esas islas de calor que provocamos con la deforestación imparable de las ciudades y también llegamos a deshidratarnos como las ciudades cuando carecen de agua.

    La basura es un problema social, económico y ambiental exclusivo del ser humano. Ningún otro ser viviente -sea animal o vegetal- es capaz de provocar basura en el planeta. Una calle saturada de botes de basura rebosada y maloliente es un síntoma parecido a cuando salen manchas o salpullido en la piel y sabemos que algo nos está afectando. Es como una alergia que muchas veces sabemos qué nos la está provocando, pero hacemos poco para contrarrestar. La loratadina es el camión recolector de basura. las autoridades buscan siempre los remedios para evitar mostrar los síntomas de la enfermedad y no combatirla de raíz para que no siga afectando. La verdadera medicina es la que evita las enfermedades no la que las cura, es, por tanto, un tema de prevención.

    Recién conviví con mi familia una larga temporada en la ciudad de Tuxpan, Veracruz. Me llamó la atención que el servicio de recolección de basura en aquella ciudad se ofrece una sola vez a la semana y la población se organiza y se adapta a la situación. En estos días de intenso calor similar al de Culiacán coincidió que tuvieron fallas con los camiones recolectores de basura y se saltaron el servicio de una semana. ¿podríamos imaginar la ciudad de Culiacán entera sin que el servicio de recolección de basura no pase en quince días? Creo que equivaldría a un coma diabético o un paro cardiaco. Todo es cuestión de adaptarse a las necesidades y posibilidades.

    Una calle llena de basura para muchos puede interpretarse como una falla de servicio público, para otros puede significar una población inconsciente, desinteresada y totalmente dependiente de los servicios municipales. Ser resiliente implica adaptarse a las carencias y encontrar soluciones a ellas. Si podemos reducir los volúmenes de basura que diariamente exigimos recolectar al Ayuntamiento aportaríamos a la solución. Quizá es algo que el Ayuntamiento debiese promover antes de invertir en más infraestructura para la recolección y disposición final de los desechos.

    Somos una sociedad altamente consumista y desde ahí debemos de atender el problema. A las famosas tres R de la ecología (reducir, reutilizar y reciclar) ahora se le agregan dos más: rechazar y reparar. Esto significa pensar dos veces antes de adquirir un nuevo producto. Particularmente considero que debemos profundizar en dos de estos conceptos que son fundamentales para generar nuevos hábitos de consumo: Reducir y rechazar. Quizá es lo más complejo, aunque podemos comenzar hoy mismo. Aplica al evitar la bolsa de plástico cuando hacemos una compra, utilizar envases retornables en algunos productos, preferir el papel o el vidrio antes que el plástico o priorizar en los productos frescos antes que los congelados que invariablemente implican más empaques.

    La fórmula que en mi hogar aplicamos poco a poco va generando resultados. Parte de un principio básico fundamental: Separar lo orgánico de lo inorgánico. Esta práctica nos ha permitido en primer lugar evaluar los volúmenes de cada grupo y con ello enfocarnos a reducir al máximo el volumen de lo inorgánico. Si la cantidad de desecho orgánico crece cada día más no es ya para nosotros un problema, al contrario, es una aportación para los jardines de nuestra casa o de los parques cercanos. De esta forma, la basura “real” que sale de esta casa está compuesta de puros productos inorgánicos, muchos de ellos con posibilidad de dirigirlos a un proceso de reutilización o reciclado, aunque cada día trabajamos más para aplicar prioritariamente el principio de reducir o rechazar.

    ¿Qué ventajas tenemos con todo esto? Consumimos productos más frescos y sanos, elaboramos composta con todo el desecho orgánico para alimentar nuestros jardines y sobre todo reducimos al máximo la generación de basura inorgánica, que se puede guardar en casa por semanas sin que esto signifique el caos. Es un mecanismo indiscutible de ahorro global y mejora de salud pública. Podríamos con esto combatir un malestar público y mejorar la calidad de vida de la población mediante un ciclo ecológico vital. Mi familia y yo ya lo aplicamos y funciona. Si seguimos sumando estos nuevos hábitos en la ciudadanía podríamos ser partícipes del remedio definitivo de un gran malestar de la ciudad. Desaparecerían esas “manchas” de las calles. Hoy mismo puedes empezar. Sigamos conversando.

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