La boda, el escándalo y las renuncias

    Santiago Nieto no era cualquier funcionario del Gabinete, era el brazo ejecutante, la figura proclamada por propios y extraños como el articulador de los movimientos estratégicos del Presidente en su lucha contra la corrupción. Y no lo estaba haciendo nada mal, tenía muchos frentes abiertos, estaba en terreno de batalla librando escaramuzas contra políticos, empresarios, lavadores y delincuentes de todo tipo.

    Hasta el día de hoy, la boda más escandalosa del sexenio ha causado dos renuncias-despidos y un sinfín de reacciones en la vida pública del País, incluso dice el Senador Germán Martínez que el nombramiento de Quirino como Embajador en España estará en “veremos”, pues de su parte no dejaría pasar el nombramiento como diplomático del ex Gobernador de Sinaloa, un invitado más de la pareja Nieto-Humphrey.

    ¿Por qué un evento privado sacudió la agenda nacional? ¿Qué tanto es válido opinar sobre algo que, en esencia, no debería ser tema de notas, columnas y editoriales? ¿En dónde está la frontera de lo público y lo privado en este caso?

    Cada año participo en el Senado de la República o la Cámara de Diputados en un seminario para jóvenes llamado “Incubadora de Legisladores”, generalmente me corresponde abordar el tema de los “Principios Parlamentarios”, y en una parte de ellos se aborda el tema legislativo para debatir los asuntos públicos. Por eso, primero comparto con los estudiantes del curso, algunas reflexiones en los límites o definiciones de lo público, lo privado y lo íntimo.

    Para la próxima “incubadora” 2022, la escandalosa -calificada así por el Presidente de la República- boda del ex titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto, con la consejera electoral Carla Humphrey será, sin duda, motivo para ejemplificar esa línea fronteriza de la vida privada, que no siempre es tan clara como suponen algunos.

    Privado es el motivo y las razones de celebrar las nupcias en Guatemala, cada quien decide casarse en donde se le pega la gana y si el recurso le alcanza. Íntimos son los motivos de los enlaces matrimoniales por amor o interés, privada la lista de invitados, los platillos y las bebidas. Íntimo el culto de los contrayentes o el rito nupcial en la ceremonia. Privado el diseño del vestido, las galas, la música, la hospedería, el pastel, la mantelería, pero y ¿los regalos?, ¿la tanda húngara?, ¿los patrocinios?

    ¿Qué pasa con los donativos o regalos? ¿En qué terreno quedan los obsequios que recibe la pareja? Máxime cuando los dos se envisten -o envestían antes de renunciar- de tremendas responsabilidades públicas en el Estado mexicano. Y aquí es donde comienza lo escandaloso del asunto, porque creo, que la discusión propia de este asunto no está en el carpaccio de salmón alcaparrado, los ravioles de queso brie, la tira de asado que se sirvió de plato fuerte o la espumosa champán con la que brindaron, eso en todo caso sería lo de menos.

    El gran tema que es el punto clave de la renuncia de Nieto Castillo al importantísimo espacio, está en la relación exhibida con muchos de los que desde el cargo podría perseguir o perdonar, investigar o dejar pasar, porque en la fiesta había funcionarios federales, gobernadores, ex gobernadores, ministros de la corte, empresarios y personas públicamente expuestas a la investigación de la Unidad de Inteligencia Financiera que era, hasta hace unos días, el ariete más poderoso de la 4T para la persecución de los delitos por corrupción, enriquecimiento ilícito, lavado de dinero entre otros tantos.

    Santiago Nieto no era cualquier funcionario del Gabinete, era el brazo ejecutante, la figura proclamada por propios y extraños como el articulador de los movimientos estratégicos del Presidente en su lucha contra la corrupción. Y no lo estaba haciendo nada mal, tenía muchos frentes abiertos, estaba en terreno de batalla librando escaramuzas contra políticos, empresarios, lavadores y delincuentes de todo tipo. Los expedientes duros contra Rosario Robles, Emilio Lozoya, Cabeza de Vaca, Jorge Luis Lavalle, el Billy Álvarez y muchos más pasaron por la UIF. Anaya, Peña Nieto y Videgaray también estaban en la mira de la poderosa Unidad de Inteligencia Financiera.

    Pero la frivolidad ganó, le faltó pedir consejo a los viejos del oficio. Cegado por el amor o, vaya usted a saber las razones, porque eso si es terreno de lo más íntimo de las decisiones, se aventó a organizar junto con su ahora esposa una boda para 300 invitados, replicando el modelo de aquellas fiestas de la “mousse de vie” retratadas en la revista ¡Hola! o Quién, espejo de la realeza privilegiada del régimen “prianista” neoliberal que ponían en el mismo lugar a bailar y brindar, a la élite política de todos colores partidistas, empresariales, farándula y de los medios de comunicación.

    Por eso será de suma importancia aprender a diseccionar con bisturí cada momento de este desafortunado episodio para los ahora felices esposos. Porque de nuevo seguimos discutiendo en México temas que en el mundo se superaron hace por lo menos 20 años, me refiero al motivo de esta columna; la clara distinción entre lo público, lo privado y lo íntimo. Luego le seguimos.

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